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El sepulturero terminaba de guardar un cadáver en la cámara frigorífica, mientras Ciel miraba por la ventana perdido en sus pensamientos. Lo sabían, ambos lo sabían pero ninguno lo dijo. El demonio se había puesto en marcha y tarde o temprano lo encontraría. Lo podían notar. La puerta del infierno se había abierto una vez más y había dejado salir al demonio rey. El rostro de Ciel estaba tranquilo pero su cola se había doblado quedando entre sus piernas. Estaba asustado.

Kain pisaba por primera vez en años Londres. Incluso tanto tiempo después conseguía captar el olor del niño sin buscarlo. Sonrió con malicia. Hoy iba a acabar con toda su confusión mental, alcanzaría la tranquilidad otra vez. Iba a matarlo. Caminó por las abarrotadas calles de Londres sin mucho entusiasmo. A cada paso se le hacía más difícil acercarse. Extraños sentimientos afloraban en su interior ¿que podían ser? Se sentía inquieto ¿por lo que va a hacer?.
Un edificio pequeño, algo alejado del gigantesco castillo al que estaba acostumbrado, se alzaba ante el.
Sebastián se paró y cogió aire. Por su mente pasaban los fríos recuerdos de millones de neófitos, nuevos demonios creados a raíz de humanos que cegados por el poder habían abandonado su humanidad convirtiéndose en seres irreconocibles incluso para los demonios. No se corrompen de la forma que lo hacen las almas, no muta su forma física, pero algo en ellos está mal. Como si su existencia fuera un error. Rompen el equilibrio entre demonios y humanos masacrando ciudades y pueblos sin ningún criterio, no solo se dedican a devorar sus almas también se ensañan con los cuerpos. Un ser tan bestial que acaban siendo asesinados por los suyos con el fin de exterminar la aberración, el ser que sin remordimientos que masacra a los que un día fueron su gente.

Ciel estaba en su cama, se encogía cubierto por las sabanas. Sabia que Sebastián estaba cerca. Todo terminaría pronto ¿así iba a acabar el conde?
- ¿no vas a luchar? - el albino se apoyaba en el marco de la puerta de brazos cruzados y serio. Portaba su arma y había recogido su cabello dispuesto a luchar.
- No puedo luchar contra el Taker, no puedo - Undertakerse caminó hasta la cama y se sentó en la orilla y se quedó mirando al niño. Sus verdes ocelos reflejaban lastima por el ser - No me mires así,no significa que vaya a dejarme morir. - Un ruido irrumpió en el silencio del lugar. La puerta habia sido derribada, Ciel se levantó de un salto y con un movimiento hizo el amago de saltar por la ventana, pero ya era tarde. Un aura negra cubrió toda la habitación creando otra realidad Ciel chocó contra el oscuro aura. Pasos furiosos se cernian  sobre ellos, Undertaker se puso a la defensiva Ciel no sabia como actuar.

La puerta del cuarto salió disparada y al mismo entrar una oscura y espesa niebla invadió el lugar. Se escuchó un golpe en medio de aquella tensa oscuridad ¿Había alcanzado a Undertaker? Un segundo golpe se escucho junto a un ruido metálico y un grito desgarrado seguido de un silencio sepulcral hicieron a Ciel reaccionar. No podía gritar o revelaría su posición. A pesar de que su olfato felino era bastante bueno no conseguía localizar al albino, el olor estaba muy disperso, como si hubieran múltiples focos y eso le helaba la sangre. Trato de avanzar pero era inútil, apenas distinguía la dirección en la que iba. Una risa conocida lo hizo estremecer, estaba tras el. Una pared se irguió delante suya, Sebastián lo tenía totalmente arrinconado, ya no podía huir, ni tenía oportunidad defendiéndose. Apenas unos segundos después sus brazos habían sido clavados a la pared por pequeñas dagas espectrales. Ciel alzo la mirada para ver dos focos carmesíes que le miraban en medio de la oscuridad.

El rey demonio soltó una falsa risa que sonó nerviosa mientras contemplaba aquel niño, tratando soltarse. Unos pequeños cuernos sobresalían de la capucha que llevaba y al quitarla pudo ver orejas felinas asomar de los costados de la cabeza. Sebastián lo miro como si fuese la cosa más asquerosa del mundo y Ciel solo bajó la mirada, parecía asustado no parecía ir a atacar. Sus ojos rasgados reflectaban la luz y su temblorosa boca lucía colmillos. Efectivamente no quedaba nada del niño desvalido que el amaba. Sin embargo había algo que le impedía matarlo. Ciel levanto la cara para, por un segundo hacer una mueca de tristeza pero enseguida volvió a su rostro forzosamente neutral. Casi lo había matado, pero esos enormes ojos azules todavia reflejaban lo que había perdido, todavía eran similares a los de su amado. En ningún momento se comportó como la bestia que el había creído que sería, de hecho parecía bastante cansado, unas ojeras marcaban su rostro.
- ¿Ciel? - Fue casi una pregunta para sí mismo mientras miraba la expresión del menor. Sebastián siempre dio por hecho que no recuperaría a su dulce niño, pero esos ojos... los ojos de alguien que ha sido traicionado. El dolor de alguien que ya no tenía nada. Era como apuñalar su propio corazón,  seguía doliendo incluso después de tanto tiempo. Ciel hizo una mueca de dolor y Sebastián amagó para cogerlo aunque finalmente recuperó su postura atacante.
- Estoy clavado a la pared, no se que esperabas - Su voz sonó ronca, a pesar de su situación había empuñado sus manos y se retorcía lentamente comenzando a soltar sus brazos.
- ¿estas... dolido? - Se acercó queriendo tocarlo pero la mirada del otro le sorprendió. Una mirada fija y desafiante, la mirada de un animal acorralado preparándose para atacar, sus pupilas se habian teñido de negro. Un frío sonido metálico lo izo retroceder justo en el momento en el que el filo de una guadaña ocupaba el espacio que antes ocupaba el.
- No voy a dejar que lo sigas rompiendo - Undertaker estaba maltrecho y Ciel lo miro, primero espantado pero poco a poco parecía enfurecerse . Ciel liberó los brazos de un solo estirón y se levantó emitiendo pequeños gruñidos de advertencia a lo que el shinigami miró divertido - hehe me preguntaba cómo de peligroso es un demonio hambriento y despechado. Ha sido largo tiempo esperando una respuesta - No lo había tenido en cuenta, en todo ese tiempo Ciel no había tenido a nadie que lo enseñe. No era capaz ni de ocultar su apariencia demoníaca, cuanto menos alimentarse. Todo ese tiempo Ciel...habia sido el mismo. El mismo niño abandonado una vez más a su suerte. En ningún momento se convirtió en lo que Sebastián había imaginado de hecho ni siquiera había matado para comer. ¿Como pudo estar tan ciego?

Una abrasadora sensación comenzó a llenar al menor. Estaba arrinconado, pero no sentía miedo, estaba amenazado, pero no sentía nerviosismo. En su lugar aquella sensación de fuerza lo invadió se levantó haciendo ruidos de advertencia. Había dañado a Undertaker. A quien lo había estado cuidando todo este tiempo, su amigo y confidente...
- ¿Ciel? - el otro demonio trato de adelantar la mano para tocarlo pero en cambio el niño reaccionó lanzándose contra el. Un mar de zarpas, gruñidos, dentelladas, algunos de estos ataques apenas los podía esquivar el demonio mayor.

Momentos antes Undertaker justo iba a atacar cuándo algo lo disuadio. No es que fuera fácil asustar a un ser tan longevo como el, pero aquello lo hizo retroceder. Los ojos del niño que trataba de proteger se tornaron completamente negros signo de que ya no tenía el control sobre si mismo, una aura extraña invadió el lugar por encima de la del rey demonio. Justo en el momento que apartó su death scythe los ojos de Ciel retuvieron en el más intenso azul, el menor se abalanzó cual fiera salvaje sobre el otro comenzando a clavar las garras sin control. Ciel tenía por fin soltaban toda su rabia y dolor. El joven demonio arremetió una y otra vez contra el demonio rey que aún no contratacando apenas recibía daño. El demonio mayor parecía sorprendido. Que
El shinigami solo contemplaba como el niño atacaba, con lágrimas en sus ojos. Lágrimas que habían sido reprimidas por mucho tiempo. Las mismas que sorprendían al demonio, las mismas que aliviaban al shinigami, las mismas que dolían como puñaladas al joven niño. El demonio de repente se derrumbó, cubrió su rostro con el brazo mientras que los zarpazos del menor poco a poco cesaban. El shinigami comenzaba a comprender el porque de los juegos de esos años, porque no lo había matado ni el había huido. ¿Eran capaces de dañarse el uno al otro?

Kuroshitsuji : Conde Condenado 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora