Capítulo Uno.

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3 años atrás.

20/08/2014

Estoy sentada en la arena. Con mi vestido morado con manchas negras, que me llega hasta los tobillos, mi cabellera café suelta y mis ojos fijos en el horizonte.

El sonido del mar me relajaba; tengo muy pocas oportunidades para aprovechar días como este, porque no todos los fines de semana vengo a la playa. Yo vivo a una hora y media de la playa más cercana.

Mañana es mi primer día de clases, en un nuevo colegio.

Llevaba once años en el mismo colegio, con las mismas personas de siempre, los mismos profesores, el mismo y normal ambiente y por cosas de la vida mi mamá decidió cambiarme de colegio. Ahora ya no sé que pensar. Sólo quería mantener los ojos cerrados, escuchar el bello sonido del mar y alejarme de la ciudad, aunque sea por unos segundos.

— Creí ser la única persona que venía a esta hora a observar el atardecer — soltó una voz masculina, tan lejana y cercana a la vez.

Abrí los ojos de a poco y pude observar a un muchacho sentado a pocos centímetros de mí.

Llevaba una polera blanca en V, unos shorts celestes de traje de baño. Sus ojos verdes al parecer con un poco de café llamaban mi atención. Su cabello liso y negro, rebajado hacia los lados le queda muy bien. Tenía una sonrisa brillante, muy confiada de sí mismo, pero no llegaba al punto del narcisismo. Su cutis no era perfecta, él no demostraba perfección alguna, pero sus ojos eran hipnotizantes y había algo que me llamaba la atención, pero realmente no sabría decir que es.

— Bueno no eres él único — dije.

El muchacho me observó un par de minutos, pero yo observaba el oceano.

— ¿Eres de por aquí? — preguntó.

— No — respondí secamente.

— Soy Aaron— me tendió la mano.

Le observé unos segundos.

— Isidora — le estreché la mano.

Me sonrió, pero yo le devolví con una mirada de pocos amigos.

— ¿Cuántos años tienes? — preguntó.

— ¿Por qué tantas preguntas?

— ¿Por qué no?

— 16 — respondí.

— 15 — dijo él.

— ¿Cuándo cumples los 16? — pregunté.

— El 1 de febrero.

— Oh, eres acuario — aquello despertó mi curiosidad.

— ¿Cómo supiste? — me miraba con cierta intriga.

— Tengo cierta curiosidad con los signos, siento que encajan varias veces con la gente que me rodea — sonreí.

— ¿Y tú qué eres?

— Aries — respondí orgullosa de mi misma, los aries tenemos muy mala fama, pero somos el mejor signo zodiacal —. 6 de abril.

Las olas del mar rugían con cierta intensidad, pasamos horas y horas hablando. Teníamos muchas cosas en común, Aaron era maduro de cierta forma, aunque tuviera quince, nunca me esperaría eso de alguien menor que yo, especialmente si es hombre. No digo que todos los hombres menores sean inmaduros, pero al menos los que yo conozco sí lo son. Aaron no insistió en preguntarme cosas tan íntimas, ya que yo le respondía con más preguntas, de cierta forma soy muy reservada, lo he aprendido con los años, así que sólo hablábamos de cosas sin importancia, contábamos anécdotas chistosas, también hablábamos de la vida, nuestros gustos musicales, comidas, entre otras cosas.

— ¿De qué colegio eres? — preguntó.

— Realmente no sé — solté una risa sarcástica —. Me acabo de cambiar.

— ¿A mitad de Agosto?

Asentí.

— Que raro.

— Ya lo creo.

— Me gusta tú sonrisa, eres muy risueña — soltó de la nada.

— Creo que eso ha sido lo más estúpido que has dicho en toda la tarde mira — le enseñé los brackets —, esto no es lindo. Es raro.

— Entonces lo raro en ti es lindo.

— Mmmh, bueno, ya se está haciendo tarde. Creo que debo irme, mi mamá debe estar hecha una furia.

Me levanté rápidamente.

Él se levantó a la vez conmigo.

— Eres alto — dije.

– Tú también — dijo él —. ¿Cuánto mides?

— Como 1.70.

— Eso es mucho para la mujer promedio chilena.

— Ya lo creo. ¿Cómo supiste qué soy chilena?

— Por tu forma de hablar.

— Bueno.

Comencé a marcharme.

— ¡Isidora! — gritó.

Voltee.

— ¿Te veré mañana? — se acercó a mí.

— Puede ser — le besé la mejilla — Adiós.

OcéanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora