Un latido. Gotas de agua golpeteando el suelo. Otro latido.
Los latidos se aceleraron y pronto alcanzaron una cadencia rítmica: el corazón de Wendolyn volvía a la vida. Sus ojos se abrieron de golpe, pero su vista estaba borrosa. Sus pulmones se llenaron de aire y volvió a respirar. Era irregular y ansiosa, como si estuviera experimentando la primera bocanada de su vida.
Despacio, se llevó los dedos a la cabeza, temiendo lo que encontraría. Había sangre seca pegada al cráneo y al pelo, pero la herida estaba cerrada.
Intentó incorporarse, pero no fue capaz. Rodó sobre sí misma hasta colocarse boca abajo. Despacio, se arrastró hasta la mesa y se agarró a los bordes. Usándolos de apoyo, logró ponerse en pie.
Poco a poco recuperó la lucidez y con ella acudieron los recuerdos uno tras otro. Deseaba creer que había sido una pesadilla, pero sabía que era cierto. Por muchas vueltas que le diera, la verdad era solo una: Snezana y ese vampiro la habían engañado.
¿Cómo había podido ser tan necia? ¿Tan ingenua? ¿Aprendería algún día a no fiarse de desconocidos?
Todo estaba a oscuras en el interior de la torreta y era imposible saber cuánto tiempo había pasado. Tal vez sus atacantes ya hubieran escapado, aún así decidió enfrentarlos si los encontraba.
La cabeza ya no le dolía, pero aún se sentía algo debilitada por la pérdida de sangre y la sed. Podría enfrentarse a Snezana con las manos desnudas, pero no a otro vampiro.
Miró a su alrededor en busca de un arma, mas solo encontró los extraños utensilios de William. Lo único que podría usar era un atizador terminado en punta. Lo tomó entre los dedos, poco convencida: necesitaba algo mejor.
Entonces sus ojos se posaron en el frasco lleno de resina de mirlakrim. Sabía por experiencia que ningún vampiro soportaría su tacto ardiente.
Rasgó un trozo de su vestido y lo hundió en el tarro. Tras embadurnarlo en resina, lo usó para untarla en toda la extensión del atizador excepto el mango. Si ese maldito vampiro seguía en Isley y la atacaba, podría defenderse con eso.
Bajó de la torreta en guardia, pero no había nadie; tampoco en los pasillos colindantes. Descendió varios pisos, preocupada ahora por lo que sería de ella si William regresaba y descubría que había liberado al vampiro. Seguía creyendo que era horrible la tortura a la que lo sometió, pero empezaba a pensar que había tenido sus motivos para encerrarlo.
Se distrajo al escuchar las ventanas vibrar bajo el viento. Al otro lado era de noche por lo que calculó que solo había permanecido inconsciente unas horas.
Inconsciente no. Muerta.
El cerrojo cedió bajo el inclemente vendaval y la ventana se abrió de par en par. El frío la golpeó y Wendy corrió para cerrar. Entonces los gritos alcanzaron sus oídos.
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Los eternos malditos ✔️ [El canto de la calavera 1]
Fantasy¡YA EN FISICO! Tras escapar de las garras de su señor, Wendy solo piensa en vengarse. Al borde de la muerte, acepta la oferta de un vampiro a cambio de su alma. ...