Uno

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Su cabello adquiría un tono morado por la luz, sus caderas se movían de acuerdo con la música

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Su cabello adquiría un tono morado por la luz, sus caderas se movían de acuerdo con la música. Sensualmente bajó por las escaleras y tomó asiento en las piernas de un hombre bien vestido que le miraba embobado por el cuerpo que tenía en el regazo. Las demás chicas la acompañaban bailando con los demás clientes del lugar, quienes se encontraban agregando billetes a la ropa que aún tenían las mujeres. Eran dioses en ese pequeño lugar y ellas amaban ser sus esclavas.

Él la miraba desde lejos, aún cuando no entendía su forma de desenvolverse con los hombres. Bebía de su vaso de cristal hipnotizado por los movimientos de la desconocida que seguían en aquel hombre de cabello negro. Pidió otro trago sin hacerle caso a la mesera que estaba vestida con un elegante conjunto de lencería y medias con liguero. La música llegaba a su fin y tenía que verla de nuevo, le era tan necesario como respirar.

No volvería a tener a otra mujer para algo que no fuera la simple acción de tirarla en una mesa y adentrarse profundamente.

Sus ojos nunca se separaron de la mujer mientras caminaba y entraba en el área del dueño del lugar. Tenía que poder tenerla entre sus manos, quería que fuera ella y no otra.

La canción terminó, recibió un beso del guapo hombre y le devolvió el gesto con una sonrisa. Amanda White se volvía en compañía de sus chicas para cambiarse y tomar una copa. Se sentía una diosa entre mortales. Una mujer de piel aceitunada entró antes que ella al camerino que poseían todas, la sonrisa ancha le dijo que algo bueno venía.

Y afortunadamente así era.

¡No puedo creer que tu coreografía funcionó! Acabas de hacer que Frank esté a gusto. Eres un ángel caído del cielo, Amy.

Una ola de calor llenó el cuerpo de Amanda, lo que había dicho aquella mujer era verdad y le provocaba vergüenza. Aún así se sentía completamente feliz del resultado de aquél experimento.

No fue nada, sólo aporté algo que probablemente no funcionaria.

¡Lo hizo de forma genial! –gritaron todas en un coro sin ensayo.

La euforia las llevó a abrazar a la mujer de cabello castaño segundos antes que uno de los hombres de seguridad entrara y las sorprendiera en un minuto de intimidad. Amanda observó que Chris la miraba de forma diferente, sus gestos indicaban que quería hablar a solas. Sintió miedo de todo lo que probablemente pasaría pero le hizo caso. Con palabras de disculpa se separó de sus compañeras y le siguió de forma obediente mientras sus pensamientos se precipitaban a sacar conclusiones.

El fuerte aroma de su acompañante le llenó las fosas nasales, algo como el whiskey barato y cigarrillos hicieron que Amanda quisiera no poder respirar. En vez de eso decidió hablar en el transcurso de camino a la oficina -improvisada- de su jefe y dueño del club privado de caballeros.

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