Sonrojo.

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De manera preciosa su cuerpo era adornado por las mantas color nieve, y últimamente, estaba cansándose de ese color tan puro y casto que únicamente percibía. Le recordaba a que cada vez, el tiempo se le consumía como si de una vela se tratase, y algún día, simplemente, la vela terminaría en humo, llevándose consigo su delicada vida.

No quería morir, sin embargo.

Tenía mucho por lo que vivir, y con mucho, se refería a Kim MinSeok y su deslumbrante existencia.
Amaba a ese chico con todo su corazón, pero se sentía culpable de no poder darle lo que necesitaba, porque, justo después de conocerlo, su estado de salud empeoró y de nuevo, como algo común y ya banal, la prisión en la que  vivía lo acogió cruelmente.

No importaba nada, con tal de ver al final del día la entrada de su sol al cuarto, ese chico que le alumbraba todo, que le calentaba el corazón y hacía que su ritmo cardiaco aumentase. El dolor mágicamente desaparecía, solo porque la dulce sonrisa de su ángel era más preciada que la mejor anestesia.

Una obra de arte, eso percibían sus insípidos ojos al verlo entrar elegantemente, junto con un ramo de flores de color rojo vivo, que hacía contraste con la blancura fantasmal del cuarto.

Así era MinSeok, capaz de ponerle fin a su monotonía con un simple gesto, su habilidad especial era ni más ni menos que ser amado por LuHan, y, aunque LuHan no lo sabía, ser correspondido.
En sus pequeñas manos traía una bolsa de plástico cuyo contenido desprendía un olor apetecible a comida recién hecha. Han juraba que hasta ahora, no tenía hambre, pero todo cambio al ser premiado con tal esencia deliciosa. No sabía muy bien si hablaba del aroma de MinSeok o de la comida, sin embargo.

—LuHan. — Sonreía, mostrando sus bonitas encías. Hoy MinSeok se veía especialmente bien, y pese a no tener nada de especial, LuHan lo miraba y se preguntaba, por que cada día veía a ese chico más y más guapo. — Lo siento por llegar tarde, Han. El atasco que hay es terrible. KyungSoo casi me mata por tener que desviarnos a estas horas… — Se aceró, dejando la bolsa en el suelo y quedando con una mano libre, se encargó de sacar el ramo de flores del día pasado y sustituirlo por las bellas rosas rojas de la noche de hoy.
No es que las tirase, sino que simplemente las iba alejando a la mesa más grande, donde yacían en paz las otras 12 jarras, de los 12 días que Han había vivido en este hogar de muertos vivientes.
—Descuida. Me alegra que vinieras. — Los ojos del ciervo brillaban mágicamente y su pálido rostro, parecía más  vivaz, adornado de una pequeña muequita de satisfacción. — ¿Cómo fue tu día?

¿No era eso lo que siempre le preguntaba? Y amaba que como ahora, MinSeok se sentase a su lado y juntos comenzasen una sencilla conversación, apreciando la compañía del uno al otro mientras compartían la cena.

Kim MinSeok trabajaba en un restaurante, y Do KyungSoo era el Chef. Eso fue lo que LuHan supuso tras 12 noches junto al hermoso chico de sonrisa dulce como la miel, y no tan lejos de la realidad, MinSeok era el dueño de un pequeño restaurante en la ciudad, que recién hacía 9 meses había abierto.

Entre banales conversaciones y coqueteos disimulados, Seok con las mejillas teñidas de un bonito rosa, y el corazón acelerado, accedió ante la petición del ciervo y, siendo especialmente cuidadoso, con un trocito de pan de banana, dirigió su mano hacia la boca de su lindo ángel, quien gustoso aceptó ser alimentado por MinSeok.
—Delicioso. KyungSoo cocina muy bien. Me gustaría algún día agradecerle. — Han sonrió, llevando su fría mano al muslo de Min, quién después del vergonzoso y dulce acto se había mantenido quieto y tenso, únicamente mordisqueándolo su labio carnoso, dispuesto a romperlo con tal de tranquilizarse.

Acarició suavemente, notando como el bonito ángel se tensaba incluso más y, tiernamente, con torpeza cogía aire y lo mantenía en sus pulmones por el constante tacto de Han.

Lo que Han sentía en ese momento era mariposas, descargas eléctricas que poco a poco le fueron calentando la mano, y, como si alguien hubiese subido la intensidad de esa energía, se sobresaltó al sentir la cálida piel de Seok encima de la suya, en un precioso gesto.
Jamás pensó que unir su mano con alguien y entrelazar sus dedos con él fuese tan placentero, pero tonto de él, tuvo que suponerlo di se trataba de Kim MinSeok, su dulce y hermoso niño, que ahora, en vez de correr, lo acompañaba en sus solitarias noches.

—Sabes… — MinSeok cogió valor, sin dejar de sostener la mano de su querido ciervo, con miedo a perderlo. — En dos días, cuando te den en alta, me gustaría salir a dar una vuelta contigo, Han. — Dijo lo ultimo especialmente rápido por la vergüenza, pero la seguridad le inundó el pecho al percatarse de como Lu teñía su rostro de rosa, y con los ojos bien abiertos, lo apretaba de la mano, incrédulo. — Solo si quieres. — Le sonrió.

—Quiero. — LuHan fue inmediato. Iba a ser fiel a su corazón, y siendo su corazón uno con dueño, no pudo rechazar esa petición tan preciada, no quería, y no tenía por qué. — Quiero… Estoy impaciente.

No se separaron las manos hasta que no llegó el maldito enfermero, quién sin malas intenciones, pero obligado por el trabajo, avisó a MinSeok de que en 5 minutos el hospital cerraba, como los anteriores 12 días.
Las despedidas para ambos siempre fueron algo duro. Seok sentía que dejaba su corazón y alma en esa habitación justo al lado de LuHan, y simplemente vivía en modo automático su vida, para volver a sentir la magia de estar vivo solo con su llegada al lado de Han. Han, él lloraba después de que Seok se fuera, como un acto involuntario, porque sentía que le arrancaban la felicidad, le privaban de su amor.
Pero como todos los días, siendo este uno más especial debido a cierta promesa, MinSeok se inclinó por primera vez a Lu, sonrojandolo, avergonzándolo, acelerando su débil corazón, y como una bendición dulce, pegaba sus labios a la frente de Han, para después separarse e incorporarse avergonzado.
La primera vez que sus labios tocaban algo de LuHan, y dios, deseaba que no fuese la ultima, pues los sentimientos eran mutuos, y la clara evidencia estaba en la reacción del lindo ciervo, que avergonzado, había escondido la mitad de su cara bajo las mantas, apretando fuertemente los ojos.
Seok, declarándose culpable de amar a LuHan, acelerado por tal reacción y tanta ternura, se prometió que en dos  días, la sacaría más sonrojos a ese bonito ciervo, se prometió que aprovecharía la vida a su lado.

La partida de MinSeok para Han significó llanto y mejillas rojas.

Últimamente LuHan no sabía lo que era llorar de tristeza, y hoy, el cuarto no se veía tan blanco, pues unas rosas rojas lo adornaban, junto con un Han sonrojado y somnoliento.


Notas:

Esto mágicamente ya es un fic y no un threeshot. 🌈

Gracias por votar en el anterior, creo que actualizaré un día un día no, dependiendo del apoyo que reciba.

Muchas gracias 💕💞

Muchas gracias 💕💞

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Dulce como la miel. [XiuHan Finalizado ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora