Epílogo

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Las aves cesaron su canto sobre los árboles de hojas del color del atardecer mientras que los grillos se preparaban para su entrada. Las estrellas comenzaron a aparecer en el cielo, cuya inconmensurable belleza estaba tiñéndose de un azul que parecía negro.

Sobre la gran raíz de uno de esos árboles se encontraba una joven que siempre había amado a todo lo que se hallaba sobre su cabeza. Tenía un cuaderno entre sus manos, en el cual hacía retratos de las personas que habían pasado por su vida y dibujaba los lugares en los que había estado. Después de varias horas de haber estado borrando y trazando, Isidora había conseguido terminar su obra favorita.

Debajo del rostro de un chico de cabello castaño y ojos almendrados podía leerse, con una caligrafía poco prolija pero comprensible: «el chico que se preocupó por mi cuando nadie más lo hacía»

La chica de las estrellas tomó el dibujo entre sus manos y recorrió su pelo con la yema de sus dedos. Observó atentamente cada facción de aquel rostro que ya no volvería a ver, como si quisiera grabarlo para siempre en su memoria.

—Te echaré de menos, Manuel—susurró a la vez que se aferraba al pedazo de papel que se había llenado de significado en tan poco tiempo—. Gracias por haberlo intentado.

La chica de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora