Capítulo tres

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Al día siguiente, Isidora volvió como si nada hubiera ocurrido. Nadie le preguntó por qué se marchó tan repentinamente; al parecer, yo era el único al que le importaba su vida, a pesar de que no lo demostraba.

La chica de las estrellas se la pasaba haciendo garabatos en su cuaderno de tapa blanca. Nunca supe qué era lo que dibujaba y escribía en él, pero siempre estuve a punto de acercarme y preguntarle de qué se trataba.

Isidora solía sentarse sola en clases, y era la única sin compañero de banco. Aún cuando no quedaba otro lugar donde sentarse, los demás insistían en ir a buscar una mesa a otro de los salones. Nunca pude comprenderlos, porque... ¿Quién no querría sentarse junto a una chica que parece tener más misterios sin resolver que el universo mismo?

La chica de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora