CRUELES INTENCIONES

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Si Lexa echaba la vista atrás su vida le parecía una mala película, una pesadilla desabrida.  Fue una niña feliz y una adolescente reservada.   Desde que su memoria alcanzaba a dibujar,  sus padres habían sido el pilar de su vida.  Su padre hijo único,  su madre hija única y ella misma hija única.  Lexa,  cuando era pequeña,  envidiaba  esas familias extensas,  esas comidas en torno a una larga mesa llena de familiares ruidosos y glotones,  llenas de niños alegres y abuelos amorosos.  Sus padres tuvieron muchísimas dificultades para concebir y su madre se quedó embarazada bien  entrada en la cuarentena, cuando las esperanzas de ambos de tener descendencia ya casi estaban perdidas.  Los recuerdos navideños de Lexa se reducían a una mesa excelentemente decorada en la que se  sentaban el padre de su madre, la madre de su padre , su padre, su  madre y ella.  Pero aunque fueran pocos alrededor de la mesa, recordaba villancicos y juegos, matasuegras y sombreros.


Todos   los miembros de su familia disfrutaban de una posición económica más que desahogada.  Siempre se sintió muy querida.  Ambos abuelos la malcriaban considerablemente y aunque por ese lado siempre corrió el riesgo de ser una pequeñaja consentida y caprichosa, curiosamente sus padres siempre la condujeron con mano amorosa pero firme, muy firme.  Todo ello hizo de ella una niña alegre y cariñosa, educada y equilibrada.  Pero todo comenzó a torcerse cuando tenía 12 años.  Su abuela falleció repentinamente de un infarto dejando un terrible  agujero en su alma,  pero lo peor llegó cuando contaba 14.   Sus padres murieron en un accidente de aviación y Lexa se convirtió en una adolescente retraída y taciturna.  La había criado su abuelo Gustus  y no podía decir que no se hubiera sentido querida,   pero ese tremendo hueco en su alma marcó su adolescencia por completo.  Gustus la sobreprotegía hasta extremos casi insanos,  es por ello que nunca tuvo muchos amigos.  Para acompasar sus soledades ambos viajaban, viajaban mucho. Así despertó en Lexa una tremenda afición por el arte, que pronto hizo objeto de su formación y más tarde motivo de profesión.


Costia era la mejor amiga de Lexa.  Sus familias se conocían desde hacía muchos años y ellas también.  Fueron juntas al colegio y al instituto y se movían en los mismos círculos,  por tanto fue un hecho casi natural que ambas se hicieran muy amigas.  Costia era todo lo contrario a Lexa, era simpática y extrovertida y siempre estaba rodeada de una cohorte de chicas y chicos que querían ser sus amigos.  Pero ella siempre había preferido a Lexa por encima de todos los demás.


Era el último año de Instituto y Costia comenzó a salir con John.  Hasta entonces ninguna de las dos chicas había tenido novio,  pero John se encaprichó de Costia y ella se dejó querer.  Lexa tenía sentimientos contrapuestos. Por una parte deseaba que su amiga fuera feliz, pero por otra, además de sentir una sensación extraña que no sabía explicar, temía que la fuera dando de lado para pasar cada vez más tiempo con su novio.


-John me ha dicho que a su amigo Lincoln le gustas mucho   -le dijo Costia.

-¿Yo?

-Pues claro, tú.   ¿Por qué no ibas a gustarle si eres guapísima?    -insistió.

-¿Yo?   -preguntó Lexa con expresión extrañada-.   Soy alta,  flacucha y desgarbada.  No sé dónde me ves la belleza.

-¿Será por ese precioso pelo castaño ondulado que luces?  ¿Será por esos ojos verdes tan arrebatadoramente vivos que tienes?  ¿Será por esa boca grande y de labios carnosos?  ¿Será porque eres la chica más inteligente que conozco?  ¿Será porque eres terriblemente generosa y leal?...  espera,  déjame que piense por qué será...    -comentó Costia.

SIENA (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora