Ellionor Andreotti era más que una mutante renegada, una ladrona o una asesina. Ella era una persona capas de ver las cosas con diferente perfectiva, con ángulos abstractos y nada normales. Estaba loca, uh sí, completa y totalmente desquiciada.
Y ah...
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"Lo quehayesdesesperación „
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Era el colmo. Sin ser exagerada, era realmente el colmo y hasta un insulto que no le hayan dejado morir solo para encerrarla en la muy nombrada caja que prometieron. Estos sujetos eran increíblemente nefastos. No, no se trataba de una caja de zapatos, como el idiota de Stark le había sugerido una cantidad fastidiosa de veces, aquella caja no era más que de cristal traslucido, pequeña como para solo caminar en círculos y estirarse sobre el suelo. Era pequeña y dolorosamente irrompible, sus nudillos comprobaron eso.
El grupo de vengadores la había encerrado ahí luego de salvarla de una dramática hemorragia, y después, como auténticos antipáticos sufridos por su casi escape, se fueron a preparar su fiesta como sino tuvieran a una criminal lista para matarlos metida en un cubo de cristal anexo a la sala de reuniones en su reluciente Torre llena de mantenidos. Y por los minuciosos acabados de aquella celda elegante que no parecían hechos de un día para el otro, Ellionor supo que aquella habitación la habían preparado mucho antes de su llegada. ¿Cómo precaución a qué? Pues a ella. No habían cometido el terror de confiarse. Les daría una ovación de pie si no tuviera tantas ganas de ahorcarlos por orden de fondos bancarios, para así empezar con Stark.
Desde donde estaba podía escuchar el suave compás de la música de su dichosa fiesta de celebración. A la que no podía asomar ni la nariz aunque estuvieran así de felices gracias a su intervención divina, porque gracias a ella habían puesto ambos pies en Sokovia. ¿Y qué obtenía a cambio? Tres tiros y un solo gracias que vino del Capitán -Bombonaso, sexy, ardinte y comible-Rogers. El cual escucho de simple casualidad mientras trataba de no lanzarse a su cara como una fangirl.
Los vengadores no eran tan tontos como creía ya que superaban la barrera de lo tonto y abrazaban la de lo estúpidos. Los estaba detestando en esas diez horas que llevaba allí, insultándolos en francés con los mejores palabrotas que se le ocurría.
—Veo, veo, con mi ojito virtud, una cosa blanca.
Ellionor alzo las cejas y miro a su alrededor escaneando el lugar con atención. Todo allí era de color blanco. Se lleno de indignación.
—¡Eres el peor ascensor parlante que existe!
—Puede llamarme JARVIS, señorita Andreotti.
—Puedo llamarte tramposo, voz sexy de pacotilla. ¿Por qué te sigo aguantando? —hizo un además molesto como si lo tuviera delante de ella.
