Capítulo 12

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Ha pasado más de un mes de ese encuentro en el parque. No hay día que no nos veamos con Adam. Lo paso a buscar a su estudio, damos paseos tomados de la mano, salimos a cenar o, como ahora, nos juntamos a ver una película en el cine, pero no pasa de eso, unos besos locos por aquí y por allá y para mí eso ya no está siendo suficiente. Necesito más de él y esta noche será nuestra noche.

Entramos a la sala, hay poca gente. – No sé si es una buena o mala señal. Digo, estaremos casi solos en la misma habitación, prácticamente a oscuras, pero la película debe ser horrible.



No me equivoqué, la película ES horrible. 

Me doy por vencida. Comienzo a mirar intermitentemente a Adam y a la pantalla. Creo que él se ha dado cuenta, pero no me mira. Está jugando un poco a ser indiferente. Deslizo suavemente el dedo índice sobre su antebrazo y siento cómo su piel se va erizando con el contacto. 

– ¿Sarah? - Me nombra inexpresivo y aún mirando la pantalla.

– ¿Adam? - Le contesto infantil y también haciéndome la indiferente, con la vista fija en la pantalla.

– ¿Esta película te aburre tanto como a mí? - Ahora sí que me enfrenta.

– Tanto que me puse a mirarte y ya no me entero de nada. – Le respondo perdiéndome en sus ojos.

Adam me hace una señal con la cabeza indicándome la salida. Sin dudarlo, me pongo de pie inmediatamente, lo tomo de la mano y salimos juntos, riéndonos, mientras que las cuatro o cinco personas que quedaban en la sala nos hacían callar.



Adam me acompaña hasta la entrada del edificio en el que vivo.

– Hasta luego. – Se despide con un tímido beso sobre mis labios.

Antes de que pudiese apartar de mí, profundicé el beso, tomándolo por sorpresa.

Me agarré del cinturón de su pantalón y lo atraje más hacia mis caderas.

– Mejor te dejo ahora. – Me dice con la voz ronca y los ojos oscurecidos.

– Qué pena que te tengas que ir, esperaba que subieras conmigo. Te había preparado una sorpresa. – Lo cojo de la camisa, lo miro fijamente y le planto un beso en la mejilla. 

Me doy la vuelta, pero antes de que logre entrar al edificio, Adam me toma por la cintura y me voltea para encararme. 

– Sería una pena desperdiciar esa sorpresa. – Ahora es Adam quien me besa con la misma pasión de antes. Me toma entre sus brazos y entramos al edificio. Cierra la puerta de entrada con el pie. Me apoya contra las puertas del ascensor y aprieta a tientas el botón para llamarlo.

Cuando las puertas se abren, una vecina ya mayor con su perro en brazos se aclara la garganta y nos damos cuenta de que no estamos solos.

Entramos al ascensor ubicándonos en extremos opuestos, con la vecina entre nosotros. Cada segundo que pasa aumenta más y más la tensión.

El ascensor se detiene en el piso de la señora.

– Buenas noches. – Se despide ella.

– Buenas noches. – Respondemos casi al mismo tiempo.

Las puertas aún no se han cerrado y volvemos a saltar el uno sobre el otro.

La tentación de parar el elevador es demasiado grande, pero no puedo arruinar la sorpresa. 

Mis vidas contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora