Capítulo Trece

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Un hombre ideal es romántico por naturaleza. Nadie mejor que tu hombre para prepararte una cena romántica con velas y flores.
"49 Cualidades Del Hombre ideal", Revista Hombre Real, Abril, 1964.

Armando: No es sólo la comida. Es el ambiente (decía Armando, de pie en medio de la cocina de su restaurante) Ven conmigo y te lo enseñaré.
Armando guió a Mayte hacia la elegante zona de mesas donde los camareros se afanaban en prepararlo todo para la hora de la cena.
A: Éste es el sitio al que uno llevaría a una mujer para una cita romántica (continuó Armando)
M: Es perfecto (dijo Mayte tomando nota mentalmente de los cojines y las mesas estratégicamente colocadas con suficiente separación como para dar la adecuada intimidad, con la cubeta de plata junto a cada una de las mesas) 
Armando tenía razón. Aquélla era la forma de seducir a una mujer. Era el tipo de lugar que elegiría un hombre como Gonzalo.
A: Ésta es la forma de ganarse el corazón de una mujer (continuó Armando haciendo un amplio gesto con el brazo) Y el plato de la cena sería pescado.
M: ¿Pescado?
A: Eso es (dijo Armando acompañando sus palabras de un gesto de asentimiento) No hay nada como el pescado para incitar a un hombre o a una mujer. Lenguado con salsa de langostinos y cangrejo, o tal vez una langosta. Si un hombre te invita a cenar langosta, ten cuidado. En su mente hay algo más que una cena tranquila.
M: Eso suena maravilloso (reconoció siguiéndole de nuevo hacia la cocina) Pero me temo que no tendría mucho efecto sobre mí porque no me gusta el pescado.
A: Eso no significa nada (dijo Armando dándole unos suaves golpecitos en el hombro) Una de mis creaciones de pescado tiene un sabor tan especial que no sabrías lo que es, Volaise a la Grecque. No dirías que contiene una deliciosa salsa de ostras si sólo lees el nombre en la carta. Lo mismo ocurre con la ensalada Caesar, todo el mundo olvida que tiene salsa de anchoas. Aparece en la carta, pero en letra pequeña. Pero tendremos que cambiar eso (el buen humor se esfumó de su rostro) Después de lo que nos pasó hace un par de meses, he dado orden a todos los camareros de que se aseguren de que explican a todos los clientes los ingredientes de todos los platos.
M: ¿Qué ocurrió? (preguntó con suspicacia)
A: Fue terrible (dijo Armando con abatimiento) Un hombre tenía alergia al pescado...
M: ¿No se referirá al señor Walters, verdad?
A: Exacto (Armando empezó a batir unos huevos en un recipiente) Pero no fue culpa de nadie. Alguien lo pidió y lo preparé.
M: ¿Está diciendo que alguno de los empleados del señor Walters pidió su Volaise á la Grecque?
A: ¡Por supuesto! (replicó Armando un tanto indignado) Es una de nuestras especialidades. Pero no tiene nada que ver con la muerte del señor Walters. No fue él quien lo pidió.
M: Y supongo que no sabrá quién lo pidió...
A: Pues no, pero estoy seguro de que no fue el señor Walters.

Mayte condujo hasta casa pensando en lo que Armando acababa de contarle. Tal vez Isabel tuviera razón en sus sospechas, claro que también pudo haber sido una casualidad, aunque inevitablemente aquello hacía más plausible la teoría de su hermana. La llamó por teléfono en cuanto llegó a casa.
I: Chi, nadie mencionó nada de Volaise á la Grecque (admitió), pero apuesto a que fue Marvin. Te dije que era sospechoso.
No puedo esperar a ver a Simón para contárselo.
M: No deberíamos sacar conclusiones precipitadas (dijo con cautela, aunque estaba tan nerviosa como Isa)

La euforia duró poco, no obstante, porque a los pocos minutos subió el portero de la casa para decirle que estarían sin corriente eléctrica otra vez y no sabía durante cuánto tiempo.Era evidente que no podría usar la cocina y la idea de quedarse allí en un apartamento a oscuras no era nada tentadora.
Se estaba cambiando de ropa rápidamente pensando en preparar una ensalada de nuevo, cuando Manuel llamó.
Ma: Te llamo para invitarte a cenar (le propuso)
M: ¿Por qué? (preguntó mirando el horno)
Ma: ¿Cómo que por qué? (Irritado), porque quiero que vengas a cenar. ¿Qué otro motivo debería haber?
M: Podrías hacerlo para convencerme para ir a tu casa y ayudarte a representar alguna otra escena de tu libro.
Ma: Podría, pero no es así.
M: ¿Lo prometes?
Ma: Lo prometo (le aseguró) Nada de representaciones. Sólos tú, yo y la cena.
Mayte no le creyó pero pensó que incluso ensalada y pizza vegetal eran mejor que el plan que ella tenía en su casa.
M: De acuerdo.

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