Ha pasado más de un mes de ese encuentro en el parque. No hay día que no nos veamos con Adam. Lo paso a buscar a su estudio, damos paseos tomados de la mano, salimos a cenar o, como ahora, nos juntamos a ver una película en el cine, pero no pasa de eso, unos besos locos por aquí y por allá y para mí eso ya no está siendo suficiente. Necesito más de él y esta noche será nuestra noche.
Entramos a la sala, hay poca gente. – No sé si es una buena o mala señal. Digo, estaremos casi solos en la misma habitación, prácticamente a oscuras, pero la película debe ser horrible.
No me equivoqué, la película ES horrible.
Me doy por vencida. Comienzo a mirar intermitentemente a Adam y a la pantalla. Creo que él se ha dado cuenta, pero no me mira. Está jugando un poco a ser indiferente. Deslizo suavemente el dedo índice sobre su antebrazo y siento cómo su piel se va erizando con el contacto.
– ¿Sarah? - Me nombra inexpresivo y aún mirando la pantalla.
– ¿Adam? - Le contesto infantil y también haciéndome la indiferente, con la vista fija en la pantalla.
– ¿Esta película te aburre tanto como a mí? - Ahora sí que me enfrenta.
– Tanto que me puse a mirarte y ya no me entero de nada. – Le respondo perdiéndome en sus ojos.
Adam me hace una señal con la cabeza indicándome la salida. Sin dudarlo, me pongo de pie inmediatamente, lo tomo de la mano y salimos juntos, riéndonos, mientras que las cuatro o cinco personas que quedaban en la sala nos hacían callar.
Adam me acompaña hasta la entrada del edificio en el que vivo.
– Hasta luego. – Se despide con un tímido beso sobre mis labios.
Antes de que pudiese apartar de mí, profundicé el beso, tomándolo por sorpresa.
Me agarré del cinturón de su pantalón y lo atraje más hacia mis caderas.
– Mejor te dejo ahora. – Me dice con la voz ronca y los ojos oscurecidos.
– Qué pena que te tengas que ir, esperaba que subieras conmigo. Te había preparado una sorpresa. – Lo cojo de la camisa, lo miro fijamente y le planto un beso en la mejilla.
Me doy la vuelta, pero antes de que logre entrar al edificio, Adam me toma por la cintura y me voltea para encararme.
– Sería una pena desperdiciar esa sorpresa. – Ahora es Adam quien me besa con la misma pasión de antes. Me toma entre sus brazos y entramos al edificio. Cierra la puerta de entrada con el pie. Me apoya contra las puertas del ascensor y aprieta a tientas el botón para llamarlo.
Cuando las puertas se abren, una vecina ya mayor con su perro en brazos se aclara la garganta y nos damos cuenta de que no estamos solos.
Entramos al ascensor ubicándonos en extremos opuestos, con la vecina entre nosotros. Cada segundo que pasa aumenta más y más la tensión.
El ascensor se detiene en el piso de la señora.
– Buenas noches. – Se despide ella.
– Buenas noches. – Respondemos casi al mismo tiempo.
Las puertas aún no se han cerrado y volvemos a saltar el uno sobre el otro.
La tentación de parar el elevador es demasiado grande, pero no puedo arruinar la sorpresa.
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Mis vidas contigo
Narrativa generaleSarah es una joven que desde hace unas semanas no puede dormir, o mejor dicho, no la dejan dormir. ¿Quién es ese hombre que se cuela en sus sueños volviéndolos pesadillas? ¿Quién es aquel que la persigue noche tras noche... vida tras vida? Adam...