Vértigo.

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Turquía 

Domingo 18. 10. 1997.

Por fin un día para descasar de todo aquel trabajo fastidioso que los mismos mortales hacían por mí. Después de todo, yo ya no les llamo, ellos me llaman a mí por sus patéticas y asquerosas vidas. Simple, la línea de la muerte siempre está casi saturada por patéticos chicos de dieciséis o quince años, chicos sin atención por falta de amor, buscan la salida más rápida el suicido.

La clase de suicido es algo que más me agrada de las personas, no sufren más, bueno, si lo hacen pero solo les dura unos cuantos segundo. Pero gracias a ellos, ya casi no hay tantas personas inútiles en este mundo de simples y asquerosos mortales. Les debería de dar las gracias por hacer mi trabajo, a este paso, voy a engorar como aquellos hombres de televisión. – O eso es lo que creo.-

Por fin, una vez más un estúpido domingo donde nacen, mueren y tal vez unos celebren sus vidas o las muertes de seres que odiaron toda su vida, yo no sé. Celebrar un día menos de vida, eso es tan abstracto y patético. ¿Por qué lo hacen?

Y ahí estaba el joven bastet, encerrado en su propio dolor viendo hacia la nada. Un extraño olor le llegó a sus fosas nasales. Era ese extraño sabor de ¿Vino y comida? O ¿Felicidad y amor?, cerro sus ojos por un momento al sentir aquella desagradable presencia.

Inhalo y exhalo sucesivamente y al abrir sus ojos una vez más, ahí estaba su... ¿Enemigo? La vida, sonriéndoles a todas las personas, como si a alguien le importará que su vida fuera genial o hermosa, como en los cuentos de hadas.

Simplemente es una estupidez. Los mortales deben de sufrir, no amar, deben de ser explotados, no estar felices. Deben de tener miedo, no estar riendo como idiotas por simples cosas de la vida. Por favor, eso, solo dura un minuto y todo vuelve a la realidad. Realidad que ellos tanto odian.

Todos le dicen a los mortales "No lo intentes", pero ellos no atendían, cuando confíes en la vida no se apiadara de ti, al principio estará a tu lado, te mostrara la belleza de un futuro recién pintado... Luego te regalara un espejo y se reirá haciéndote sentir viejo y cansado.

Te vi pasar y el tiempo se detuvo, me quedé mudo. De solo ver la perfección pasar, la comida de aquel local. El aroma llegaba hasta sus difuntas tripas. Hacía milenios que no las escuchaba gruñir. Aquel joven se dispuso a ponerse de pie e ignorar a la vida y así él, hacer lo que quiera con el destino de las personas. Levanto su chaqueta del suelo y comenzó a caminar por medio de la multitud de gente por las grandes calles de Turquía, la ciudad no era demasiado grande como Nueva Zelanda, pero debía de admitir que las calles y locales estaba bien cuidados. Unas reliquias para sus ciudadanos.

Aquel joven de apariencia elegante y sucia, por primera vez sonrió la alegra de probar los alimentos de los simples mortales, hacía que se le olvidaran las muertes que estaban aproximadas.

Si debía de admitir que se emocionaba cada vez con los temas de comidas o fiestas de las personas. Hacían que su alma se alegrará después de tantos milenios. El joven no le importo que las personas tocaran su helado cuerpo – bueno lo que se podía tocar.-

Su vista se iba directo a varios locales de comida, pero, algo hizo que se detuviera de golpe. Una vieja casa casi a tumbarse estaba llamando su atención. Se puso su chaqueta ya que no tardaría en llover y caminó hacía la puerta de la ya mencionada casa, la vio por los sucios vidrios de la puerta. Estaba seguro que no había nadie en ella. Agarró la manecilla de la puerta para poder abrirla, pero está se abrió por si sola, como si alguna especie de magia demoníaca estuviera en esa casa; hacía ya años que él no veía o sentía una presencia demoníaca, hasta podía decir que no existen.

Me adentré a la casa. Abrí mi boca de asombro al ver todas las cosa que había dentro de la casa. Ouijas, tablas de sorrapear, juguetes sexuales entre otras cosas. Bastet sabía bien, que había tocado la sima al entrar en esa casa, pero algo andaba mal, nunca había sentido ese silencio tan... abstracto. Era como si alguien me estuviera vigilando.

Bastet, optó por romper el silencio y gritó.

 - Tengo un palo y sé como usarlo. - Gritó y cogió uno de los floreros más antiguos que estaban en una mesa de noche. Se encamino hasta donde se había escuchado el ruido, estaba temblando, sus seis sentidos se habían encendido. El crío hijo de la gran señora Ammyt estaba sudando del pavor y miedo que sentía en esa escena. Era su primera vez que se sentía así, era como sí.... Se estuviera volviendo un simple mortal común y corriente.  

Al estar justamente donde se escuchaba el ruido, se tranquilizo, notó que solamente era una rata -o eso era lo que él había visto.- . Una rata muy grande que le había sacado su lado más mortal que nunca había visto, ni mucho menos sentido. Era extraño sentirse así.  Suspiró y  dejó el florero en el suelo, su vista se fue directa hacía las extrañas y antiguas escaleras de la casa. 

Estaba acojonado, su respiración se hizo cada vez más pesada, era como sí alguien lo estuviera observando, observando cada movimiento, cada gesto, midiendo todo lo que movía y todo lo que hablaba en extrañas lenguas. 

-Al parecer era mentira de Denom, sobre el lugar. - Se dijo, y se encaminó hasta los largos pasillos de la casa. Quería desmentir al demonio denom que no había nada demoníaco en la casa, ni mucho menos presencia de dioses mitológicos.    

Se detuvo en medio del pasillo al escuchar unos susurros que provenían en la habitación de huéspedes. Al parecer no estaba solo como él creía, corrió hacía la habitación al escuchar un grito de una niña pidiendo auxilió, al entrar en dicha recamará, una gran brisa de viento cerró con fuerza la puerta. La niña no estaba en la habitación, era su mente jugando una mala racha. 

Se quitó su sudadera oscura, botándola en el suelo.  Cerró sus ojos unos cuantos instantes y al abrirlos, ahí estaba, es decir, la misma niña que había gritado a lado de una señora con vestido de novia, sonriéndome y apretando con fuerza la palma de la niña. Me vio y literalmente voló como un pájaro  hacía mí, pasé un poco de saliva al sentirla tan cercas de mí.  

-¿Qué has venido hacer hijo de Ammyt?- Preguntó y sacó su larga lengua de lagarto pasándola sobre mi piel. 

La niña al ser estrujada por la señora gritó y lloró, la señora solo le golpeó con su larga lengua. Me miró con odio y frustración. 

-¿Has venido por mis hijos?- Volvió a preguntar la mujer.

Un gran silencio se hizo en la habitación, de la nada aparecieron varios fantasmas, entes en toda la habitación, estaban furiosos e incluso unos estaban por explotar del coraje. Yo, solo me limité a reírme en sus caras, típico de mí, siempre me reía en situaciones como está. 

Mordí con presión mis labios y aventé a la mujer, recogí mi sudadera para llevarla hasta mis hombros.

-Como lo has dicho, he venido por cada uno de ustedes. 

Agregué, y saqué una pequeña botella que ya hace tiempo denom me la había dado para atrapar a los malos espíritus e incluso a los buenos. La mujer volvió a reír y sonreír en instantes ordenó a los entes que abrieran la puerta, la puerta donde justamente estaba parado sobre ella, haciendo que cayera al sótano. 

Llevé mis manos hasta mi cabeza al caer al suelo, estaba mareado, lleno de tierra. Abrí la botella y cada uno de los entes entró dentro de ella, la gran purga de fantasmas se estaba desapareciendo poco a poco. Mi vista se fue hacía arriba a donde estaba la mujer, está misma movía su mano en forma de despedida, la poca luz que entraba en aquel sótano dejo de existir. 

Era el mismo infierno oscuro y frío, uno donde él ya había estado antes. Bufó por completo.  

A Fine Day to DieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora