Había empezado algo, algo que no era amistad; era algo más fuerte que eso, algo que tan solo acababa de nacer. Algo que, de ahora en adelnte, no dejaría de crecer.
Un sentimiento mútuo entre los dos que crecía cada vez que nos veíamos, cada tarde paseando por mi pueblo era más bonita; las conversaciones eran menos nerviosas y con más ganas; los besos y carícias empezaban a tener más sentido de amor que de cariño.
Paseos, tardes en bancos, meriendas con sabor a buen café.
Todo iba rápido pero era muy fácil, sin miedos.