Presionó el botón y ya estaba hecho. Ahora él, y el mundo, tendrían acceso a todas sus locas fantasías absurdas sobre el profundo amor verdadero. Un amor que ella comenzaba a sentir, tranquilo, asentándose calmado entre ellos, como si siempre hubiese estado allí. Como si las peleas no existieran, como si las discusiones y los malos entendidos hubieran sido sólo un mal sueño. Como si su viaje al borde del abismo del cual él y sólo él la rescató no hubiera pasado nunca.
Sonrió, pensando en la reacción que tendría. Y antes de saber su reacción, le diría esas cinco palabras. Y sabía que aunque no pudiera darle nada más que simples palabras... Él sabría apreciarlas. Siempre lo hacía.
¿Por qué?
A veces se preguntaba por qué tenía que ser todo tan complicado. No entre ellos, sino ella misma. Se preguntaba por qué él soportaba cada recaída, cada arrebato, cada uno de sus aislamientos, y mientras más se lo preguntaba, menos tenía una respuesta.
Él siempre fue muy bueno con ella. Cada día lo era. La mantenía segura de sí misma, de su afecto. La mantenía alejada de sus demonios y monstruos, apartaba con palabras llenas de amor sus preocupaciones, incluso cuando ella no cooperaba en ello.
"¿Por qué?" Se lo preguntaba constantemente. A veces se lo preguntaba a él, desde que habían vuelto a intentarlo. Y él era sencillo en su respuesta. "Porque te quiero". Y ella no podía hacer más que decirle que también lo quería, pero muchas veces sentía que las palabras nunca serían suficientes para poder describir lo mucho que sentía hacia él.
Amor. Cariño. Gratitud. Gozo. Pasión.
Cada uno de los sentimientos profundamente arraigados dentro de su corazón, tan infinitos. Porque a medida que él reconstruía esa máquina que al compás que se movía hacía ruido, más grandes eran sus sentimientos por él. Las palabras se hacían tan grandes, tan infinitas y a la vez tan insuficientes debido a lo que la hacía sentir. Y por mucho tiempo más, probablemente toda su vida, se preguntaría lo mismo.
"¿Por qué me elegiste?"
A veces esa pregunta la atormentaba hasta no poder dejarla dormir. Otras veces pensaba en ello y simplemente no le importaba. Porque la había elegido a ella. Porque la quería a ella. Porque estaban juntos en el mismo bando. Porque lo amaba con locura y por eso escribía. Por eso respiraba. Por eso su corazón latía. Por eso se levantaba cada mañana a pesar de que había días y noches en los que solo quería darse por vencida.
Porque él le había devuelto el aliento, las ganas, la pasión.
Porque él le devolvió su corazón.
Y por eso, ella le estaría eternamente agradecida. Y cada año le escribiría para decirle esas palabras. Para desearle lo mejor.
Para decirle lo que sentía... Aunque las palabras siempre parecieran ser insuficientes.
