Dos

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Habían llegado a su hotel, Hanzel aún no cabía en asombro de que tan fácil había sido

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Habían llegado a su hotel, Hanzel aún no cabía en asombro de que tan fácil había sido. Su emoción opacaba todo pero aún debía comenzar a explicar cada aspecto, la mujer a su lado esperaba con ansias ese momento. La firma sellaría todas y cada una de sus dudas, eso o él lo haría.

Bajaron del auto sin cruzar ninguna palabra, personas tomaron las llaves sin preguntar mientras ellos caminaban en dirección al ascensor. De inmediato la música característica del elevador inundó todo al tiempo que ellos intentaban no sentir la incomodidad del espacio reducido. En segundos las puertas se abrieron y ambos salieron agradeciendo eso, el pasillo no era como Amanda pensaba. Todo el piso era suyo y eso le asustó. Sus esperanzas de huir o gritar si algo malo ocurría se desvanecieron con sus dudas sobre el dinero. No entendía quien en su sano juicio compraría una persona sin tener seguridad sobre ella, pero allí estaba ella. Parada a mitad de lo que parecía una sala de estar, con los mismos tacones desgastados y maquillaje barato de hace varios años. En la situación en donde ese sujeto la había orillado por culpa del dinero.

El desconocido se movía de forma agraciada, cabello castaño oscuro que se encontraba peinado hacia atrás, ojos oscuros como la noche y rasgos masculinos, afilados como sólo él parecía portar muy bien. La miró y ella se encogió, sentía la presión en todo por lo que sólo tomó asiento y dejó que su cabello cayera como cascada encerrando sus reacciones del guapo hombre. Los nervios se precipitaron en sus extremidades mientras esperaba alguna palabra de su comprador.

Había sido rebajada a carne y eso la tenía pensado a montones.
Prefería que nadie se enterara de ello o todo lo que había hecho para alzar su persona se vendría abajo. Su madre y hermano nunca se lo perdonarían y volvería a ser la deshonra de la familia.

Se encontraba pensando, Hanzel tenía la intención de no decir nada pero el cambio de personalidad le atrajo más de lo que quería admitir. En ese momento sentía las dudas de su cuerpo cuando a no más de unas horas atrás eso se parecía a la excitación y sensualidad de aquella extraña presentación. Podía ver a través de sus sentimientos sin tener que mirarla a los ojos.

Amanda White había resultado demasiado atrayente después de todo.

El plan seguía rondando en la cabeza de Hanzel, tenía que terminar lo teórico y continuar con lo práctico. Ese mismo día la probaría y se probaría que ella era la elegida para todo lo que había ansiado y dejado desde hace varios meses antes. Tomó el vaso entre los dedos pulgar e  índice mientras comenzaba a caminar seriamente sintiendo cada uno de sus pensamientos y preguntas. Tenía el poder en ese preciso instante y quería averiguar hasta que punto ella encontraría la grieta para tomarlo.

—Necesito que te levantes, Amanda.

Tembló un poco y él se percató, dejó que ella obedeciera y le cediera el mando. Segundos tardó pero lo hizo, su delgado y curveado cuerpo le regalaba la vista perfecta de sus atributos aún cubiertos por la débil capa que suponía llamaba abrigo.

—Antes de todo, necesito que te quites esa porquería y la dejes en el piso. Nada de lo que tengas puesto seguirá siendo tuyo. Yo te vestiré y calzaré, porque a partir de hoy. Eres mía.

Sentía confusión precipitándose con muchas preguntas, Hanzel sonrío al segundo en que las sintió y agradecido por sus dones innatos volvió a ordenar.

—Únicamente puedes hablar cuando te dé permiso.

Su ceño se frunció y la curiosidad amenazó con aparecer.

—No soy tu esclava, si no mal recuerdo yo acepté sin que me obligaras por lo que creo tener derecho a hablar cuando se me dé la gana. Acepto lo de la ropa porque es justo pero no me trates como una más de tus sirvientas.

Allí estaba, la linda y sensual mujer que logró cautivar su mente con palabras y acciones mordaces. Aún podía sacarla a flote.

—¿Alguna otra cosa, Amanda?

Antes de responder se deshizo del pedazo de tela roto y un lindo corsé le dio la bienvenida a las perversiones de Hanzel que brotaban como flores en primavera ante el toque cercano del sol. Sus deseos más oscuros salieron a la luz y los dejó salir.

—Creo que tengo derecho a poder llamar a quien quiera, a las cosas básicas, poder seguir en mi trabajo nocturno... y a saber tu nombre. ¿No crees que es injusto que tú sepas el mío y yo no te pueda llamar por ninguno?

De nueva cuenta acertaba, bebió un poco del contenido de su vaso y sonrió divertido. Sin embargo, no quería darle su nombre. Nunca más cometería ese error de nuevo, eso solamente era para las personas que habían entrado a su estrecho círculo familiar. Debía inventar algo que fuera suyo pero que no tuviera tanto poder como para cometer otra estupidez.

Mantenía su cuerpo erguido a pesar del nerviosismo insistente. Amanda quería gritar pero se contuvo o quizás él se retractaría de la oferta que le había ofrecido hacia no más de dos horas y buscaría a otra mujer dispuesta a otras cosas que la castaña consideraba bajas para una mujer normal con una moral bien puesta.

—Puedes llamarme Hanzel Black, lo demás obviamente lo tendrás pero ahora deseo verte solamente en medias.

Su voz era suficiente para que su ropa interior se hallara húmeda para el momento en que pronunció la última palabra. Sus mejillas se encendieron ante la presión insistente entre sus piernas y procedió a dejar caer todo lo que vestía en ese momento. El corsé de colores rojo y negro fue el primero en tocar el suelo de mármol blanco, parpadeó ante la piel descubierta que estaba ante la mirada inquisitiva de Hanz. Sintió la excitación llegar a sus pechos que aún se encontraban cubiertos por esa delicada tela que las chicas llamaban: “estrategia para resaltar sus pechos”. Agradeció internamente a sus compañeras de baile por ese consejo que creyó tonto. El hombre que parecía ser millonario y muy guapo para Amanda caminó frente a ella, la miró y lamió sus labios antes de morder su labio inferior.

Tuvo que pensar en cosas fuera de esos actos para no atacar su boca en busca de un beso, sin embargo, sus intentos durarían poco en cuanto Hanz habló.

—Necesitarás otro pasatiempo, eres mía y nadie podrá verte como hoy. No quiero que otros deseen lo que es mío.

Su posesión encendió la mecha de Amanda, quién luego de eso tomó las riendas justo como lo deseaba de manera secreta Hanzel.

Sus manos fueron hacia la camisa de él, mientras sus labios pasaban de forma salvaje en su cuello. El moreno gruñó en respuesta y antes de que ella pudiera darse cuenta ambos se encontraban en el sillón intentando tener un poco de placer a costa del otro.

—Yo soy tuya pero deseo que seas sólo mío —. Gruñó Amanda antes de gemir.

—Lo soy. Soy tuyo.


Siendo no suficiente el tacto superficial ambos se condujeron a aquél lugar que sólo los amantes y esposos conocen. Ese que llegó a conectarlos de manera peligrosa y prohibida sin ellos lograr entenderlo.
Bebieron del cuerpo del otro y quedaron satisfechos hasta que no quedaba más fuerza en sus cuerpos.

Sólo que no era momento de un punto final, sino, que era lugar para un punto y aparte que ninguno de ellos se percató. Pero que los uniría de formas inimaginables aún por el hombre.

Ahora era su turno para mantenerla o quebrarla completamente de tajo.

Verdades EnvueltasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora