Capítulo Doce

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Un hombre ideal no se lleva bien con los niños. No invita a sus sobrinos si quiere impresionarte. Claro que adorará a sus propios hijos aunque no los comprenda, y desde luego no quiere tener ninguna relación con los hijos de los demás. Prefiere una conversación chispeante a tener que cambiar pañales o limpiar mocos.
"49 Cualidades Del Hombre ideal", Revista Hombre Real, Abril, 1964.

El viernes por la tarde Mayte fue con el fotógrafo a Deportes al Aire Libre. Tomaron las fotos, siempre con Angie posando, y finalmente Gonzalo se encontró con ellos cuando ya es­taban recogiendo para marcharse.
M: Hemos conseguido las fotos que queríamos. Va a ser un gran artículo. Estoy segura de que atraerá mucho interés.
G: Es maravilloso, Mayte. Maravilloso. Nunca po­dremos darte las gracias lo suficiente.
Mayte se sintió avergonzada. Allí estaba aquel hombre tan agradable dándole las gracias mientras ella se había dedicado a tratar de averiguar si era un asesino.
M: No es nada.
G: Te lo agradezco mucho, de veras (dijo él acer­cándose más a ella) Escucha, sé que no te he avisa­do pero me preguntaba si estarías libre esta noche. Po­dríamos ir a cenar... o tal vez alquilar una película más tarde. Sería mi manera de darte las gracias por toda esa publicidad gratuita.
M: Me encantaría pero me temo que no puedo. Le prometí a mi hermana Isabel que cuidaría a mi ahijado esta noche. Pero si quieres venir...
G: ¿Por qué no lo dejamos para otro día? (se apresuró a decir, haciendo una mueca de desa­grado) No me gustan demasiado los niños... y me gustaría que fuera una velada especial. Ya te llamaré la próxima semana.
M: De acuerdo (dijo un poco decepcionada por su actitud. No debería, no obstante. Gonzalo no de­jaba de ser una versión mayor de lo que ella estaba buscando. La versión de su edad no pensaría lo mis­mo)

Esa noche decidió abordar a Isa en cuanto entró por la puerta para dejar a Joss.
M: Esto se tiene que acabar, Isabel. No puedes ir por ahí acusando a ese hombre tan agradable de asesi­nato. Simplemente no es justo.
I: No estoy acusando a nadie de nada. Sólo quiero saber qué ocurrió.
M: Sigo creyendo que no es una buena idea (dijo bajando la voz para que Joss no la oyera) Además, podría ser peligroso. Ya te conté lo que dijo Manuel...
I: Manuel tiene una vivida imaginación, lo cual es natural viniendo de un escritor. Además, no voy a ha­cer nada peligroso. Estoy buscando a alguien que des­lizara subrepticiamente un trozo de pescado en la cena de Franklin, eso es todo. Además, esta noche sólo he quedado con el señor Sweeny.
M: ¿Quién es el señor Sweeny? (preguntó)
I: Dirige la compañía de limpieza. Simón me dio una idea el otro día. Después de todo, los conserjes conocen todos los secretos de las empresas. Y ni siquiera estaré sola con él. Simón me acompañará (dijo antes de dar un beso a su hijo)
May cerró la puerta tras ella y se fue hacia el salón con Joss.
J: ¿Podemos ver una peli tia May? (preguntó el niño) He traído una de mucho miedo.
M: Claro (dijo conectando el vídeo)

Des­pués de unos minutos de película, se dio cuenta de que Joss no había exagerado nada al decir que daba mucho miedo. La guera protagonista estaba sola y se disponía a abrir la puerta tras la que la estaba es­perando un tipo con un enorme cuchillo, en medio de un silencio sepulcral. En el momento en que el hom­bre levantó el cuchillo, la televisión y las luces se apagaron repentinamente dejándolos medio a oscu­ras.
J: ¿Qué pasa? (gritó Joss agarrándole la mano a su tía)
M: Tal vez se haya fundido la bombilla y se haya estropeado la tele al mismo tiempo (sugirió con optimismo)
Joss no tenía ganas de soltarla, así es que tuvo que salir al pasillo a mirar la caja de electricidad con él. Probó todos los interruptores de la casa, pero ninguno funcionaba.
M: Parece que hay un problema con la electricidad (le dijo a Joss finalmente)
J: ¿Quieres decir que no funciona ninguna luz? (preguntó el niño con los ojos abiertos como platos)
M: No creo (dijo antes de llamar al portero)
P: Es usted la tercera persona que avisa (se quejó el hombre) No sé cuál es el problema, pero tardará un rato en solucionarse.
M: Esto no tiene buena pinta (le dijo a Joss cuando colgó)
J: Oh, no (gimió como si fuera a llorar) No me gusta la oscuridad. No quiero estar a oscuras.
M: No te preocupes cariño (tomándolo en un abra­zo) Ya pensaré en algo...
J: Pues hazlo rápido tía. Me da miedo la oscuridad.
A Mayte tampoco le hacía mucha ilusión, sobre todo después de ver la película. Estaba buscando velas y linternas por toda la casa tratando de no pensar en el tipo del cuchillo, cuando el teléfono sonó. Dió un brinco de sorpresa y deseó que fuera el portero para darle buenas noticias. Era Manuel, y su voz parecía impaciente y distraída.
Ma: Perdona que te moleste, pero tengo que pedirte un favor.
M: Dispara (ella que se sintió ligeramente más tranquila al escuchar la voz amiga)
Ma: ¿Dijiste algo de que tu hermana Isabel ¿tenía un hijo de ocho años?
M: Sí, Jose Manuel, pero a él le gusta que llamen como su madre le llama, Joss. De hecho, en este momento está aquí conmigo.
Ma: ¿De veras? (el tono de Manuel se volvió suspi­caz)
M: ¿Por qué?
Ma: ¿Su madre no estará por ahí buscan­do asesinos sueltos?
M: No exactamente, no (dijo haciendo un gesto de sorpresa)
Ma: Bien. En ese caso, ¿podrías traerlo a mi casa?
M: ¿Para qué?
Ma: Porque lo necesito (impaciente­mente) Tenemos una urgencia. Estoy tratando de re­presentar la escena del rescate con el helicóptero y no tengo suficientes actores. Andres está tratando de ser el piloto y uno de los malos y Juan el protagonista y otro de los malos, pero siempre acaban peleándose. No funciona.
Mayte dudó. Llevar a Joss a jugar a policías y la­drones con un escritor un tanto peculiar, no sería la idea que Isabel tenía de una actividad educativa. Por otro lado, era mucho mejor que pasar la noche a oscuras.
M: Vamos para allá.

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