Capítulo cuatro

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Aún recuerdo aquel día cuando la profesora de física le preguntó si tenía dudas. Levantó la mirada como si la hubieran arrancado de algo realmente importante, y negó con la cabeza.

—Señorita, ¿está usted prestando atención?

—Sí—susurró con una voz suave y temblorosa.

—Entonces, ¿de qué estamos hablando?

Isidora no respondió de inmediato. Tardó unos segundos en darse cuenta de que en el pizarra decía «Sustancias simples y compuestas», para luego responder con aquel título que la profesora había escrito con una letra grande y casi indescifrable.

—¿Sabe qué es una sustancia simple?

La chica de las estrellas negó nuevamente con un gesto casi imperceptible.

—Entonces escuche atentamente a la clase, ¿quiere?

—Está bien—murmuró, a la vez que guardaba su cuaderno repleto de garabatos.

Era sorprendente que aquella chica distraída no desaprobara ninguna materia. Nunca prestaba atención a lo que decían los demás, así que era casi imposible que entendiera algo cuando llegaba a su casa y se ponía a estudiar. Puede que se tratase de una muchacha con una gran inteligencia, que no necesitaba que alguien le explicase para poder aprender algo... O quizás se copiaba en las pruebas sin que nadie pudiera notarlo. La verdad es que no tenía idea de cómo le hacía para tener tan buenas calificaciones en todas las asignaturas. 

La chica de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora