Cap 5

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Los tres jóvenes esvuxhaban con atención la conversación que se desarrollaba en la sala contigua, cuando la madera comenzó a resquebrajarse bajo sus pies. Antes de que pudiesen salir del armario, el viejo suelo cedió haciendose pedazo con estruendo.

-¡Maldición! -dijo Hans.

-Nos van a descubrir- dijo Nina. Tenía el rostro lívido por el miedo.

Hans entendía el motivo de su temor, había notado la reacción de su novia al escuchar las últimas palabras del comandante Keiler. La familia de Nina era de ascedencia judío que había vivido muchos siglos en España. Sus padres estaban en un largo viaje de negocios por América del Sur, y habían dejado a Nina a cargo de la fimilia de Hans, de la que eran amigos desde hacía muchoaños. Poca gente conocía el origen judío de Nina y debido a cómo se había puesto las cosas últimamente, el padre de Hans había puesto mucho empeño en mantener a salvo el secreto. No, definitivamente no había sido una buena idea traerla con ellos. Hans intentó tranquilizarla, pero por la conversación que les llegaba desde el salon de té, se hizo evidente que no sería así. Iban a por ellos.

-Tenemos que salir de aquí. Por favor, Hans -rogó Nina.

-No podemos, de a esa sala. Pero no te preocupes, hablaré con mi padre y diré que ha sido todo mía -dijo Hans.

Tenía un nudo en el estómago. Du padre se enfurecería, era un buen hombre pero tembién era muy severo y estrito, especialmente en lo que se refería a desobedecerle. Probablemente le impordría un castigo muy duro, pero esperaba dejar a Nina al marge de las represalias. Su padre no querría llamar la atrnción sobre ella ni sobre sus origen. La cara de angustia ne Nina reflejaba que no confiaba mucho en que eso sucediera.

-Yo puedo sacaros de aquí -dijo Niebla, muy serio.

-¿No has escuchado lo que acabo de decir? No hay más salidas.

-He dicho que puedo sacaros, pero no quiero preguntas.

Hahs le mirò, molesto, no entendía por qué Niebla le daba falsas esperanzas a Nina si no tenían ninguna posibiblidad, la única salida estaba bloqueada y pronto irían a buscarles. No iba a hacerle caso con pero algo en la mirada de su amigo le hizo vacilar. Niebla les ordenó que salieran del amario y sacó dos odjetos pequeños y brillantes de su bolsillo. Los sostuvo un momento en sus manos cubriertas con los andrajosos guantes, evaluándolos. Después rebuscó en su chaqueta y sacó una especie de marillo fino, elegante tallado en forma de cruz. Estaba fabricando en madera, con la cabeza de metal oscuro. Niebla le tendió uno a Nina y le ordenó que de lo pusiera. Hans no sabía que era ni qué se refería su amigo con ponérselo pero no tuvo tiempo de preguntárselo. Niebla se abalanzó sobre él levantando el martillo sobre su cabeza.

-Te has vuelto loco ¿Que diablos haces? -dijo Hans.

Niebla no contestó. Un brillo metálico cruzó a toda velocidad el campo visual de Hans y sintió un aguijonazo que le recorrió el cuerpo de arriba a abajo. Gritó de dolor. Escuchó el sonino de cristales rotos y vio un fogonazo de luz roja. El mundo se volvió completamente negro a su alrededor.

******

Los soldados escucharon un grito proveniente de la sala contigua.

-Rápido -ordenó el comandante Keiler.

-Vosotro dos, conmigo -dijo el capitán Ratter señalando a un par de soldados.

Un cristal se rompió al otro lado de la puerta y una luz roja se coló por la rendija. El capitán Ratter secó su arma y entró en la sala seguido de los soldados. La habitación estaba vacía, a excepción de unos estantes repletos de tazas y de un armario antiguo. Un espejo roto colgaba de una de las paredes guardando un precario equilibrio. Es suelo estaba sembrado de pequeño trozos de espejo esparcidos por todas partes.

-Registrad el armario -ordenó el capitán Retter.

-Está vacío, señor -informó un soldado.

El capitán Retter lo examinó por sí mismo. El suelo estaba roto y la madera perforada en el rendija desde la que se veía el salón de té.

-Buscad bien por todo el cuatro, es posible que haya alguna salida oculta -dijo el militar.

Los oficiales nazis entraron en la sala seguidos Rudolf Mayer.

-No hemos encontrado a nadie, comandante. Tampoco hemos localizado puertas ocultas -dijo el capitán Ratter.

-Porque no las hay -dijo Rudolf Mayer.

-¿Y cómo explica lo sucedido?

-No sé qué decirle, pero aquí no hay puertas ocultas, puede usted buscar tantas veces como quiera.

-En estas casas antiguas los sonidos muchas veces engañan -intervino el tenierte Wolf.

El joven oficial se agachó junto al armario y observó una pequeña mancha oscura en el suelo. Tamién había un par de pelos largos y rubios enganchados en el quicio de la puerta. El teniente recogió los cabellos y limpió discretamente la mancha del suelo con su guante. Después se acercó al espejo roto que colgaba de la pared, estudiándolo y repasando el marco de madera con sus manos enguantadas. Había otro rastro de color rojo oscuro en el borde de uno de los cristales, casi imperceptible.

-¿Cree en la existencia de fantasmas, señor Mayer? -preguntó el teniente.

-No más que en la existencia de políticos honrados -contestó Rudolf, con una sonrisa forzada. Aunque seguía seguía desconcertado por lo sucedido, comprobar que su hijo no había tenido nada que ver en aquel asunto le había tranquilizado. No era consciente del hallazgo del militar.

Hubo risas nerviosas y alguna mala cara por parte de los oficiales nazis.

-Se ha hecho muy tatde señores. Ya le hemos robado mucho de su tiempo y de su excelente coñoc a nuestro anfitrión ¿No creen? -dijo el teniente Wolf-. Será mejor que nos vayamos, mañana será un día muy largo.

-Si, será mejor -secudó el comandante Kailer-. Se me está indigestando la comida.

Los hombres abandonaron la sala comentando el extraño incidente recién acontecido. Adam Novak expuso una teoría muy peculiar: una corriente de aire había provocado los ruidos y crujidos, en su casa pasaba muy a menudo. En cuando al espejo, era probable que estuviera defectuoso, se había roto a causa de los cambios de temperatura tan bruscos que estaban teniendo en esa época del año.

Adam Novak estaba muy equivocado.

Niebla Y El Señor De Los Cristales RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora