Capítulo Nueve

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Mayte entró en su lencería preferida y se compró un negligé de seda en color verde agua que se puso en cuanto llegó a su apartamento. Era perfecto. El tipo de prenda elegante y sofisticada que hacía juego con el aspecto de su piso.
Se sirvió una copa de vino y se sentó a la mesa de la cocina, con todas sus notas desperdigadas alrededor. Así era como quería vivir, rodeada de sofisticación y con un compañero bien vestido, encantador, en fin, como los hombres de antes, que no llevara ropa interior de cuero. Pero que, si se la pusiera, le quedara estupendamente.
Se quitó la idea de la cabeza y comenzó a pasar a limpio sus notas. Acababa de terminar de reescribir lo que había averiguado en Walters cuando llegó Isabel.
I: Joss está en casa de un amigo y tengo que ir a recogerlo dentro de poco. Pensé que podía venir a verte antes por si tenías noticias.
M: Y las tengo (dijo May) Muchas. Anthony es prepotente y Manuel está raro vestido con traje. Ah, un filete de ternera no es nada erótico porque los hace sentirse llenos y no tienen ganas de nada.
I: No me refería a esas noticias sino a tus progresos con Walters.  Ibas a ver a Gonzalo hoy, ¿no?
M: Ah, sí. Gonzalo (lo había olvidado por completo) Sí, quedé con él.
I: ¿Y qué ocurrió? ¿Te dijo algo de su tío?
M: No admitió que hubiera querido deshacerse de él, si es eso lo que quieres saber. Me enseñó las instalaciones, y me habló de todos los cambios que tiene previstos. Ah, y también vi la nueva línea de ropa interior de cuero. Tenías razón. Me sorprendería mucho que se vendiera... aunque Gonzalo dijo que es un gran mercado.
I: Se equivoca, pero no es eso lo que me preocupa ahora. Sigue.  ¿Y qué más averiguaste? ¿Dijo algo de Franklin?
M: Sí. Dijo que lo quería mucho.
I: Claro (repuso)
M: Y que se quedó muy sorprendido cuando su tío le legó la empresa.
I: ¿Neta? ¿Y a quién esperaba que se la dejara? Franklin no tenía más familia, a no ser que cuentes a su canario.
M: Eso no lo mencionó, pero sí dijo que él no tomó salsa de marisco, por lo que tampoco pudo dársela a su tío.
I: Nunca se sabe. Sigue, ¿qué más?
M: No mucho (admitió e Isabel la miró desilusionada) Pero sabré mucho más la próxima semana. Voy a hablar con todos los que trabajan en Deportes al Aire Libre, y he quedado para cenar con Gonzalo el sábado por la noche.
I: Gran estrategia, Mayte. Una cita con un asesino. Estoy segura de que podrás sacar algo para tu artículo sobre el hombre ideal  (Isa se puso en pie) ¿Puedo ir al baño antes de salir a buscar a Joss?
M: Claro (dijo mirando a su hermana que desaparecía por el pasillo) No creo que sea un asesino y no es una cita (le gritó) Sólo va a contarme los planes de cambio que tiene. No se sabe qué podré averiguar.
I: Yo sí espero averiguar algo (gritó, devolviendo) Voy a salir a tomar algo mañana con Simón.
I: ¿No te referirás a Simón González?
I: Así es. ¿Podrías cuidar a Joss?
M: Claro, pero... pensé que Simón estaba comprometido.
I: Lo está (dijo Isa saliendo del baño y viendo el ceño fruncido de su heemana menor) No te preocupes. Sólo vamos a ir a tomar una copa para hablar del Informe Franklin.
M: ¿Qué es el Informe Franklin?
I: Es como he bautizado el asunto de la muerte de Franklin (dijo Isa vibrante de emoción) ¿Te gusta? Podría ser el título de un libro, incluso estaría bien para tu artículo.
M: No sé. Esta investigación tuya... no sé para qué sirve. No estoy muy convencida de que no fuera un accidente, y si no lo fuera, estoy segura de que Gonzalo no tiene nada que ver.
I: Pues yo no estoy tan segura, pero aunque tengas razón, y él no lo hubiera hecho, alguien más podría haber sido. No soy la única que tiene sospechas. Simón está de acuerdo conmigo.
M: ¿De veras?
I: Sí, por eso vamos a vernos mañana. Simón quiere que comparemos nuestras averiguaciones.
M: Suponiendo que Simón sepa algo, lo que dudo mucho, ¿por qué querría decírtelo?
I: Porque soy contable, claro. La gente nos cuenta todo tipo de cosas. Somos como un cura a quien vienen a confesarse.
M: Entiendo.
I: Vamos, May... ¿Por qué no querría contármelo?
M: ¿Porque es un hombre?

Mientras Mayte interrogaba a Gonzalo, e Isanel a Simón, Manuel decidió hacer lo mismo con su hermana. Se acercó a su casa por la noche para recoger a los niños. No le gustaba la escena del helicóptero y necesitaba un par de actores que le ayudaran a hacer un simulacro. Mientras esperaba que fueran a buscar sus pistolas de juguete y otros artículos, Manu se apoyó en la encimera y le habló a Pilar de su colaboración con Mayte en el artículo para la revista.
Pilar no sólo había oído hablar de la revista Hombres de Verdad sino que era una ávida lectora y se quedó muy impresionada de que su hermano tuviera algo que ver con ella.
P: ¡Estás escribiendo un artículo para la revista Hombres de Verdad (exclamó con los ojos muy abiertos) Es increíble, Manuel.
Por alguna razón, su asombro le pareció insultante.
Ma: He escrito media docena de libros superventas y he aparecido en montones de revistas, hermana. Esto no es más que un pequeño artículo.
P: ¡Sí, pero es para Mujeres! Es impresionante que tus libros sean siempre de los más vendidos, y me parece asombroso verte en las revistas, aunque nunca he podido comprender por qué en cada entrevista tu color favorito es uno distinto.
Ma: Eso depende del humor que tenga (le dice sin darle importancia a su hermana) No sabía que leyeras la revista.
P: Todas las mujeres la leemos.  Todos los hombres guapos aparecen allí. Incluso hicieron un artículo sobre George Clooney y ahora tú estás escribiendo un artículo para ellos. No saldrás desnudo, ¿verdad?
Ma: Santo Dios, no (dijo con un escalofrío de pensarlo) Y no estoy escribiendo el artículo yo solo. Trabajo con Mayte en su artículo.
P: ¿Mayte? (abrió aún más los ojos).  ¿No hablarás de Mayte Lascurain? (Manuel asintió con la cabeza y Pilar se llevó la mano a la boca) Oh, Dios mío, no lo puedo creer. ¡Conoces a Mayte Lascurain!
Manuel conocía a mucha gente famosa entre los que se incluían políticos, estrellas de cine y modelos, y su hermana nunca había reaccionado de aquella manera.
Ma: Sólo es una periodista...
P: Lo sé, pero es muy buena. Su artículo “El placer del sexo con una misma” fue todo un clásico.
¿El placer del sexo con una misma? ¿Mayte había escrito sobre eso? ¿Y dónde y cómo habría recabado la información?
P: Y su artículo sobre las prendas que te hacían sentir atrevida fue fascinante (continuó llena de emoción) En cuanto lo leí, me compré unas zapatillas de correr nuevas.
Ma: ¿Zapatillas de correr? ¿Y qué tienen que ver con...?
P: Es algo de mujeres (le interrumpió mirándolo con repentina curiosidad) ¿De qué trata el artículo que estás escribiendo con ella?
Ma: Trata de hombres. El hombre Ideal, para ser más exactos (se aclaró la garganta) De hecho, quería preguntarte algo. ¿Cuáles dirías tú que son las cualidades que un hombre ideal debería tener?
P: Veamos (dijo Pilar arrugando la nariz mientras pensaba) Guapo, gran sentido del humor, inteligente... (se mordió el labio inferior) Supongo que alguien como Eddie.
Ma: ¿Eddie? (trató de conciliar las cualidades que había dicho su hermana con su cuñado, pero no pudo) ¿Te refieres a tu marido, Eddie?
P: ¡No, me refiero al perro Frances, Eddie! ¡Claro que es mi marido, idiota!
Ma: Ah (no pudo pensar en una respuesta para aquello)
Eddie tenía una tienda de muebles. Era un buen hombre pero no sabía hablar de otra cosa que no fueran sofás. Manuel no diría que fuera el hombre ideal. 
Ma: ¿Y yo qué? ¿Tú dirías que lo soy?
P: Eres mi hermano, Manuel. No te considero un hombre.
Ma: Vaya, gracias por lo que me toca.
P: Pero si lo hiciera, supongo que pensaría que lo eres, sí. Desde luego has sido un buen hermano para mí. Ayudaste mucho a Eddie a montar su tienda, por no mencionar el dinero que aportaste para mi educación y las cosas que le has comprado a mamá. Has sido maravilloso.
Ma: Pero eso no tiene nada que ver con el hombre ideal (dijo Manuel haciendo un gesto con la mano para quitar importancia a las palabras de Pilar) Cualquier persona lo habría hecho. Si hubieras sido tu hermana, también lo habrías hecho. Lo que quiero saber es, si no fueras mi hermana, ¿me considerarías un hombre ideal?
P: Ah (dijo Pilar abriendo mucho los ojos), supongo que sí.
Ma: ¿Es eso un sí o un no? (dijo algo decepcionado)
P: Manuel, eso es un sí (lo miró y sonrió alegre) Es verdad que pasas mucho tiempo escribiendo, y que tienes muchas manías con los alimentos y no eres la persona más ordenada del mundo. No sé si eres romántico... pero tienes un gran sentido del humor y eres muy, muy divertido y... siempre que vienes a cenar, friegas los platos.
Ma: ¿Fregar los platos es una cualidad del hombre ideal?
P: Yo diría que sí. Eddie lo hace la mayoría de las veces. Es una de las cosas que más me gustan de él (dijo poniéndose colorada)  Y una de las cosas que más me excitan.
Manuel abrió la boca para preguntar más, pero en ese momento llegaron sus sobrinos, Andres y Juan, con sus armas de plástico, sus coches y otros juguetes.
Andres: Hoy me toca a mí ser el malo, ¿verdad, tío Manuel? (dijo el mayor de sus sobrinos) Juan ya lo fue la última vez.
Juan: No es cierto (protestó el menor) Tú fuiste el malo. Yo tuve que hacer de la chica.
Ma: Esta vez los dos podrán ser malos y usaremos las almohadas como si fueran el protagonista y la chica. Así ninguno de ustedes se hará daño.
Los chicos dieron gritos de alegría y corrieron hacia el coche. Manu se metió las manos en los bolsillos y los siguió. Lo de ser un hombre ideal era mucho más complicado que simular una escena del libro. Había que ser seguro de sí mismo, vulnerable y fregar les platos.
Se imaginó a Mayte en su cocina mientras él terminaba de fregar los platos. Ella lo miraría con ojos de deseo y él la desnudaría allí mismo.
Le haría falta mucho más que fregar unos platos para atraer a Mayte.

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