5 Nuevas incorporaciones

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  Cuando por fin el coche redujo la marcha y entró en el camino de grava, Kendra hacíagrandes esfuerzos por mantener los ojos abiertos. Se había dado cuenta de que incluso ir a todapastilla por la autopista, a 160 kilómetros por hora, llegaba a hacerse monótono al cabo de unrato. No se tardaba mucho en perder la sensación de velocidad. Sobre todo en plena oscuridad.Después de abandonar la autopista, la carretera tenía más curvas y Vanessa ralentizóconsiderablemente. Les había avisado de que, si iba a haber otra emboscada, lo más probableera que tuviese lugar cerca de la entrada a Fablehaven.Al avanzar sobre la crujiente grava del camino, el único faro de un vehículo se dirigió aellos, saliendo de detrás de un recodo. Era de un 4x4. Dale lo conducía, y les saludó agitando elbrazo al verles.—Todo despejado —dijo Vanessa.Siguieron a Dale, pasando por delante de los carteles de «PROHIBIDO EL PASO» yfranqueando la alta verja de hierro forjado, rematada con puntas. Dale se detuvo junto a laspuertas de la verja, después de que pasaran ellos, y Vanessa continuó hasta la casa.Kendra experimentó una inmensa sensación de alivio al verse de nuevo en Fablehaven.Una parte de ella había dudado de que algún día volviera allí. En ocasiones, el verano pasado leparecía irreal, como un largo y extraño sueño. Pero ahí estaba la casa, con las ventanasiluminadas por la luz interior. Los tejados majestuosos, la mampostería desgastada por el tiempo,y el torreón a un lado. Ahora que lo pensaba, nunca había dado con la forma de llegar al torreón,aun habiendo accedido a los dos lados del desván. Tendría que preguntárselo al abuelo.Entre los arbustos en penumbra, Kendra se fijó en el destello de color de las hadas querevoloteaban por el jardín. Rara vez se veía gran cantidad de hadas en el exterior después delanochecer, por lo que se sorprendió ligeramente de ver al menos treinta o cuarenta dandovueltas por el lugar, emitiendo destellos de color rojo, azul, morado, verde, naranja, blanco y oro.Kendra supuso que semejante cantidad inusual de hadas podría explicarse por el incremento delnúmero de ejemplares resultante de los cientos de diablillos a los que ella misma había ayudadoa devolver a su estado de hadas el año anterior.Le dio pena pensar que su amiga Lena no estaría allí para darle la bienvenida. Las hadashabían devuelto al ama de llaves al estanque del que había salido muchos años antes atraída porPatton Burgess. No había dado la impresión de estar deseando volver al agua. Pero, en fin, laúltima vez que Kendra la había visto, Lena había querido tirarla al estanque. Aun así, Kendraestaba decidida a encontrar el modo de liberar a su amiga de su cautiverio acuático. En lo másprofundo, seguía convencida de que Lena prefería la vida de mortal a la vida de náyade.Vanessa condujo el abollado deportivo hasta la fachada principal de la casa y frenó. Laabuela Sorenson empezó a andar desde el porche delantero hasta el camino de acceso. Kendrasalió del vehículo y echó el asiento hacia delante para liberar a Seth de su confinamiento. El salióayudándose de brazos y piernas y se detuvo un instante para estirar el cuerpo.—Qué alivio me da ver que estáis bien —dijo su abuela, abrazando a Kendra.—Salvo por mis piernas, que se me han dormido —gimió Seth, frotándose las pantorrillas.—Quiere decir que también nosotros nos alegramos mucho de verte —se disculpóKendra.Su abuela abrazó a Seth, que parecía algo reacio a semejantes muestras de cariño.—Mírate —dijo ella—. Cómo has crecido. Brandon Mull Fablehaven 242Dale aparcó el todoterreno, se bajó de un salto y ayudó a Vanessa a sacar las maletas deldeportivo. Seth se apresuró a echarles una mano. Kendra se agachó para extraer las bolsas delasiento trasero.—Parece que os han dado un buen porrazo —observó la abuela, examinando laabolladura del techo del, por lo demás, aerodinámico vehículo.—Aun así, se ha dejado conducir asombrosamente bien —respondió Vanessa mientrascogía la maleta de Seth. El chico fue a cogerla de sus manos.—Los gastos de la reparación correrán de nuestra cuenta —dijo la abuela.Vanessa meneó la cabeza.—Me gasto un dineral en el seguro. Que paguen ellos la factura. —Recompensó lainsistencia de Seth cediéndole su maleta.Todos juntos se dirigieron a la puerta principal y entraron en la casa. Su abuelo estabasentado en una silla de ruedas en el vestíbulo. Llevaba la pierna izquierda escayolada desde lapunta del pie hasta el final de la espinilla. Otra escayola le cubría el brazo derecho desde lamuñeca hasta el hombro. Su rostro lucía unas contusiones descoloridas en forma de manchasamarillentas y grisáceas. Pero sonreía de oreja a oreja.Dos hombres lo flanqueaban. Uno era un polinesio enorme, de narices anchas y ojosvivarachos. Su camiseta sin mangas dejaba ver unos macizos hombros caídos. Un tatuaje verdede espinos le adornaba el grueso antebrazo a modo de pulsera. El otro sujeto era un tipo de másedad, unos centímetros más bajo que Kendra, delgado y enjuto. Estaba calvo, salvo por unmechón gris en el centro y dos franjas de pelo en los laterales. Llevaba varias baratijas colgadasdel cuello, prendidas de cordones de cuero o de simples cadenas. Además, lucía un par depulseras trenzadas y un anillo de oro. Nada de todo ello parecía valioso. En la mano izquierda lefaltaba el dedo meñique, así como parte del dedo anular.—Bienvenidos de nuevo —exclamó su abuelo, rebosante de alegría—. Cuánto me alegrode veros. —Kendra se preguntó si estaría tratando de compensar su aspecto maltrecho con tantaexuberancia—. Kendra, Seth, me gustaría presentaros a Tanugatoa Dufu. —El abuelo hizo ungesto con el brazo ileso para referirse al polinesio.—Todo el mundo me llama Tanu —dijo éste. Hablaba con voz aterciopelada y profunda,enunciando las palabras con claridad. Sus ojos picaros y su voz suave contribuían enormementea contrarrestar su imagen por lo demás intimidatoria.—Y éste es Coulter Dixon, un nombre que Kendra ya ha oído mencionar anteriormente—dijo el abuelo.Coulter los calibró con la mirada.—Los amigos de Stan son amigos míos —dijo, sonando no precisamente sincero.—Encantada de conocerle —dijo Kendra.—Los amigos de Stan... —añadió Seth.Dale y Vanessa cogieron las bolsas que Kendra y Seth llevaban al hombro y subieron porlas escaleras.—Y por supuesto ya habéis conocido a Vanessa Santoro —dijo su abuelo—. Tanu,Coulter y Vanessa se han incorporado a Fablehaven para echarnos una mano con la avalanchade trabajo. Como podéis apreciar, la semana pasada di un traspié, por lo que su asistencia haresultado aún más valiosa en los últimos días.—.[Qué ocurrió? —preguntó Seth.—Aplazaremos esa conversación, así como otras muchas, para mañana. Hace ya muchoque pasa de las doce de la noche. Habéis tenido un día lleno de sorpresas. Vuestra habitaciónestá preparada y os aguarda. Id a dormir, y por la mañana aclararemos toda la situación.—Quiero saber qué me mordió —dijo Seth.—Mañana —le prometió su abuelo.—Creo que ya no voy a poder pegar ojo —dijo Kendra.Brandon Mull Fablehaven 243—Puede que te sorprendas a ti misma —respondió su abuela desde detrás, y llevó aKendra y Seth hacia las escaleras.—Antes de que os deis cuenta habrá llegado la mañana —dijo el abuelo.Cuando Kendra empezó a subir por las escaleras, Tanu llevó al abuelo hacia el estudio.Kendra pasó la mano por el liso acabado de la barandilla.Había visto esa casa en ruinas después de que Seth cometiera la estupidez de abrir laventana del desván la noche del solsticio de verano. Y había visto cómo había quedado despuésde que un ejército de trasgos reparara los daños de la noche a la mañana, efectuando mejorasimprevistas en gran parte del mobiliario. Cuando Kendra entró en el cuarto de juegos de labuhardilla, le dio la sensación de hallarse en un lugar familiar y seguro, a pesar de la noche enque ella y su hermano habían quedado atrapados en un círculo de sal, rodeados de unos ferocesinvasores.—Aquí están vuestras cosas —dijo Dale, indicando unos bultos junto a las camas—.Bienvenidos de nuevo.—Dulces sueños —les deseó Vanessa, antes de salir de la habitación en compañía deDale.—¿Puedo ofreceros alguna cosa? —preguntó su abuela—. ¿Un poco de leche caliente?—Claro —respondió Seth—. Gracias.—Dale os la traerá enseguida —dijo la abuela. Dio un abrazo a cada unos de sus nietos yañadió—: Cuánto me alegro de que hayáis llegado sanos y salvos. Que tengáis dulces sueños.Os pondremos debidamente al día por la mañana. —Y salió de la habitación.Seth se puso a rebuscar algo en su maleta.—¿Puedes guardar un secreto? —preguntó.Kendra se agachó para abrir su bolsa de lona.—Sí, pero tú no, así que estoy segura de que me lo contarás de todos modos.Seth sacó de su maleta un paquete gigante de pilas tipo C.—Voy a salir de aquí convertido en millonario.—¿De dónde las has sacado?—Las tenía guardadas desde hace tiempo —dijo Seth—. Por si las moscas.—¿Crees que se las vas a vender a los sátiros? —Para que puedan ver la tele.Kendra sacudió la cabeza. Los sátiros que habían conocido en el bosque después derobarle la sopa a la ogresa le habían prometido a Seth que le regalarían oro si les conseguía pilaspara su televisión portátil.—No estoy yo muy segura de que puedas confiar en que Newel y Doren te paguen.—Por eso todos los pagos tendrán que hacerse por adelantado —respondió Seth, quevolvió a guardar las pilas en la maleta y sacó la camisa grande y los pantalones cortos que usabacomo pijama—. Ya lo hemos apalabrado.—¿ Cuándo ?—El verano pasado, mientras tú dormías eternamente después de que las hadas tedieran besos, durante uno de los raros momentos en que nadie estaba riñéndome. Estaré en elcuarto de baño. —Salió y bajó las escaleras.Kendra aprovechó para cambiarse de ropa y ponerse la de dormir. No mucho después dehaberse mudado, se oyeron unos golpecitos en la puerta.—Adelante —dijo.Dale entró con dos tazas de leche caliente en una bandeja. Dejó las tazas en la mesilla denoche.Kendra apartó las sábanas para meterse en la cama y se puso a beber la leche a sorbitos.Seth regresó, cogió su taza y se bebió el contenido de un trago. Secándose la boca con el brazo,se dirigió a la ventana.—Esta noche hay un montón de hadas fuera.—Apuesto a que estarán encantadas de verte otra vez —dijo Kendra. Brandon Mull Fablehaven 244Seth había iniciado una enemistad con las hadas durante su visita anterior, cuandocapturó a una y la convirtió sin querer en un diablillo.—Ya me perdonaron —contestó—. Ahora somos amigos. —Apagó la luz y se metió en lacama de un brinco.Kendra terminó su leche y dejó la taza vacía en la mesilla de noche.—No irás a hacer ninguna tontería esta vez, ¿verdad? —dijo. —Aprendí la lección.—Porque da la impresión de que está pasando algo malo —añadió Kendra—. Nonecesitan que tú empeores las cosas. —Seré el nieto perfecto.—Después de que consigas el oro de los sátiros —puntualizó Kendra.—Claro, después de eso.Kendra se tumbó, dejando que la cabeza se le hundiera en la mullida almohada deplumas, y clavó la mirada en los agudos ángulos del techo del desván. ¿Qué les contarían losabuelos a la mañana siguiente? ¿Por qué Errol había mostrado tanto interés en ellos? ¿Por quéles había tendido una emboscada? ¿Qué era lo que había mordido a Seth? ¿Y Vanessa, Tanu yCoulter? ¿Cuál era su historia? ¿De dónde habían venido? ¿Hasta cuándo se quedarían? ¿Porqué reemplazar a Lena con tres personas? ¿No se suponía que Fablehaven era un gran secreto? Aun siendo tan tarde y pese a estar muerta de sueño, tenía la cabeza demasiado llena deinterrogantes como para poder conciliar el sueño con facilidad.A la mañana siguiente, Kendra se despertó porque Seth se puso a zarandearla.—Venga —dijo su hermano, en voz baja y lleno de emoción—. Ha llegado la hora de lasrespuestas.Kendra se sentó. Pestañeó varias veces. Ella también quería conocer las respuestas.Pero ¿por qué no dormir un rato más, primero? Todas las Navidades pasaba lo mismo: Sethdespertaba a la casa entera en cuanto despuntaba el día, ansioso e impaciente. Kendra sacó laspiernas de la cama, agarró su bolsa de lona y bajó por las escaleras en dirección al cuarto debaño para lavarse.Cuando finalmente bajó al vestíbulo, se encontró con Vanessa, que llevaba en las manosuna bandeja repleta de huevos revueltos y tostadas. Una vez más, iba vestida con un estilosoconjunto y se había maquillado con sutil maestría. Daba una imagen demasiado sofisticada comopara ir por ahí con una bandeja de comida en las manos, como si fuese una doncella.—Tus abuelos quieren que os reunáis con ellos en el estudio para desayunar en privado—dijo Vanessa.Kendra siguió a Vanessa al estudio. Encima del escritorio había otra bandeja conbebidas, mermelada y mantequilla. El abuelo estaba sentado en su silla de ruedas, la abuelaocupaba la silla de detrás del escritorio y Seth estaba en uno de los sillones grandes de delantede la mesa. Sobre el regazo tenía un plato ya vacío. Kendra se fijó en una cama improvisada,montada en un rincón, donde al parecer dormía esos días el abuelo.El estudio era un lugar lleno de objetos y cachivaches que llamaban la atención. En unaestantería había una colección de máscaras tribales, otra estaba repleta de trofeos de golf, y unatercera presentaba una colección de fósiles que también competían por atraer las miradas. En unrincón lanzaba destellos la mitad de una geoda de grandes dimensiones. Placas, diplomas y unamuestra de medallas y cintas con su marco decoraban buena parte de una de las paredes. Nolejos de la ventana estaba expuesta la feroz testa de un jabalí. Los abuelos Sorenson en versiónmás joven sonreían desde numerosas fotografías, unas en blanco y negro, otras a color. Encimade la mesa de escritorio, dentro de una bola de cristal con la base plana, flotaba un delicadocráneo no más grande que el dedo pulgar de Kendra. Ella tomó asiento en el otro sillón de piel.—Gracias, Vanessa —dijo su abuela.Vanessa asintió en silencio y salió.—Estos días nos turnamos para cocinar —afirmó la abuela, mientras se servía huevorevuelto en su plato con ayuda de la cuchara—. Sírvete antes de que se enfríe. Nadie puedeigualar a Lena, pero hacemos lo que podemos. Hasta Stan hacía turnos antes del accidente. Brandon Mull Fablehaven 245—¿Cómo que «hasta Stan»? —bramó el abuelo—. ¿Ya no te acuerdas de mi lasaña?¿De mis tortillas? ¿De mis champiñones rellenos?—Me refería a que estabas muy ocupado —le apaciguó la abuela. Y levantó una manopara taparse parcialmente la boca como si fuese a contarles un secreto a sus nietos—. Está enplan refunfuñón desde el accidente.El abuelo se mordió la lengua visiblemente, tal vez porque otro estallido de indignación noharía sino confirmar las palabras de la abuela. Por debajo de sus magulladuras se veía queestaba colorado. Kendra se sirvió un poco de huevo revuelto en su plato, mientras Seth untabade mantequilla una tostada.—¿Qué te ocurrió? —preguntó Kendra a su abuelo.—Mamá dijo que te caíste del tejado —intervino Seth—, pero no nos lo creímos.—La respuesta que requieren vuestras preguntas nos colocaría en la mitad del relato—respondió su abuelo, recobrando la compostura—. Será mejor que empecemos por elprincipio.—¿Llegarás a la parte en la que se explica qué fue lo que me mordió? —quiso verificarSeth.La abuela asintió.—Pero antes una pregunta para Kendra. ¿En algún momento Errol te dio a entender quesupiera algo sobre lo sucedido entre tú y las hadas ?—Sí, claro —respondió Kendra, volviendo a sentarse y cogiendo una tostada—. Así fue,en parte, como me convenció para que confiara en él. Dijo que sabía que me habían tocado lashadas, y me dio una serie de datos como prueba de que conocía a Coulter, el amigo del abuelo.—Puso huevo revuelto en su tostada y le dio un bocado.—El diablillo —gruñó el abuelo, mientras tamborileaba con los dedos de la mano buenaen la escayola. Cruzó una mirada con la abuela.—¿Qué diablillo? —preguntó Seth.—El diablillo que lo dejó en esa silla de ruedas —respondió su abuela.—Yo pensaba que todos los diablillos habían quedado transformados en hadas—intervino Kendra.—Al parecer, hubo unos cuantos que no estaban presentes en la capilla cuando lashadas con poderes curaban a las demás —les explicó el abuelo—. Pero nos estamosadelantando. —Miró un momento a la abuela—. Se lo contamos, ¿no?Ella hizo un leve gesto afirmativo con la cabeza.El abuelo se inclinó hacia delante en su silla de ruedas y bajó la voz.—Lo que nos disponemos a contaros debe quedar entre estas cuatro paredes. No debéishablar del tema ni con otras personas de nuestra confianza, como Dale, Vanessa, Tanu oCoulter. Nadie debe saber lo que vosotros sabéis. De lo contrario, el peligro no hará sinoaumentar. ¿Me he explicado bien?Kendra y Seth dijeron que sí.El abuelo miró fijamente a Seth. —Quiero decir: nadie, Seth.—¿Qué? —repuso él, retorciéndose levemente en su sillón—. Prometo que no se lo diréa nadie.—Procura que así sea —le reconvino con solemnidad el abuelo—. Me la estoy jugando aldejaros volver a Fablehaven después del estropicio que armasteis. Lo hago en parte porqueconfío en que habréis aprendido una dura lección sobre la precaución, y en parte porque tal vezresulte necesario para que estéis a salvo. Esta es una información que preferiríamos no tenerque compartir con nadie, y menos aún con unos niños. Pero vuestra abuela y yo tenemos laimpresión de que os habéis visto demasiado implicados como para no revelaros la historia alcompleto. Tenéis derecho a entender los peligros a los que os enfrentáis. Brandon Mull Fablehaven 246Kendra lanzó una mirada a Seth. Se le veía tan entusiasmado que a duras penas lograbacontener la emoción. Aunque también ella sentía curiosidad, le daba miedo conocer los detallesconcretos de una amenaza tan oscura y secreta.—Ya os conté parte de la historia —dijo la abuela—. El verano pasado, en el desván,antes de que saliésemos a rescatar a vuestro abuelo, os mencioné algunos de los motivos por losque Fablehaven no es como la mayoría de las reservas mágicas. Os lo conté por si vuestroabuelo y yo perdíamos la vida y vosotros sobrevivíais.—Fablehaven es una de las cinco reservas secretas existentes —dijo Kendra.—Muy bien, Kendra —dijo el abuelo.—Cada una de las cinco reservas secretas cuenta con un poderoso objeto mágico en suterritorio —prosiguió la chica—. No mucha gente conoce la existencia de estas reservassecretas.—Muy poca, a decir verdad —puntualizó la abuela—. Y nadie conoce la ubicación de lascinco.—Tal vez una persona sí —la corrigió el abuelo.—Bueno, si él lo sabe, nunca lo ha dado a entender —replicó la abuela.—He pensado mucho en lo que nos contasteis —dijo Kendra—. Realmente parece unmisterio.El abuelo carraspeó. Parecía dudar de si hablar o no. —¿En algún momento Errol serefirió a Fablehaven como una reserva secreta que albergase un objeto especial? —No —dijoKendra. Seth sacudió la cabeza.—¿Y no hizo nada para sonsacaros ese dato en concreto? —continuó el abuelo. —No—dijo Seth. Kendra estuvo de acuerdo. El abuelo se recostó en la silla. —Al menos, eso es unalivio.—Pero debemos seguir adelante con nuestro plan —dijo la abuela.El abuelo hizo el gesto de agitar la mano. —Por supuesto. Procederemos como si elsecreto hubiese quedado desvelado.—¿Creéis que lo saben? —preguntó Kendra. El abuelo frunció el entrecejo.—La Sociedad del Lucero de la Noche no debería ni siquiera saber de la existencia deesta reserva. Se ha invertido un enorme esfuerzo en mantener nuestro anonimato. Aun así,sabemos que la Sociedad se compinchó con Muriel y que estuvieron a punto de apoderarse deFablehaven el verano pasado. Y por eso debemos asumir que están al corriente de queFablehaven es una reserva secreta, y que saben lo que contiene.—¿Qué es? —preguntó Seth—. ¿En qué consiste ese objeto mágico ?—El solo representa un antiguo talismán dotado de un inmenso poder —dijo el abuelo—.En conexión con los otros cuatro, se convierte en la llave de la Zzyzx, la gran prisión en la que seencuentran encarcelados literalmente miles de demonios de los más poderosos de todas las erasde este mundo.—No queda nadie que conozca dónde se encuentra —susurró la abuela.—Salvo, tal vez, la Sociedad —murmuró el abuelo, mirando hacia el suelo con el ceñofruncido—. Si alguna vez se reuniesen los cinco talismanes y se utilizasen para abrir la Zzyzx, elresultado sería... catastrófico. Apocalíptico. El fin del mundo.—Una noche eterna —prosiguió la abuela—. En todo el planeta. Los poderososdemonios del interior de la Zzyzx harían que Bahumat pareciese un bebé, un perrito faldero. Alhallarse ausentes, hace mucho tiempo que perdimos la capacidad para luchar contra criaturas desemejante poder. Hasta el ejército de hadas que convocaste flaquearía ante ellas. Nuestra únicaesperanza es tratar de que no salgan de esa prisión.El estudio quedó en silencio. Kendra podía oír el tictac del reloj de pie.—Entonces, ¿cómo los detenemos? —preguntó finalmente Seth.—Esa es la gran pregunta —respondió el abuelo, señalando a Seth con un dedo parahacer énfasis—. Yo mismo se la planteé al líder no oficial de la Alianza de Conservadores. Brandon Mull Fablehaven 247—¿Qué es eso? —preguntó Seth.—Los cuidadores de todas las reservas del mundo entero, junto con sus aliados,pertenecen a la Alianza de Conservadores —les explicó la abuela.—Todos los responsables de las reservas tienen el mismo peso en la asamblea y ningunopreside oficialmente —añadió el abuelo—. Pero durante siglos nos hemos visto beneficiados conlos consejos y la ayuda de nuestro mayor aliado, la Esfinge.—¿Como en Egipto? —preguntó Kendra.—Nosotros no sabemos si es realmente una esfinge o no —respondió el abuelo—. De loque no hay duda es de que es algo más que un mortal. Sus servicios se remontan al siglo XII. Hehablado con ella personalmente en dos ocasiones, nada más, y en ambas había adoptado laapariencia de un hombre. Pero muchas de las criaturas más poderosas, como los dragones,pueden adoptar forma humana si les conviene.—¿Le preguntaste a la Esfinge qué se podía hacer? —preguntó Seth.—Así es —respondió el abuelo—. Personalmente, a decir verdad. Me sugirió quetrasladásemos el objeto mágico. Mirad, con apenas trescientos años de antigüedad, Fablehavense cuenta entre las reservas más jóvenes. De las reservas secretas, es con diferencia la quetiene menos años. Una de las reservas secretas quedó en peligro no mucho antes de que secreaseFablehaven. La cámara en la que se guardaba el objeto mágico fue trasladada aquí, y apartir de ese momento Fablehaven quedó convertido en un lugar secreto. Así pues, su proyectono carece de precedentes.—¿Lo habéis trasladado ya? —preguntó Kendra.El abuelo se rascó el mentón.—Antes tenemos que dar con él.—¿No sabéis dónde está? —soltó Seth.—Que yo sepa —respondió el abuelo—, ninguno de los responsables de las reservassecretas sabe dónde se esconden los objetos mágicos de sus correspondientes reservas. Lascámaras que los albergan quedaron escondidas para que no pudieran encontrarse nunca.—Y están protegidas mediante trampas mortales —añadió la abuela.—Razón que explica la presencia de nuestros tres visitantes —dijo el abuelo en voz baja.—¡Están aquí para encontrar el objeto mágico! —exclamó Kendra.El abuelo asintió.—No envidio su tarea.—¿Han encontrado algo ya? —preguntó Seth.—Vanessa ha tenido suerte mientras repasaba detenidamente los diarios de losanteriores responsables —le explicó el abuelo—. Patton Burgess, el marido de Lena, sentíafascinación por los objetos secretos. En una referencia en clave encontrada en uno de susdiarios, mencionaba una torre invertida sita en la finca, en la que creía que se encontraba elobjeto mágico de Fablehaven. Sus notas no eran concluyentes, pero nos dieron una idea sobredónde concentrar nuestra búsqueda. Es posible que encontremos el objeto mañana. O puedeque nos lleve varias vidas.—No me extraña que Vanessa tenga ese coche tan alucinante —comentó Seth—. Es unacazatesoros.—Cada uno tiene su especialidad —le explicó el abuelo—. Tanu es un maestro enpociones. Coulter colecciona reliquias mágicas. Vanessa está especializada en atrapar animalesmísticos. Sus diversas ocupaciones los han llevado hasta algunos de los rincones máspeligrosos del mundo, y les facultan para esta peligrosa misión.—Como responsables de la reserva, guardamos como un legado la llave que nospermitirá acceder a la cámara —dijo la abuela—. La tenemos guardada a buen recaudo. Encuanto descubramos la ubicación de la cámara, la llave nos proporcionará la oportunidad depenetrar en ella y recuperar el objeto mágico. Brandon Mull Fablehaven 248—Incluso con la llave, evitar las numerosas trampas que protegen el objeto no será pancomido —dijo el abuelo—. Tanu, Coulter y Vanessa tendrán que estar en perfecta forma.—¿Conocía alguno de ellos la existencia de Fablehaven? —preguntó Kendra.—Ninguno—respondió el abuelo—. Consulté largo y tendido con la Esfinge y con otraspersonas para seleccionarlos. Coulter es un viejo amigo mío. Es al que mejor conozco. Tanugoza de una reputación impecable. Al igual que Vanessa. La Esfinge y unos cuantosresponsables más respondieron por ellos.—A pesar de esta cuidadosa selección —intervino la abuela—, existe la posibilidad, porpequeña que sea, de que la Sociedad haya contactado con alguno de ellos. O que alguno deellos haya sido un agente de la Sociedad todo este tiempo. La Sociedad del Lucero de la Nocheposee una asombrosa capacidad para infiltrarse. Al contar con el visto bueno de la Esfinge,prácticamente los deja fuera de toda sospecha. Pero la propia Esfinge nos advirtió que debíamostener siempre presente la existencia de esa posibilidad.—-Lo que explica en parte que seleccionásemos a tres, en vez de sólo a uno —continuóel abuelo—, junto con nuestro deseo de contar con algo más de ayuda. Incluso con tres avezadosexpertos, dar con el objeto mágico es una misión sobrecogedora.—Los tres juntos cumplen el propósito añadido de aportar un extra de seguridad en lafinca —dijo la abuela—, lo que obviamente resulta tranquilizador, teniendo en cuenta lossobresaltos recientes.—Se ha informado sobre un grado de actividad sin precedentes por parte de la Sociedad—añadió el abuelo—. Desde el verano pasado han caído otras dos reservas, una de ellas unareserva secreta como Fablehaven.—Entonces, ¿han cogido uno de los objetos mágicos? —preguntó Kendra, apretando losbrazos del sillón con los dedos.—No lo sabemos —respondió su abuelo—. Esperemos que no. ¿Os acordáis de Maddox,el tratante de hadas? Penetró en la reserva después de que hubiese caído, para labores dereconocimiento. Y aún no sabemos nada de él.—¿Desde cuándo? —preguntó Seth.—Desde hace más de tres meses —dijo la abuela.—La reserva secreta se encontraba en Brasil —intervino el abuelo—. Hace dos añosconsiguieron infiltrar a alguien. Luego, este último mes de febrero..., no sabemos lo que pasó.—¿Qué objeto mágico había guardado allí? —preguntó Seth con los ojos muy abiertos.—Imposible saberlo —respondió el abuelo—. Nosotros tenemos una idea aproximada delo que son esos artefactos, pero no tenemos ni una pista sobre dónde está escondido cada unode ellos.—¿En qué consisten? —preguntó Kendra.El abuelo miró a la abuela, que se encogió de hombros.—Uno otorga poder sobre el espacio, otro sobre el tiempo. Un tercero otorga visiónilimitada. Otro es capaz de curar cualquier dolencia. Y un quinto proporciona la inmortalidad.—Los detalles están deliberadamente envueltos en el misterio —explicó la abuela.—La magia que emanan supera cualquier cosa que conozcamos —añadió el abuelo—.Por ejemplo, hay otras formas, además de caminar, de trasladarse de un lugar a otro, pero elobjeto mágico que otorga poder sobre el espacio permite desplazarse de una manera que superacualquier hechizo, reliquia o criatura conocidos.—Y de alguna manera, si se utilizan a la vez, se pueden usar para abrir la prisión de losdemonios, ¿no? —quiso confirmar Kendra.—Exactamente —respondió el abuelo—. Ese es el motivo por el cual deben mantenerseseparados y fuera del alcance de nuestros enemigos a toda costa. Una de nuestras preocupacioneses que si la Sociedad consiguiera poner las manos encima de uno solo de ellos, podríanusarlo para intentar obtener los otros.—Pero es posible que ya tengan uno —dijo Seth. Brandon Mull Fablehaven 249—Sólo cabe esperar que la reserva caída de Brasil fuese tan poco hospitalaria con elloscomo al parecer lo ha sido con Maddox —dijo la abuela—. Se ha enviado a más gente desde queMaddox desapareció. Nadie ha regresado. Naturalmente, debemos tomar precauciones, como sihubiese ocurrido lo peor.—¿Y dónde encajamos Seth y yo en todo esto? —preguntó Kendra.Su abuelo dio un sorbo de zumo de naranja de un vaso largo. Arrugó el entrecejo.—No estamos seguros del todo. Sabemos que la Sociedad ha mostrado un serio interésen vosotros dos. Nos preocupa que puedan saber algo más que nosotros acerca del cambioobrado por las hadas en Kendra, algo que les haga creer que podría resultarles de ayuda. Seinfiltraron en vuestro colegio y trataron de ganarse vuestra confianza. Utilizaron a Seth paraliberar a un demonio cautivo. Casi con toda seguridad tenían pensado secuestraros. No es fáciladivinar cuál podría ser su objetivo último.—La Esfinge en persona quiere ver a Kendra —dijo la abuela.—¿Está aquí? —exclamó Seth.—Cerca de aquí —respondió el abuelo—. Nunca permanece mucho tiempo en un mismolugar. Últimamente estaba evaluando los daños causados en la reserva de Brasil. Pero haempezado a preocuparle la idea de que tal vez Fablehaven sea el siguiente objetivo. Han corridomuchos rumores sobre actividades de la Sociedad en la zona, incluso al margen de lo que os hapasado a vosotros dos. Anoche mismo me puse en contacto con la Esfinge. Quiere conocer aKendra y ver si puede entender por qué la Sociedad se ha mostrado tan interesada en ella.—Yo también quiero conocerla —dijo Seth.—Tenemos pensado llevarte a ti también —le anunció el abuelo—, para ver si se puedehacer algo con lo de tu mordedura.—Estoy harto de esperar. ¿De qué va esa historia? —Seth parecía exasperado.—Olloch, el Glotón, es un demonio hechizado por un curioso conjuro —le explicó elabuelo—. Se mantiene en estado petrificado, inerte, hasta que alguien le da de comer. Entonces,muerde la mano que le da de comer y, a continuación, se va despertando poco a poco, llevadopor un hambre insaciable. Come, y al comer aumenta de tamaño. Conforme crece, aumentatambién su poder, y no para de comer hasta que se zampa a la persona que inicialmente ledespertó.—¿Va a comerme a mí? —exclamó Seth.—Lo va a intentar —dijo el abuelo.—¿Puede entrar en Fablehaven?—No creo —dijo el abuelo—. Pero pronto llegará el día en que merodeará por losalrededores de la finca, esperando la oportunidad de atacar y adquiriendo más y más poder cadadía, a medida que se atiborra. Inexorablemente, se verá atraído hacia ti. Los únicos lugares enlos que podrás esconderte son aquellos a los que él no pueda acceder.—¡Habrá algo que podamos hacer! —exclamó Seth.—Por eso quiero llevarte ante la Esfinge —dijo el abuelo—. Su sabiduría ha estado a laaltura de situaciones más complicadas que ésta. No te preocupes, no dejaremos que Olloch tedevore.Seth se tapó la cara con las manos.—¿Por qué todo lo que hago sale mal? —Levantó la vista y añadió—: Pensé que estabasiendo de utilidad.—No fue culpa tuya —dijo la abuela—. Fuiste muy valiente y querías hacer lo correcto.Por desgracia, Errol se estaba aprovechando de ti.—¿Sabéis algo de Errol? —preguntó Kendra.—Nada —respondió el abuelo.—¿Cómo se enteró de lo de las hadas?El abuelo lanzó un suspiro. Brandon Mull Fablehaven 250—Tenemos nuestra propia teoría. La semana pasada nos encontramos con que undiablillo, uno de los grandes, estaba pasando información a un personaje ataviado con una capaque se encontraba al otro lado de la valla. No pudimos dar alcance a la persona a la que estabapasando la información, pues el desconocido se alejó a toda velocidad. Pero sí conseguimospillar al diablillo.—El canalla habría escapado de no haber sido por vuestro abuelo —dijo la abuela.—Eligió entre Tanu y yo, y trató de pasar por delante de mí —explicó él—. Le agarré, peroera increíblemente fuerte. Me tiró a un barranco. Noté que el brazo se me partía bajo mi propiopeso, y me fracturé la tibia. Pero me las compuse para frenar al bruto el tiempo suficiente paraque Tanu utilizase un brebaje que lo paralizó.—¿Dónde está ahora? —preguntó Seth.—En la mazmorra —respondió el abuelo.—El sótano —aclaró la abuela.—¡Así que eso es lo que hay ahí abajo! —exclamó Seth.—Entre otras cosas —dijo el abuelo—. Sin ir acompañados, vosotros dos tenéisterminantemente prohibido entrar en la mazmorra.—Menuda sorpresa —murmuró Seth.—En cualquier caso —siguió diciendo el abuelo—, la cuestión es que creemos que esediablillo, y tal vez otros más, debe de haber pasado a la Sociedad información sobre laexperiencia que vivió Kendra con las hadas. Los diablillos son unos astutos espías.—¿Nos vamos a quedar aquí escondidos el resto de la vida? —preguntó Kendra.El abuelo dio un manotazo en el reposabrazos de la silla de ruedas.—¿ Quién ha hablado de esconderse ? Vamos a entrar en acción. A dar con el paraderodel objeto mágico y a trasladarlo a otro lugar. A investigar por qué la Sociedad tiene tanto interésen vosotros. A consultar con la Esfinge.—Y a ofreceros una formación de primera con uno de los aventureros más diestros delmundo —añadió la abuela—. Necesitáis conocer el mundo en el que os estáis metiendo, y nopodríais encontrar mejores maestros que Tanu, Vanessa y Coulter.—¿Nos van a enseñar ellos? —preguntó Seth, con los ojos haciéndole chiribitas.—Ellos serán vuestros mentores —dijo el abuelo—. En estos momentos, quedarsequietos sería un error. Vosotros dos tendréis la oportunidad de acompañarlos en algunas de sussalidas cuando vayan a rastrear en busca del objeto mágico.—Pero no cuando vayan a hacer algo realmente peligroso —puntualizó la abuela.—No —coincidió el abuelo—. Pero tendréis la oportunidad de ver Fablehaven desde otropunto de vista. Y de aprender uno o dos trucos que os ayudarán en el futuro. La ignorancia ya noos sirve de protección, a ninguno de los dos.—Es posible que os cueste un poco trabajar con Coulter, especialmente a Kendra —lesavisó la abuela con cierto resentimiento—. Su forma de entender determinadas cuestiones esprehistórica y tiene una personalidad complicada. Pero también tiene mucho que ofreceros. Sitodo lo demás falla, Vanessa ha accedido a tomar el relevo.—Ellos ignoran cuánto os hemos contado de la situación —explicó el abuelo—. Creenque os hemos informado acerca de que están aquí para buscar una reliquia escondida y piensanque vosotros vais a acompañarlos siempre y cuando la prudencia lo aconseje. No tienen ni ideade que os hemos revelado la verdadera naturaleza del objeto mágico y el hecho de queFablehaven es una reserva secreta. Esos detalles debéis guardároslos para vosotros. No quieroque nadie sepa cuánto sabéis del tema.—No te preocupes —dijo Seth.—¿Qué creen ellos que pensamos que es el objeto mágico? —preguntó Kendra.—Una reliquia mágica que nos ayudará en nuestra lucha contra la Sociedad —respondióla abuela—. Un talismán desconocido que se rumorea que se encuentra escondido en algúnlugar de la finca. Les dijimos que no daríamos muchos detalles al respecto, y que... Brandon Mull Fablehaven 251    

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