Por su parte, en el club Náutico, un espanto conocido como
“La Coja”, vestida de novia, con el velo tapándole el rostro y caminando con alguna dificultad, se deja ver por las instalaciones en horas de la madrugada, cuando la soledad a veces es la compañera del personal de seguridad y de los mesoneros que buscan salones como refugio para un pequeño descanso.Si, a veces, porque con su presencia ha dejado una huella difícil de borrar.
Allí, cerca de las 3:00 am de un sábado, hace unos cinco años, un vigilante fue a sacar dinero del cajero y sintió como una ola de frío le erizaba la piel, aunado a la mano de una extraña puesta encima de su hombro.
Un pequeño giro bastó para darse cuenta que “La Coja” era real.