Recogiendo pasos

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Estaba muy oscuro y el frio se colaba por entre los pliegues de la túnica de Draco que pesaba el doble al estar totalmente empapada por la lluvia, que aún no había cesado.

No tenía idea de cómo había llegado hasta allí pero estaba convencido de que la razón de aquello era la misma de las ocasiones anteriores: Había sido designado para una nueva misión.

Su víctima permanecía postrada en el suelo, casi completamente cubierta de lodo. El cabello oscuro de la chica estaba totalmente enmarañado y sucio, y su rostro permanecía oculto y apoyado en uno de los brazos que la sostenían. Por la apariencia de su ropa y los rastros de suciedad en las partes descubiertas de su piel, Draco podía suponer que llevaba bastante tiempo en aquella posición, quizás sólo a la espera del golpe final.

«Mátala».

La voz era solo un siseo pero se escuchó lo suficientemente fuerte como para que el rubio entendiera que esa era su orden. Normalmente tenía que torturar a aquellos de los cuales se necesitaba obtener información, pero al parecer esta vez la herida debía ser más profunda y aunque una parte de él se sentía asqueada por eso, sabía que era su vida o la de ella.

«Mátala».

Volvió a escuchar y antes de que fuera incluso consciente de sus movimientos, la varita fuertemente empuñada en su mano, ya estaba en lo alto.

—Hazlo ya —dijo la chica en un susurro apenas audible que hizo que las entrañas de Draco se contrajeran dolorosamente. Ese sería su primer asesinato oficial y sabía que después de eso, no habría vuelta atrás.

Las gotas de lluvia impactaban en su rostro e intentaban nublar su vista, haciendo que su determinación se quebrara. Él no era un héroe que se sacrificaba por otros y mucho menos pretendía que se le indultara por ello, pero tampoco era un asesino y aquello sólo era producto de que no tuviera escapatoria.

Draco notó que la chica respiraba con dificultad y pensó que tal vez estaba pescando un resfriado. Parecía estúpido que aún pudiera pensar como sanador cuando en ese momento no era más que un mortífago con una simple misión de rutina. En su cabeza daba vueltas la idea de que aquella chica no era nadie que conociera y ese pensamiento era el que lo sostenía para hacerle el trabajo un poco más sencillo. No obstante, su mente y su cuerpo se paralizaron en seco cuando la chica volvió su cara hacía él y sus ojos avellana se posaron en los suyos.

—¿Qué estás esperando, Malfoy? —Hermione Granger lo miraba cansada. Su rostro cubierto de lodo parecía haber perdido todo el valor que siempre la había caracterizado y Draco sintió que algo en su interior se quebraba.

No podía asesinarla.

No a ella.

No después de haberla salvado.

Intentó hablar, decirle que la ayudaría a salir de allí, pero las palabras se le atoraron en la garganta como su estuvieran hechas de piedra. Estaba mintiendo, Voldemort no dejaría que ninguno de los dos saliera con vida y a pesar de que deseara cambiar el rumbo de sus actuaciones, no se podía burlar al destino. La mano que sostenía la varita flaqueó un momento y lentamente empezó a caer al costado del rubio que por una milésima de segundo, pensó con alivio que tal vez no tenía que hacerlo y que estaba listo para enfrentar lo que sea que viniera.

Su muerte podía no ser en vano si con ella lograba imponerse a la voluntad de aquel que no tenía la razón.

Pero entonces, una fuerza desconocida se apoderó de cada una de las terminaciones de su cuerpo e hizo que su brazo se moviera y levantara una vez más la varita empuñada. Draco sintió como sus huesos se congelaron pero ya no era a causa del frio. La desesperación que le produjo estar dentro de su ser y no poder ejercer autonomía sobre ninguno de sus miembros, no fue nada comparada con lo que sabía que sentiría una vez viera el cuerpo sin vida de la chica.

Healer MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora