YO NO

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No supo lo que pasaba hasta que oyó un estruendo de bandeja,  tazas,  platos y cucharillas golpeándose contra el suelo, haciendo añicos la loza y las ilusiones de Lexa.  La madre de Costia había entrado en la habitación a llevarles un té caliente y aún  permanecía en el quicio de la puerta, con las manos en la boca, los ojos muy abiertos y una expresión de desconcierto y desaprobación  en la mirada.   Lexa  volvió la vista hacia Costia y vio su rostro blanco y rígido  y una lágrima pujando por salir de sus asustados ojos.


-¡Pero qué  diablos está pasando! ¡Pero qué haces, Costia!   -exclamó la madre.

-Yo nada, mamá.   Ha sido ella.  Yo, no sé qué me ha pasado  -esas palabras golpearon a  Lexa y dolieron en lo profundo.

-Sal ahora  mismo de la cama y ponte el pijama. Y  tú (volviéndose hacia  Lexa) vístete inmediatamente, que voy a llevarte a tu casa

-Pero yo, la  quiero...  -comenzó  a balbucear Lexa.

-No digas  estupideces,  mi hija no es como tú.   Tú la has incitado, la has  obligado...

-Yo no la he  obligado a nada   -se defendió Lexa-.   Siento mucho que se haya enterado usted así, pero nos queremos.

-(La madre se volvió hacia su hija, que vestida ya con el pijama tenía la mirada fija en el suelo) ¿Por qué dice eso,  Costia?

-No lo sé, mamá.  Tú ya sabes que yo quiero a John.  Lo siento,  no sé lo que me ha pasado, no lo entiendo...  -murmuró Costia.

.¿Pero qué  dices?   Ahora es el momento de ser valientes  -le dijo Lexa enfrentándola-.    No puedes dejarme sola en esto, no puedes dejar que esto acabe aquí... 

-¡Cállate, desviada!     -gritó rabiosa la madre-.  ¡Deja en paz a mi hija!

-Su hija y yo  nos queremos... ¡Costia, díselo tú!    -seguía insistiendo Lexa sin querer creer en realidad lo que estaba pasando.

-¡Que la  dejes en paz te he dicho!    -dijo furiosa  de nuevo-.   Recoge todas tus cosas. No quiero volverte a ver más por mi casa. No quiero volverte a ver jamás con mi hija.  ¡Ella no es como tú!

-Costia, por favor, di algo...  -suplicaba Lexa sin poder ya sujertar sus lágrimas.

-Sí...¿Tienes algo que decir?   -preguntó entonces la madre de Cos.

-Quiero a  John.  No sé lo que me pasó.   ¡Perdón, mamá!

-Ya lo has  oído. Ella es normal   -reiteró  la madre-.  Quiere a su novio y tú... tú solo quieres confundirla. Recoge todas tus cosas, que voy a llevarte ahora mismo a tu casa. ¡A ver qué cara pone tu abuelo cuando se entere de lo que has hecho!


A esas alturas, Lexa ya no escuchaba nada. Las palabras de Costia martilleaban en su cabeza "Ha sido ella. Yo quiero a John" .   ¿Cómo podía ser Costia tan cobarde? ¿Cómo podía haberse  portado tan miserablemente con ella?


Salió  de la casa con su himen intacto, pero con cada fibra de sus entrañas  desgarrada.  Apenas recordaba haber descendido las escaleras, haber  entrado en el coche de la madre de Costia y haber llegado hasta la casa de su abuelo. Bajó del automóvil y corriendo se dirigió a la puerta. No tenía llaves. Se palpaba un bolsillo, palpaba el interior de su bolso, pero era incapaz de encontrarlas.  La madre de Costia  presionó fuerte y largamente el timbre, una, dos, tres veces. Hasta que una de las empleadas de la casa abrió la puerta. El abuelo de Lexa bajaba abrochándose el batín por las escaleras y miró extrañado el cuadro que componían las tres mujeres. Lexa dejó caer al suelo las bolsas que traía en las manos y entró rauda en la casa.  Pasó al lado de su abuelo sin detenerse, sus ojos inundados en lágrimas y una expresión de infinita tristeza en su rostro.  El abuelo descendió hasta donde la madre de Costia se encontraba y  ordenó a la empleada que los dejara solos.

SIENA (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora