Doña Ines del Basto , quien era muy miseriocordiosa , acogió a un negrito " desmirriado y feo que encontró pareciendo de hambre y frio " . Pero el criado no se acercaba a la iglesia ni oraba. Dos cuernos escondía en su cabeza. Doña Inés , que notó las rarezas del muchacho, dijo a un sacerdote que lo rociara con agua bendita. Éste, despavorecido, huyó por la calle que se bautizó como del diablo, más tarde Obispo Lasso.