Llego corriendo a los vestuarios del estadio donde se jugará la final. Un amigo de Mike tuvo la amabilidad de hacer de chófer y llevarnos, así que solo tardamos cinco minutos.
Pero eso no evitó la bronca.
—¡Joder, Alex! ¡Pensaba que no venías! —Julian me tiende la magnifica peluca, y me ayuda a colocarmela, mientras el resto de los chicos se van yendo del vestuario para que me pueda cambiar con tranquilidad y sin miradas de reojo.
Agradezco que no sea necesario que se lo recuerde.
Me cambio y miro mi perfil en el espejo. A no ser que me vuelvan a meter mano de nuevo, nadie diría que tengo pecho. Por una vez en la vida me alegro de no tener un busto exhuberante.
Salgo de los vestuarios y veo que el estadio está lleno de gente, algunos de nuestra universidad, otros de la del equipo oponente. Mis amigos han conseguido, milagrosamente, un puesto en primera fila, algo raro teniendo en cuenta que son un montón y que han llegado tarde. De repente me doy cuenta que una chica en las gradas me mira a mí, y luego a mi hermano, que se sienta justo en frente de ella.
Mierda.
Cualquiera en el campus sabe que, pese a nuestro parecido, yo soy una chica, lesbiana, según muchos, y mi hermano es un chico. Desconozco si creen que es gay o no. Pero el caso es que esa muchacha está atando cabos.
Tiene a Dave sentado en frente.
Y alguien exactamente igual que él va a jugar.
Le digo a David que me cubra un segundo, mientras me acerco a las gradas.
—¡Dave! —grito, y él se asoma por la barandilla.
—¡Dime!
—¡Ponte la capucha!
—¿¡Qué!? —mi hermano se pone una mano en el oído, dejando claro que no me oye. Yo grito todavía más fuerte:
—¡Ponte la capucha! ¡Nos conoce demasiada gente, y se supone que eres tu quién juega! —de repente me percato que estoy gritando a diestro y siniestro que yo no tendría que estar aquí, así que me giro, asustada, para comprobar que no hay nadie de la federación que pueda escucharme. Por fortuna, entrenadores y demás están discutiendo quién saca primero.
Mia que también se asoma en el último momento, parece tener el oído más fino que mi hermano, y le susurra algo en el oído. Dave asiente, comprendiendo, y se pone la capucha. Ambos me sonríen y me levantan el pulgar, dándome fuerza.
Julian hace sonar su silbato y me acerco a mi equipo. Todos nos ponemos en fila y hacemos el típico formalismo necesario en todos los partidos: tender la mano a todos los miembros del equipo contrario. Veo al chico-de-nombre-desconocido, que me saluda, sonriente, y me guiña el ojo. Yo le sonrío de vuelta; si no han cambiado la estrategia de su equipo, él está en el ataque, como yo.
El árbitro sopla el silbato y todos levantamos la vista en su dirección. El equipo contrario saca, así que me coloco en mi posición, defendiendo a... él. Creo que en el descanso le preguntaré como se llama.
Este chico me va a desconcentrar durante el partido... ¡Mente sana!
Un chico moreno se coloca en el centro del campo y lanza la pelota a un jugador de su equipo en el ataque, demasiado cerca de nuestra portería. A pesar de estar considerablemente lejos, juraría que David se tensa, consciente de que sólo llevamos unos segundos de partido y puede que ya nos marquen un gol.
Los tres jugadores del ataque deben de llevar entrenando juntos media vida, porque se coordinan tan bien que da hasta miedo. Se van pasando sin ningun problema el balón, acercándose cada vez más y más a nuestro portero.
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She is NOT one of Them
Fiksi RemajaPara muchas chicas universitarias, estar por error en una residencia llena de chicos con las hormonas disparadas, puede ser lo mejor que les ha pasado en la vida. Para Alexia Martin, eso es lo PEOR que le puede pasar, sobretodo si el error fue po...