— Cuéntame otra vez lo del gato —pidió Seth, sentado en la cama con las piernascruzadas y tratando de hacer juegos malabares con tres pelotas.—¿Otra vez? —dijo Kendra, levantando la vista de su libro.—No me puedo creer que me haya perdido lo más chulo que nadie haya visto jamás —sequejó Seth, perdiendo el control de las pelotas después de dos lanzamientos—. Una panteragigante, voladora, cubierta de serpientes, con tres cabezas y con aliento de ácido. Si no tuviesestestigos, estaría seguro de que te lo habías inventado sólo para torturarme.—Estar allí no fue muy divertido —dijo Kendra—. Estaba casi segura de que íbamos amorir todos.—Y roció a Vanessa con un chorro enorme de ácido —continuó él con entusiasmo—.¿Gritaba?—No podía gritar —dijo Kendra—. Sólo medio gemía. Era como si la hubiesen metido enun barreño de lava.—Todo eso para proteger la cosa más birriosa del mundo: una tetera vieja y gastada.—Una tetera que te curó de todas las heridas que te dejó el zombi —puntualizó Kendra.—Ya lo sé, es útil, pero parece una adquisición absurda en un mercadillo callejeroabsolutamente patético. A ti sólo te gusta porque tu vudú de hada la hizo funcionar. —Empezóotra vez a hacer malabares y enseguida perdió el ritmo y una de las pelotas se le cayó al suelo.El abuelo abrió la puerta del cuarto del desván.—La Esfinge dice que está preparada, si todavía deseas bajar con nosotros —informó.Kendra sonrió. Daba gusto ver al abuelo caminando por sí solo como siempre. Para ella,curar al abuelo Sorenson había sido la consecuencia más milagrosa de haber recuperado elobjeto mágico. Las otras heridas eran tan recientes que, de alguna manera, no le habíanparecido tan reales. Había sido como si la tetera hubiese limpiado el recuerdo dejado por unapesadilla. Pero en el caso del abuelo, había ido en silla de ruedas desde que llegaron aFablehaven ese año, por lo que verle quitarse la escayola y ponerse a andar había sidoespecialmente impactante.—¡Y un jamón! —exclamó Seth, que se levantó de la cama de un brinco—. ¡Ya me heperdido demasiadas cosas! Esto no pienso perdérmelo.Kendra también se levantó, aunque sus sentimientos estaban más en conflicto que los deSeth. En vez de desear presenciar la sentencia final de Vanessa como si fuese la gran novedad,o tal vez frotarse las manos con ello, su esperanza era poder sentir que todo lo sucedido a raíz dela traición de Vanessa había quedado atrás.Había sido la Esfinge quien había recomendado emplear la Caja Silenciosa. El díaanterior, después de que Vanessa hubiese sido recluida en la mazmorra, todos se habíanreunido para llenar los huecos de información que les faltaban a los otros. Los abuelosprácticamente no sabían nada de todo lo ocurrido. Seth los encandiló con su relato de cómohabía vencido a la aparición. Kendra y Warren explicaron su descenso a la torre y la batalla con elgato. Tanu, Coulter y Dale hablaron de la operación de rescate que habían organizado, comocuando se habían acercado a la arboleda con la Esfinge y el diablillo que parecía montar guardiaen el lugar había dado media vuelta y había puesto pies en polvorosa, y cómo Dale habíaresultado herido por el trasgo.La Esfinge explicó que no había estado localizable debido a los indicios que apuntaban aque la Sociedad del Lucero de la Tarde estaba a punto dar con su paradero. En cuanto se violibre de peligro, le preocupó que nadie en Fablehaven respondiese a sus llamadas, y su preocupación se redobló al encontrar la verja cerrada con llave. Había esperado allí hasta quefinalmente Tanu cogió el teléfono, después de liberar al abuelo. Tanu le había abierto la verja.Al final, la conversación se había centrado en Vanessa. El problema era que, comonarcoblix que era, siempre tendría poder sobre aquellos a los que había mordido mientrasdormían.—Debe quedarse encerrada en una prisión que inhiba sus poderes —sentenció laEsfinge—. No podemos esperar que el señor Lich se pase el resto de su vida vigilándola.En esos momentos, el señor Lich estaba en la mazmorra, plantado delante de su celda.—¿El polvo del objeto mágico no puede curar a todos los que mordió? —preguntóKendra.—He estado estudiando el objeto mágico —explicó la Esfinge—. Sus poderes curativosparecen afectar únicamente al cuerpo físico. No creo que pueda curar enfermedades de lamente. El polvo borró instantáneamente las señales de su mordedura, pero carece de poderespara eliminar el nexo mental que genera.—¿Conoces alguna prisión que restrinja su poder? —preguntó el abuelo.La Esfinge guardó silencio unos segundos y a continuación asintió para sí.—La respuesta es simple. La Caja Silenciosa de vuestra mazmorra será perfecta para loque necesitáis.—¿Y qué hacemos con su actual ocupante? —preguntó la abuela.—Conozco la historia del actual prisionero de la Caja Silenciosa —dijo la Esfinge—. Tienegran relevancia política, pero ningún talento que merezca una jaula tan poderosa. Conozco unlugar en el que tendrá también pocas probabilidades de hacer daño.—¿Quién es? —preguntó Seth.—Por la seguridad de todos, la identidad del prisionero debe mantenerse en secreto—contestó la Esfinge—. Que te sirva de consuelo para tu curiosidad el hecho de que a la mayoríade vosotros su nombre prácticamente no os dirá gran cosa. Yo estaba presente cuandoquedó encerrado en la caja, atado y encapuchado, disfrazado. Los demás que asistieron alevento desconocían de quién se trataba. Trabajé durante mucho tiempo para asegurarme de quefuese capturado, y para que nadie supiese de él. Ahora daré al anónimo cautivo un nuevoconfinamiento, de modo que la Caja Silenciosa podrá ser utilizada para tener en cautividad al tipode villano para el cual se diseñó. Moralmente, como prisionera nuestra, no podemos ejecutar aVanessa. Pero tampoco podemos recompensar su traición con indulgencia ni darle la menoroportunidad de hacer más daño.Todos estuvieron de acuerdo en que era un buen plan. Seth había pedido estar presentedurante el intercambio de prisioneros. Kendra había secundado la petición. La Esfinge dijo queno veía ningún problema en ello, dado que el actual ocupante de la Caja Silenciosa erairreconocible bajo su máscara y sus ataduras. El abuelo les había dado permiso.Mientras Kendra seguía al abuelo y a Seth escaleras abajo, reflexionó acerca de que estecastigo era en muchos sentidos peor que una ejecución. Por lo que había entendido, quedarencarcelado en la Caja Silenciosa implicaba pasarse siglos en la más absoluta soledad. La CajaSilenciosa colocaba a su ocupante en un estado de suspensión, pero sin dejar al prisioneroinconsciente del todo. No podía ni imaginar pasarse un día entero privada por completo de sussentidos, y menos aún un año, pero esto otro significaba, en principio, pasarse un montón devidas en posición recta en el interior de un receptáculo enano. No podía sino tratar de imaginarcuáles podrían ser las consecuencias psicológicas de un aislamiento tan prolongado.Kendra estaba dolida por que Vanessa la hubiese traicionado, y se alegraba de ver quese iba a hacer justicia, pero el prolongado aislamiento de la Caja Silenciosa le parecía un altoprecio incluso para el más vil de los delitos. Con todo, la Esfinge tenía razón: no se podía permitirque Vanessa siguiese ejerciendo control sobre las personas a las que había mordido. Se reunieron con la abuela en la cocina y bajaron todos juntos a la mazmorra, dondeencontraron al señor Lich, que escoltaba a Vanessa desde su celda, agarrándola firmemente porun brazo. La Esfinge hizo un gesto afirmativo con la cabeza, con expresión solemne.—Una vez más nos disponemos a separar nuestros caminos —dijo—. Espero quenuestro próximo encuentro se produzca en circunstancias más favorables.Tanu, Coulter, Dale y Warren habían optado todos ellos por no asistir, de modo que lapequeña comitiva inició el recorrido en silencio por el pasillo, camino de su destino. El señor Lichiba en cabeza, con Vanessa, por lo que Kendra no podía verle la cara. La mujer iba vestida conuna de las viejas batas de la abuela, pero caminaba con la cabeza alta.Al poco rato llegaron al alto armario. A Kendra le recordaba a los que usan los magospara hacer desaparecer a sus encantadoras ayudantes. La Esfinge se dio la vuelta y los miró.—Permitidme resaltar una última vez el valor y la personalidad ejemplares de que disteispruebas todos vosotros para poner fin a este insidioso intento de robar un objeto mágicopotencialmente destructivo. Kendra y Seth, los dos hicisteis gala de un valor sorprendente. Laspalabras no bastan para transmitiros mi más sincera admiración y mi gratitud. En cuantoliberemos al prisionero, el señor Lich y yo tendremos que salir rápidamente de aquí. Tened latranquilidad de que hemos pensado en un hogar seguro tanto para el objeto mágico como para elcautivo de la Caja Silenciosa. Stan, te telefonearé para confirmarte que todo queda atado y bienatado. Cuando salga el prisionero, no hagáis ningún ruido hasta que nos hayamos ido. Minaturaleza precavida me dicta que será preferible que el prisionero no oiga vuestra voz ni recibaninguna otra pista acerca de quiénes sois.La Esfinge se volvió para mirar a Vanessa a la cara.—¿Quieres decir unas palabras finales, antes de que sepas por qué la llamamos la CajaSilenciosa? Presta atención: más te vale que el sonido que salga de tus labios sean palabras dedisculpa. —Su voz denotaba amenaza.Vanessa los miró a todos, uno por uno.—Pido perdón por el engaño. Nunca pretendí haceros daño físico. Una amistad falsa esalgo terrible. Kendra, aunque puede que no me creas, sigo siendo tu amiga por correspondencia.—Ya basta —dijo la Esfinge—. No declares fidelidad continuada. Nos compadecemos detu sino, y todos lamentamos que te hayas causado tú sola este gran mal. Has tratado deapoderarte de conocimientos prohibidos y has cometido actos imperdonables de traición. En sudía gozaste de mi confianza, pero ahora el daño es irreparable.La Esfinge abrió el armario. El interior estaba forrado de fieltro morado. La caja estabavacía. Seth alargó el cuello y dirigió a Kendra una mirada de incredulidad. ¿Dónde estaba suactual ocupante?El señor Lich metió a Vanessa en la caja. Su mirada era gélida, pero le temblaba lamandíbula. La Esfinge cerró la puerta y el armario giró ciento ochenta grados. El señor Lich abrióuna puerta idéntica a la primera, lo que les permitió ver el mismo espacio del lado opuesto. Peroa la vista no estaba Vanessa.En vez de ella, dentro de la caja había una figura envuelta por completo en una tela dearpillera. Un saco de tela basta le tapaba la cabeza y llevaba una cadena prieta alrededor delcuello. Unas gruesas cuerdas le ataban los brazos a los costados. Unos grilletes le agarraban lostobillos.El señor Lich le puso una mano en el hombro y condujo al misterioso cautivo al exterior dela caja. La Esfinge cerró la puerta. Kendra, Seth y los abuelos siguieron con la mirada alprisionero, que se alejaba arrastrando los pies por el pasillo entre la Esfinge y el señor Lich. Laabuela rodeó a Kendra con un brazo y le dio un achuchón para confortarla.Esa noche, Kendra se sorprendió al no poder conciliar el sueño. La cabeza le dabavueltas con todos los acontecimientos de los últimos días. Habían pasado por mucho y era comosi hiciese una eternidad que había vuelto a Fablehaven. Quedaban sólo unos días para la Noche del Solsticio de Verano. El abuelo le había dichoa Seth que pondrían su vida en sus manos si le permitían quedarse en la reserva durante unanoche tan peligrosa. El hermano de Kendra había asegurado a todo el mundo que habíaaprendido su lección y que se mantendría alejado de las ventanas, salvo que le dijesen lo contrario.Kendra casi se sorprendió al descubrir que ella, al igual que su abuelo, le había creído.Un pensamiento en concreto le rondaba la cabeza una y otra vez, allí tumbada, despiertaen la oscuridad. Las últimas palabras de Vanessa seguían llamándole la atención y le resultabancada vez más curiosas: «Sigo siendo tu amiga por correspondencia».Pensó que tal vez estuviera loca, pero tenía la absoluta certeza de que aquella frase eraalgo más que una frase hecha. Sonaba como si Vanessa le dirigiera un mensaje secreto.Decidió que tenía que saber más y se levantó de la cama. Abrió el cajón de la mesilla denoche y sacó la vela de cera umita que Vanessa le había regalado. Cruzó sin hacer ruido el suelodel desván y bajó por las escaleras al pasillo.Abrió sigilosamente la puerta de la habitación de los abuelos. Al igual que el resto de losmoradores de la casa, dormían profundamente. Allí estaban las llaves de la mazmorra, en ungancho al lado de la cama. El abuelo había prometido que iba a hacer copias y que lasescondería en lugares estratégicos por si volvía a producirse otro golpe contra su poder.Kendra vaciló. Lo que iba a hacer era una cosa preocupan-teniente propia de Seth. ¿Nodebería hablarles a sus abuelos de su sospecha y pedirles que la acompañaran ? Pero le dabamiedo que no quisieran que leyese un mensaje de despedida de Vanessa. Y le preocupaba quetuviesen razón, que el mensaje fuese una crueldad. Además, podía estar equivocada y que nohubiese ningún mensaje, con lo que quedaría como una tonta.Descolgó silenciosamente las llaves del gancho y salió del dormitorio. Su habilidad paramoverse de acá para allá a hurtadillas estaba mejorando. Desde luego, también ayudaba elpoder ver en la oscuridad. Kendra bajó de puntillas por la escalera que daba al vestíbulo.¿De verdad habría algún mensaje? En muchos sentidos, se sentiría aliviada al comprobarque no había nada escrito en la pared de la celda. ¿Qué tenía Vanessa que decir? ¿Sería unademostración de sincero arrepentimiento? ¿Una explicación? Más bien se trataría de algomalintencionado. Kendra se preparó mentalmente para enfrentarse a esa posibilidad.Fuese cual fuese el mensaje, le correspondía a ella leerlo. No quería que nadie másfisgase en su correo, al menos hasta que ella hubiera echado un vistazo.Kendra cogió unas cerillas de un armario de la cocina y bajó las escaleras del sótano.Llegar a la celda de Vanessa sería muy fácil: la habían encerrado en la cuarta empezando por laderecha, no lejos de la entrada de la mazmorra.Con el señor Lich sin quitarle ojo de encima, ¿podría Vanessa haber escrito un auténticomensaje? Tal vez sí. Él sólo estaba allí para impedir que entrase en trance y se adueñase de losdemás. Quizá por un segundo sí le hubiese quitado los ojos de encima.Kendra abrió la cerradura de la puerta de hierro de la mazmorra y entró. Los trasgos no sechivarían. Habían recibido seis docenas de huevos, tres gansos vivos y una cabra por haberayudado a Kendra y a Seth cuando se habían presentado ante ellos en miniatura. Siempre ycuando fuese directa a la celda de Vanessa y se marchase de inmediato, visitar la mazmorra ensecreto no podía hacerle daño a nadie. A lo mejor no era una idea tan típica de Seth como lehabía parecido.Abrió la celda de Vanessa y entró. Tal como venía sucediéndole desde que las hadas lehabían alterado el sentido de la vista, pudo ver en el interior. La celda se parecía a las demás quehabía visto: paredes y techo de piedra, un catre, un agujero en un rincón para los deshechos.Encendió una cerilla y prendió la mecha de la vela, de pronto segura de que no habría ningúnmensaje.Bajo el resplandor de la vela umita, aparecieron ante su vista unas palabras, apretujadaspero legibles, que cubrían varias zonas del suelo; era un mensaje mucho más largo de lo queKendra había esperado. Las palabras aparecieron