Verdades y Miedos

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Para SoulTree. Gracias por tu último mensaje. Lamento quedar siempre mal, pero la realidad siempre parece cobrar factura del tiempo que paso imaginando.

Espero que te guste este capítulo.

Verdades

Una semana es un breve lapso de tiempo; no obstante, esta afirmación suele ser relativa si se piensa que durante ese -corto- periodo muchas cosas pueden suceder, aprenderse o descubrir. En teoría, una semana es un lapso que aunque representa solo una pequeña franja en todo el tiempo del universo, para nosotros representa un periodo considerable lleno de un sinfín de situaciones y emociones pueden llegar a  cambiar toda una vida.

O varias.

Y  una semana había pasado desde que DongHae llegó a mi casa.

Decir que mi vida había cambiado completamente en una semana era exagerado, no obstante, a raíz de las nuevas experiencias a las que me había sometido, la forma en la que veía todo a mi alrededor había cambiado... ligeramente.

O quizá demasiado.

Durante mucho tiempo me consideré un tipo normal que deseaba las cosas "normales" como las que toda la gente "normal" desea; crecí anhelando tener un trabajo, un hogar, un coche, un perro, una novia/esposa y una hermosa famillia.

Ahora, a mis casi treinta años y con DongHae tan cerca, todo eso parecía haber quedado en el pasado. Mentalmente, me encontraba parado al borde de un risco donde miles de sentimientos desconocidos me empujaban hacia adelante para hacerme caer al precipicio de algo que jamás había conocido.

Pensar en dejarme caer en ese precipicio me provocaba una sensación vertiginosa y excitante que quería experimentar sin importar el daño o el sufrimiento que viniera después.

Era arriesgado, pero igual quería arriesgarme a sentir...

Quería a DongHae.

Mi sonrisa se expandió aun más y tontamente me imaginé que llegaba de oreja a oreja como en las caricaturas. Afortunadamente iba en camino a la terminal para finalizar con mi turno, así que no había miradas de pasajeros enfurruñados taladrándome por ser momentáneamente feliz.

Porque sí, era feliz.

Pronto llegué a la terminal y arreglé los últimos asuntos del día permitiéndome estar listo para ir a casa. Todo estaba oscuro en el camino al ser más de las once, incluso una vez que conduje cerca del vecindario. Tanta oscuridad me incomodaba. Aparqué y bajé del bus una vez hube llegado a casa y la sensación de incomodidad y miedo aumentó cuando noté que incluso ésta estaba a sumida en la negrura. Intenté abrir la puerta pero a causa del nerviosismo fallé como entré, un gemido lastimero llegó hasta mí.

Dios... ¡DongHae!

Los segundos parecieron extenderse eternamente mientras caminaba en medio de la oscuridad hasta la cocina, el lugar de donde pequeños jadeos y gemidos provenían.

-¿DongHae?

-Aquí.- Escuché el crujido de vidrios seguido de otro gruñido de dolor.

-No te muevas. Ya voy hacia a ti.- Mi corazón comenzó a latir con fuerza por el miedo. ¿Qué había sido ese sonido de vidrios? Inconscientemente comencé a orar pidiendo al hacedor que todo estuviera bien y que no le hubiera pasado nada. Me moví hacía una de las estanterías en donde guardaba algunas velas y algunas cajas con cerillas. Tan pronto como la encendí, me moví con más seguridad hasta que le encontré tirado cerca de la estufa.

La silla de ruedas estaba volcada y había restos de lo que reconocí como un plato y comida desperdigada por todos lados.

-Hyuk...- DongHae me miró desde abajo e hizo amago de levantarse un poco, sin embargo estaba tan cansado que el peso de su cabeza lo impulso a recostarse de nuevo.

-¿Qué pasó? - Pregunté mientras me acercaba.

-Cuidado.- Escuché que dijo cuando me a unos pasos. Los vidrios comenzaron a crujir bajo mis zapatos hasta que finalmente me encontré a su lado. Había pequeños rastros de sangre en sus brazos desnudos, provocados por los vidrios esparcidos en varios lugares. Su ropa también estaba manchada con residuos ya secos de comida. - La luz se fue justo cuando iba a guardar la comida. No sé con que caí. - Estaba nervioso y su mirada esquivaba la mía. Sus palabras y acciones me supieron sospechosas, pero sería mas tarde cuando averiguara lo que en realidad había pasado.

Con cuidado lo tomé de la cabeza y me acerqué más para poder levantar su cuerpo por completo. Su calor corporal me tranquilizó solo un poco, pero eso no disminuía la preocupación, al menos no hasta que le hubiera curado sus heridas, estuviera limpio y recostado a salvo en la cama.

Una vez que lo tuve seguro en mis brazos me impulsé hacia arriba y fui directo a mi habitación.

Comencé a quitarle los zapatos y calcetines. Sentía su mirada fija, pero no me atreví a decir nada que pudiera romper con el momento, que por cierto, no era para nada incómodo. Terminé de ponerlo un poco más cómodo y fui al baño después por una toalla húmeda pero al no encontrar donde verter un poco de agua tibia me dirigí de nuevo a la cocina. Y entonces me di cuenta.

Había huellas -de botas de motero, reconocí- que se dirigían a la puerta del patio trasero. Antes no las había notado a causa de la preocupación que sentía por DongHae, pero ahí estaban. Habían sido provocadas por los restos de comida desperdigados por el suelo.

Alguien había entrado. Alguien había dañado a DongHae.

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