Capítulo Diez.

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Un año después.

02/07/2018

Corría más rápido de lo que podía. Desesperada, sin aliento. Corría por la orilla de la playa, mis zapatos se hundían en la arena húmeda — hasta a veces las olas llegaban a mis rodillas, mojando mis pantalones —, las lágrimas rebalsaban mis ojos y caían por mis mejillas hasta mi barbilla.

Todo pasó muy rápido, mi ser oscuro salió a la luz hoy y aquella alma me perseguirá hasta el día de mi muerte, yo lo sé. La adrenalina recorría salvajemente por mi cuerpo, tropecé con alguna roca y caí al suelo. Comencé a ver mis manos por primera vez, llenas de sangre, al igual que mi polera blanca y también había un poco en mis muslos en mis pantalones de Jeans. Ya no hay rastro alguno de él, sólo mi último recuerdo... Quemándolo, su cuerpo yacía sin vida mientras las llamas se extendían por su cuerpo; pasé de ver su cara espantada a una gran serenidad. Y la culpabilidad me carcomía por dentro, pero mi lado oscuro agradece que esté muerto y aquel libro por fin haya terminado el capítulo.

Restregué mis manos en la orilla del mar, quitando ese olor mugriento a sangre. También froté mis dedos contra los otros para sacar tierra que tenía bajo las uñas.

Tendré que quemar mi ropa también, pensé

Ya no aguantaba más, la sangre que estaba en mi ropa la siento por todas partes, siento que su sangre recorre mi cuerpo, no me siento limpia y mi alma tampoco. Estoy demasiado exhausta, podría quedarme aquí tirada en la arena esperando que el mar me lleve con él. Abrumada, me comencé a sacar la ropa, los pantalones y la polera, restregué mi cuerpo en el mar, para sacar rastro y olor alguno. Comencé a llorar desconsoladamente. Me quedé unos minutos sentada, mientras el agua salada y muy fría mojaba mi piel...

No puedo permitirme llorar en este momento, tengo que actuar rápido, pensé.

Me levanté, saqué de mi mochila un poleron grande el cual me puse inmediatamente y finalmente guardé mi ropa ensangrentada, la evidencia en mi mochila.

También tendré que quemar la mochila, suspiré inquietada.

No debe de haber rastro alguno de lo sucedido. Era el plan perfecto, hasta que entré en pánico, peor que en una película policial. Debo volver al lugar donde sucedió todo, pero necesito ayuda, no creo poder hacerlo sola.
Tomé el celular con cuidado y marqué a dos números.

— ¿Aló? — contestó.

— Martina. Necesito ayuda, pero no puedes preguntar nada al respecto.

La Marti es una de mis confidentes, aparte de la Dani, también a ella le tengo mucha confianza. Ella es cinco años más pequeña que yo, pero usualmente me sorprende su madurez al tener que actuar en momentos desesperados. Como este.

— Sí, obvio, ¿dónde estai?

— En playa ancha, pero juntemosnos en San Martin en quince minutos y lleva todas las cosas de limpieza que tengas en tu casa, guantes y ropa que no te importe manchar.

— Está bien, ¿me contarás después? — preguntó.

Mientras preguntaba corrí hacia donde dejé mi auto anteriormente estacionado.

— En algún momento... Llamé también a la Dani, así que probablemente se encontraran, ella sabe como llegar. Nos vemos.

— Nos vemos.

Encendí mi auto y corté.

Nos encontramos en mi departamento, San Martin era un punto de referencia, ya que estaba tan paranoica que no quería decir nada exacto al teléfono, el departamento estaba más pulcro de lo que creía. Las tres estábamos nerviosas, tanto yo que había cometido un crimen como ellas que no sabían de aquello.

— Tienes la cara pálida — me dijo la Marti —, pareciera que viste un fantasma — Dani y Marti rieron.

— Manos a la acción — dije.

Las tres nos sujetamos el cabello, nos pusimos guantes de latex y comenzamos una limpieza profunda en todo el departamento.

Yo procuré en limpiar el baño, la cocina y mi habitación, Dani y Marti el resto del apartamento — una habitación extra, la sala de estar y el comedor —, donde habían mas rastros de sangre eran en aquel baño el cual me encerré. Restregué con la esponja la tina, el suelo y el lavamanos. Me senté a la orilla de la tina, sentía que no podía respirar, mi corazón latía muy fuerte y yo estaba horrorizada... en shock.

Alguien tocó mi puerta, pero sabía que era él. Corrí rápidamente a abrirla, no pensé que nos encontraríamos; abrí la puerta y ahí estaba, apoyado en el marco de la puerta, con su cabello despeinado, pantalones negros apretados, polera blanca en V que marcaba sus músculos y una chaqueta de cuero.

— Hola — dijo y sonrió de lado.

— Pasa — dije y le sonreí de vuelta.

Nos sentamos a la orilla de la cama y suspiré.

— Te extrañaba.

— Yo igual — respondió y nos dimos un largo abrazo.

— ¿Isi? — escuché una voz a través de la puerta del baño, rompiendo los últimos recuerdos que pasé con él.

Abrí la puerta rápidamente: — ¿Qué pasa? — pregunté.

— Estás llorando, ¿que sucede? — visualicé la cara de ambas, mirándome con preocupación, yo en cambio las miré extrañadas.

Me dirigí nuevamente al baño, y tenían razón, mis ojos estaban rojos al igual que mi cara y lágrimas involuntarias caían por mi rostro.

— Estoy bien — murmuré.

— ¿Segura? — dijo Dani.

— Estoy bien — repetí nuevamente — cerré rápidamente la puerta del baño y me dirigí a mi habitación donde comencé a fregar minuciosamente todo; las chicas igual me siguieron y observaron de lejos.

— ¡Por favor dinos que está pasando! — gritó histérica Daniela.

— ¿Qué no es obvio? – dijo Martina.

— Vamos a nuestra segunda parada... — suspiré y ambas se miraron —. Playa Ancha.

Bajamos al subterráneo por el ascensor, cogimos el auto y nos dirigimos al segundo destino.


— ¡Por favor Isidora!, detente — me agarró por el brazo mientras corría para alejarme de él.

— ¡Vete de aquí! Te odio, no te quiero ver más en mi vida — me quebré, caí al suelo, él se agachó y me abrazó.

— ¿Quieres ir a otro lado? — susurró.

Asentí levemente: — Playa ancha — le susurré al oído.

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⏰ Última actualización: Mar 05, 2018 ⏰

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