de tal manera que dedujo que debían de haber sido escritas mientras Vanessa estaba, quizás, agachada de espaldas a la puerta; lamayor parte del texto estaba concentrado en áreas difíciles de ver desde el ventanuco.Con una creciente admiración y alarmada, Kendra leyó el siguiente mensaje:Querida Kendra:Tengo que compartir contigo una información de vital importancia. Considéralo una últimalección y una puñalada de despedida para mis traidores jefes. Deberías haber aprendido lalección que te transmití la primera vez que nos vimos. ¿En qué consiste una infiltración demanual de la Sociedad? Crea una amenaza y acude al rescate para generar confianza. Errol lohizo contigo y con Seth. Luego, yo hice lo mismo contigo y con tus abuelos, fingiendo formarparte de la solución en lugar de la causa del problema y ofreciendo legítimamente micolaboración la mayor parte del tiempo hasta que llegó el momento de ejecutar la traición. Otrosllevan mucho tiempo usando ese mismo modelo, con infinita sutileza y paciencia.A saber: la Esfinge.Tu primer impulso será dudar de mí y no puedo demostrarte que tengo razón. Mis donesme permiten conocer secretos que han picado mi curiosidad; cuando hurgué un poco más enellos, descubrí una verdad que debería haber quedado sin desvelar. Ella sospecha que conozcosu secreto, motivo por el cual me encerrará en la Caja Silenciosa, aunque preferiría ejecutarme.Sé que trabajo para ella, aunque se supone que no debo conocer la identidad de quien mecontrata. Pocos son los que conocen al enigmático cabecilla de la Sociedad del Lucero de laTarde. Durante meses, creo, la Esfinge ha sospechado que averigüé su auténtica identidad. Eltipo de engaño que está perpetrando sólo podrá mantenerse con la máxima discreción y con unaatención meticulosa a los detalles. Al parecer, yo me he convertido en un lastre.La Esfinge podría haber dicho que tiene una prisión para mantenerme cautiva e impedirque utilice mis poderes. Podría haberme llevado con él. Si lo hubiese hecho, se habría ganado mieterna lealtad. En estos momentos, todavía dudo de sus intenciones, pero Lich, sin entender deltodo la dinámica de la situación, sugirió la Caja Silenciosa y por eso garabateé mi venganza en elsuelo. Piensa en el golpe que esto representa para la autoridad de la Esfinge. Como traidorareconocida, soy una baza perdida para la Sociedad y, por ello, soy mucho menos útil. De estemodo, él consigue hacerse pasar por héroe y por fiel amigo de Fablehaven, al encerrarme en laprisión más segura de la finca; así corre un tupido velo sobre esta verdad con dos caras. En casode que sus sospechas sean ciertas y de que yo conozca su auténtica identidad, logra dejarme,permanentemente, fuera de la ecuación.¿Qué más? ¡Libera a un prisionero que sin duda es un poderoso aliado! ¡Y se marcha conel objeto mágico que ella misma me había ordenado robar!Todo esto podría ser un montaje. Manten los ojos abiertos y el tiempo confirmará miversión de las cosas. La razón por la que la Esfinge sabe tanto, y por la que se adelanta a lospeligros con tanta facilidad, es porque juega en los dos bandos. Ella es la que está causando elpeligro, y después aporta alivio y consejos; todo hasta que llegue el instante perfecto de poner enpráctica su traición. ¿Quién sabe cuántos objetos mágicos ha reunido? ¡Lleva siglos dedicada aesta tarea! Teniendo en cuenta sus actos en Fablehaven y en Brasil, al parecer ha decidido queha llegado el momento de actuar con agresividad. Tened cuidado: ya asoma el Lucero de laTarde. Si hubiese confiado en mí, su secreto seguiría a salvo. Pero me despreció y mesubestimó, y ahora su secreto ha quedado desvelado. Mi lealtad ya no es para con ella. Sémuchas más cosas que podrían seros de utilidad tanto a ti como a tus abuelos.Si no soy tu amiga, al menos sí soy quien te ha abierto los ojos.
VANESSA
ESCANEADO PORNIGURATH