Prólogo

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No recordaba mucho de lo que había pasado, y tampoco Mia. Crystal había dicho que nuestra mente nos estaba intentando proteger del trauma, del dolor, para que pudiésemos seguir adelante.

Y eso fue lo que hicimos en cuanto salimos del hospital, a pesar de todo lo que Mia y yo habíamos perdido.
Mis padres habían desaparecido cuando yo era muy pequeña, no los recordaba, sólo tenía flashes de memoria a veces: sonidos de voces musitando palabras dulces, olor a un perfume floral, la sensación de una caricia en la mejilla; nada concreto. Cuando ellos se fueron y me quedé sola, el padre de Mia me cuidó y me crió como a su hija también. Me gustaba pensar que él había sido amigo de mi familia y por eso había terminado viviendo junto con él y Mia, y no que fue designado por los servicios sociales para quedar a cargo de mí.

Sin embargo Crystal sospechaba que había muerto en el accidente.
Nunca nos enteramos de lo que realmente sucedió, sólo de lo que Crystal sabía: íbamos en la parte trasera del auto de nuestro padre, pero él no era quien conducía, si no que otra persona. Habían estrellado el auto contra la camioneta de Crystal y ellos habían muerto, sin embargo nosotras sobrevivimos.
Nuestro padre nunca apareció.
Lo que sucedió esa noche nos dejó a Mia y a mí completamente solas.
O eso era lo que creíamos, hasta que apareció Crystal Hampton en nuestras vidas.

Crystal fue la persona que nos encontró y, aun sabiendo que se estaba poniendo en riesgo, nos llevó al hospital fingiendo ser nuestra hermana mayor. No nos conocía de nada y, a pesar de ello se quedó hasta que despertamos. Recuerdo que la sensación de tenerla a ella vigilando nuestra inconsciencia calmó un poco la sensación de vacío en mi pecho.

Nos hablaba como una madre cariñosa y preocupada y había calmado a Mia cuando las lágrimas habían comenzado a caer por su rostro.

Yo también había llorado. Pero ahí había estado ella para nosotras.

Para intentar distraernos un poco Crystal nos había contado sobre ella.

Mi vida hasta el momento nunca había sido "normal", pero se puso aún más patas arriba cuando ella nos contó su secreto.

No era lo que se decía "humana" y sus colmillos afilados eran la prueba.

Ella y su hermano Blake, eran vampiros y, sin embargo, no eran los monstruos que todos decían que eran, pero tampoco eran personas dulces que evitaban matar a toda costa como lo pintaban en algunos libros.

Durante el par de días en que estuvimos en el hospital, Crystal se quedó siempre a nuestro lado, respondiendo nuestras preguntas y tratando de conocernos mejor. Al final ella se encariñó con nosotras y nosotras con ella. Aún recuerdo cuando, bajo la mirada incrédula de Blake, nos preguntó si queríamos ir a casa con ella.

No hubo mucho que pensar.

Nuestra nueva madre aceleró todo mediante las cosas que más manejaba: el dinero y sus diversas influencias. En menos de un mes ya estábamos viviendo con ella y Blake en su enorme casa en Los Ángeles.

Pero las cosas eran un poco más complicadas que lo que habían parecido al principio.

Crystal aparentaba veinte años, mas la verdad es que tenía más de doscientos: una vampiresa "joven" tomando como referencia la edad estándar del resto de los vampiros. Era considerada una niña por muchos y, sin embargo, dirigía el gobierno vampírico: la gran institución mundial llamada La Sombra.

La Sombra dividía el mundo en zonas de influencia, en quince en total, y cada una estaba bajo la supervisión y control de uno de los quince líderes. Crystal era quien organizaba todo, la cúspide de la organización.

A Mia y a mí no nos costó excesivamente acostumbrarnos a nuestra nueva rutina. Los otros líderes nos querían mucho y nos enseñaban idiomas y sobre la cultura de sus países de origen.

Éramos felices con nuestra nueva familia.

Pero no todo era color de rosa.

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