Capítulo 11. Farnok, el demonio del volcán.

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Decidí trabajar por unas cuantas semanas en un bar como mesera, no era mi actividad favorita, pero si debía hacerlo solo para saber la verdad de todo, tenía que hacerlo. Por suerte las semanas pasaban rápidas y los clientes eran buenos conmigo...hasta que llegó uno y me arruinó el día; un hombre mayor, llevaba un saco largo por las rodillas negro, gafas y un gorro que nunca se sacó. Lo miraba desde la barra, tenía mala espina, no me gustaba cómo había cambiado el ambiente cuando él entró. Hasta mi propio jefe me lo había dicho. 

- Señor -me acerqué al hombre extraño-, ¿desea algo? 

- Cerca de tu campamento, hay un gran árbol naranja. Entre sus hojas naranjas se pueden distinguir una piedra en especial...

- ¿Qué? -Lo miré confundida.

- Cada veinte años hace crecer piedras del color de la lava, es pequeña pero es la única forma que tendrás de ir hacia Mauna Loa.

- ¿Quién es usted? -Me alejé aterrada por lo que había dicho.

- Lo que debes hacer una vez que tienes la piedra en tus manos, es decir una oración: Piedra de lava, llévame hacia el Rey de los demonios. Piedra de lava, llévame hacia el camino de la verdad. Obviamente, debe ser en griego.

- Expliqueme quién es usted -fruncí en ceño.

- Tan solo soy un hombre que vino ayudarte, niña...

Levantó el rostro haciendo que por fin pueda verlo; sus ojos eran rojos y en ellos se podían ver llamas. Sonrió y sin que pueda reaccionar, desapareció del lugar. Cuando vi que la mesa se encontraba intacta sin una miga de pan, pregunté a mi jefe si hubo una persona en aquella mesa...Nunca lo hubo....Aquellas palabras me hicieron temblar, mis ojos quedaron clavados en la silla, donde antes yacía un hombre extraño y desconocido para las personas del alrededor. 

Ni bien terminó mi hora, salí corriendo hacia el campamento. Pero lo primero que hice fue dirigirme hasta el árbol que me había informado aquel hombre. Caminé, caminé, caminé por horas. Nunca aparecía el árbol, hasta que lo vi. Éste era gigante cada hoja hacía que se convierte en una sola. Nunca antes lo había visto.

Contemplé cada hoja de él. Eran tan suaves como el terciopelo. Entre ellas pude observar una piedra pequeña que brillaba más que el sol. La saqué con cuidado del árbol y en el momento perdió el brillo, creí que la había hecho perder su poder. Pero no fue así. Seguía brillando, al ritmo de mi corazón. 

No sé cuántos minutos me habré quedado mirándola, pero sé que fue lo bastante como para que se haga de noche en un abrir y cerrar de ojos

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No sé cuántos minutos me habré quedado mirándola, pero sé que fue lo bastante como para que se haga de noche en un abrir y cerrar de ojos. La guardé con cuidado dentro de mi bolso y caminé hasta el campamento. Todos se encontraban comiendo y cuando me vieron llegar, sus miradas se clavaron en mí. Percy y Annabeth se me acercaron sin ningún gesto en sus ojos, ambos me agarraron de cada brazo y caminamos hasta estar lejos de los demás. 

El demonio del fin del mundo. (Percy Jackson y tú). [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora