Una noche juntos en una cabaña en un árbol, no era un sueño, fue real, toda para nosotros. Fue la noche más romántica que había vivido hasta el momento, sin electricidad, sin agua corriente, solo con velas y el bosque alrededor. Cenar junto a las velas, dormir sin ruidos, despertarse con la luz del sol. Un día precioso que no olvidaríamos jamás. Comprobamos que no necesitabamos mucho más que el uno al otro para ser felices.