El cuerpo del chico era ligero.
Tan ligero casi como una pluma.
Y lo sabía porque justo en ese momento lo llevaba en brazos mientras subía los peldaños del autobús.
Por un momento pensé que su cuerpo perecía al de una chica: caliente, suave, ligero y perfecto para mis brazos; sin embargo, cuando me topé con sus ojos chocolate y observe su rostro duro y con sombras de barba, sentí que esos pensamientos estaban por mucho, muy fuera de lugar.
-¿Donde ...?-Pregunté, pero antes de que pudiera terminar de formular, el señaló el primer asiento de la fila del lado de la puerta.
-Por favor.- Agregó cuando me inclinaba. En un movimiento fluido lo dejé sobre el asiento, y en mis brazos un vacío incómodo se hizo presente. De la misma forma, el olor a ropa limpia y vanilla dejó de flotar hasta mi nariz cuando di la vuelta y bajé para tomar la silla de ruedas y el cobertor.
Después de unos minutos de recibir instrucciones sobre como plegar la silla, emprendí el camino hacia la terminal mientras conversaba con el chico.
Hablamos como si nos conociéramos desde hacía mucho tiempo y me sentí relajado de una forma que hasta el momento no había sentido. Era centrado, claro y directo con sus opiniones y sobre todo, no hacia juicios apresurados acerca de temas sociales. En conclusión era una persona con la que fácilmente se podía hablar y hacia de esas charlas un momento ameno.
Luego de llegar a la terminal y ocupar algo de tiempo para cerrar mi turno, le pregunté a donde quería ir. Él me indicó la dirección de un bloque de apartamentos que se encontraba algo lejos de donde le había recogido inicialmente, pero que afortunadamente me quedaba de camino a casa.
Aunque tampoco es que fuera desafortunado que su casa hubiera quedara al otro lado de la ciudad, claro.-¿Puedo preguntar... - me atreví a decir muy cerca de llegar al destino que me había indicado.- si lo que ocurrió hoy con el transporte es la primera vez que sucede?
A través del retrovisor, vi como apretó los labios hasta formar una línea muy delgada.
- Ya ha pasado.
-Y ¿has reportado a los conductores?
-No me atrevo. No puedo hacerlo.
-Pero... ¿sabes que es su trabajo? Ellos deben prestar un servicio, no deben negartelo.
-Lo sé... - Se removió incómodo. Quería saber que más había detrás de sus palabras, pero lo dejé pasar. Manejé unos cuantos minutos en silencio, observándolo de tanto en tanto por el retrovisor. Él miraba a través de las ventanas, pero parecía más absorto en sus pensamientos que en lo que veía.
-¿Es la primera vez que esperas por tanto tiempo? - Solté. La pregunta había estado rondando mi cabeza.
-No había estado hasta tan tarde, pero si, ya había esperado algo de tiempo.
- ¿Cada cuando sucede?
Sus mejillas se tornaron rojas.
- Casi...todos los días.Esta vez fui yo el que apretó los labios. Mis padres me habían enseñado a ayudar a los demás siempre que pudiera hacerlo y muchas veces; ver y saber que otras personas preferían desentenderse e incluso ignorar, me causaba enfado y molestia.
- Pero no te preocupes. Es normal - Sonrió. Pasé por alto su tuteo cuando reaccioné a lo que acababa de decir.¿Normal, acaso estaba resignado a ser tratado a si?
- ¿Todos los días esperas en la misma estación desde las 3 de la tarde? - no podía evitarlo, las preguntas salían solas y una idea rondaba mi mente...
El asintió.
-Entonces pasaré por ti. Todos los días.El volvió a hacer eso que hacía que su rostro pareciera el de un pez: sus ojos estaba ampliamente abiertos, su boca abría y cerraba como si quisiera decir algo, pero esta vez, sus mejillas estaban rojas y aquella reacción terminó en una amplia sonrisa.
Era adorable.
Giré el volante y estacioné el bus. Apagué el motor y me levanté para tomar la silla de ruedas. Luego de dejarla lista para su uso, fui hasta donde el chico y lo tomé nuevamente en brazos; descendí del bus con lentitud, temeroso de causarle algún daño y una vez abajo lo dejé sobre la silla. Sus brazos se zafaron de mi cuello y cuando mientras me erguía, sus manos recorrieron mis brazos hasta llegar a mis manos.
-¿Qué puedo hacer para agradecerte?
-Nada. Estamos bien. - Apenado por su mirada fija, me llevé una mano a la nuca y la masajee nerviosamente. Y justo en ese momento recordé que no sabía quien era. Habíamos hablado tanto e incluso le había prometido llevarle mañana, pero no conocía su nombre aún.
-¿Cuál es tu nombre?
Él sonrió de una forma que me pareció linda e infantil, pues sus mejillas se inflaron y un pequeño hoyuelo se dibujó en cada protuberancia mientras lo hacía.
-Mi nombre es DongHae.DongHae Lee.
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Can You Help Me?
Fanfic"La cura para el dolor siempre estará en el lugar menos esperado"