Cap 24

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—¿Por qué hablas tan raro, Primero? A veces no entiendo las palabras o alguna expresión que usas —se interesó Nina.

Estaban en la terraza de la aguja, contemplando el Reino de los Cristales Rotos desde su cima. El vodka se había acabado hacía rato y Tercero dormía apaciblemente en su cunita, roncando como un cerdo con bronquitis, como si en vez de tres años tuviera cuarenta y tres. Niebla y Kato estaban en el otro extremo de la terraza, hablando en voz baja.

—¡Ah! Eso. Yep... lo has notao... ¿No?... a ver cómo te lo cuento, tía... pedalear toda la eternidad es un coñazo ¿No? Entonces el Señor de los Cristales Rotos nos regaló movidas súper chulas que nos permiten ver mazo de cosas ¿sabes? A mí me va el futuro y eso ¿Ta claro no? —dijo el anciano, sacándole brillo a su medallón de oro.

—No demasiado.

—Deja que yo te lo explique con... con más palabras, Nina —dijo Segundo. Primero refunfuñó y los términos 'el jodío listillo de turno' salieron de su boca, pero Segundo le ignoró y prosiguió con su explicación—. Esas movidas súper chulas son unas bolas de plasma mágico que nos permiten ver lo que ha sucedido en el pasado, lo que está sucediendo en el presente y lo que sucederá en el futuro del mundo de Fuera. Algo así como vuestras televisiones, no sé si vosotros ya las conocéis.

—Si, un primo mío de Berlín tiene una. Es increíble se pueden ver cosas en pequeñito dentro del aparato moviéndose —dijo Hans.

—Cómo os decía, podemos ver las cosas que han pasado y las que pasarán... Yo soy historiador, es mi gran pasión, y me gusta contemplar las cosas buenas y malas que los hombres hicimos en el pasado y aprender de ellas. En cambio Primero, se pasa todo el día enganchado al plasma del futuro, escuchando el lenguaje, más bien la jerga, que emplea la gente de no sé qué año... y después de medio siglo, habla como uno de ellos.

—Del 2015 ¡Peazo carca!

—Dios, qué degeneración del lenguaje. Lo único bueno es que la mitad de las veces no sé si me está diciendo algo bueno o me está ofendiendo.

— ¡Pringao! ¡Tola!

—¿Veis?

La luz azul de la aguja había menguado de intensidad dejando que un manto de estrellas se pudiese ver en el cielo nocturno. Hans podía ver las mismas constelaciones que se veían desde su cuarto en una noche despejada. Era el mismo cielo que el de su Praga.

—Esta ciudad... Niebla dijo antes que era Praga, pero no nuestra Praga... ¿Cómo puede ser eso posible? —preguntó Hans.

—Puede y es. Pero para comprender esa cuestión, joven, debes entender cómo se formó nuestra ciudad, cómo se creó el Reino de los Cristales Rotos.

—Nos encantaría escuchar la historia —dijo Nina.

—Pues ahí va —dijo Segundo mientras se encendía un puro de dimensiones considerables—. Veréis, hace siglos, la gente que poseía algún tipo de poder o habilidad mágica, a lo largo y ancho de toda de Europa, fue perseguida y quemada en la hoguera en nombre de Dios. Eran tiempos difíciles y oscuros, llenos de enfermedad e ignorancia, y cualquiera que resultará sospechoso de algún tipo de comportamiento pagano, era denunciado, condenado y ejecutado por la Santa Inquisición. Brujas, hechiceros, druidas, gatos negros, enanos y seres deformes, gigantes.... Todos eran perseguidos y asesinados por igual. A mitad del siglo XV quedaban muy pocos seres que pudiesen decirse mágicos, apenas un puñado de lo que antes había sido un nutrido grupo. Entonces, surgió la llama que nos mostró el camino en las horas más oscuras. Un joven mago, con un potencial enorme, se reveló contra lo que estaba sucediendo y unió a los seres mágicos, a las ochos familias, bajo un mismo estandarte. Se trataba del Señor de los Cristales Rotos.

Niebla Y El Señor De Los Cristales RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora