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Abrió sus ojos y rápidamente el terrible dolor de cabeza se hizo presente en el rubio. Soltando un leve gruñido se dio media vuelta en la cama quedando frente a frente con la pared de su habitación, sus ojos estaban entrecerrados y fruncía el ceño con fuerza. Su boca estaba seca y sus labios rotos; se había descuidado tanto últimamente. Se giró otra vez ahora viendo de manera borrosa el desorden de su habitación —debido a que se encontraba sin sus anteojos— escondió la mitad de su rostro entre las frazadas de su cómoda cama, definitivamente no quería levantarse, para nada. Su vista viajó por toda su habitación en la cual tan solo podía distingir unas pocas cosas, hasta llegar a la pequeña mesa de noche a su lado en donde se encontraba su reloj electrónico, donde tuvo que forzar la vista más de lo que ya estaba haciendo para poder ver bien la hora; 10:42 a.m.
Soltando un suspiro amargo que de cierta manera se sintió como si se hubiera sacado un gran peso de su pecho, aunque este rápidamente volvió, se destapó sientiendo el frío chocando con su cuerpo, apesar de que ya había dejado de sentir la nariz y la punta de sus dedos un gran escalofrío recorrió toda su espalda a medida que se sentaba en la orilla de la cama y tanteaba la mesita de noche hasta poder encontrar sus lentes y colocarselos.
Bostezó, ya ahora podiendo ver su habitación con claridad, se olvidó de que aquel regalo que lo lleva atormentando estos dos últimos días seguía allí, en la mesa de noche, frunció su ceño más de lo que ya estaba —si, eso era posible—y chasqueó la lengua molesto agarrando su celular con brusquedad y levantándose de su cama con rudesa. Estaba molesto, enojado, triste, ansioso, tantas emociones juntas que ni él mismo sabía como poder controlarlas.
Al salir de su habitación, abriendo la puerta, se encontró de frente con su madre que andaba con su querido delantal de cocina y una canasta de ropa mientras salía del baño. La señora dio un leve salto al ver a su hijo de esa manera como si se le hubiese metido el mismo diablo. Se puso una mano en su pecho soltando un suspiro de alivio al darse cuenta de que se trataba de su propio hijo. Alzando su mirada y volviendo a sujetar la cesta de ropa con ambas manos le sonrió al "pequeño" —pequeño entre comillas, porqué vamos; el tipo es un poste andante— .
—Buenos días Kei —le dijo su madre con una sonrisa estampada en su rostro.
El chico intento calmar la horrorosa expresión  en su rostro y le sonrió, algo decaido, mientras se rascaba la nuca— B-Bu-Buenos días...  —respondió como si estuviera preguntando. Su madre ladeo un poco la cabeza haciendo una mueca, su instinto de madre nunca le fallaba, sabía que la pasaba algo a su querido y amado hijo. Kei evito la mirada de su madre, porque sabía que tramaba. La mujer suspiró y se dio media vuelta dandole la espalda al rubio mientras caminaba en direccióna las escaleras.
—¿Qué quieres para desayunar? —preguntó su madre deteniendose.
—Uh... uhm, lo que sea por mí está bien —dio unos cuantos pasos hasta quedar en el marco de la puerta del baño y antes de cerrar la puerta le avisó— me daré un baño.
Se encerró en el baño, suspirando pesadamente. Se encontraba cansado, no tenía ganas de nada. Pasó su mano por su cara y se quedó mirando se reflejo en el pequeño espejo que se encontraba encima del lavamanos.
—Patético —se susurró mientras se quitaba sus anteojos, dejandolos con cuidado en algún lugar seguro antes de dar al agua en la ducha y proceder a darse un largo baño, lleno de terribles pensamientos que abundaban toda su cabeza, todo su ser.
Él no estaba bien, y eso, estaba claro.
Se encontraba terminando los sabrosos hotcakes que le preparó su madre. Jugaba con el pequeño pedazo que le quedaba en el plato junto a algo de salsa de fresa. Su madre, que estaba al otro lado de la mesa, le miraba preocupada.
—Kei, ¿no hay nada que tengas que decirme? —el chico dio un salto en su lugar y rápidamente metió el pequeño pedazo de hotcake que le quedaba en su boca intentando evitar, por segunda vez, la mirada de su mamá. Negó con la cabeza ante la pregunta. Su mamá suspiró levantándose de la mesa tomando su plato y el del rubio para llevarlos a lava platos.
—¿Y Akiteru? —preguntó Tsukishima intentando cambiar de tema.
—Salió temprano en el mañana, dijo que tenía que hace algo —respondió su mamá comenzando a lavar los paltos sucios.
El rubio asintió apesar de que su mamá no lo viera.
Se quedó en la mesa jugando con sus manos, completamente consumido por sus pensamientos.
Hoy es noche buena, pensó.
Siempre pasaba la mayoría de las festividades con su querido pecoso, pero esta vez, obviamente, sería completamente distinto.
Sin darse cuenta ya habia dejado de jugar con sua manos y tenía los puños sobre la mesa, con la mirada perdida y su mandíbula tensa, su mamá le hablaba pero el estaba tan encerrado en sus pensamientos que ni se daba cuenta de eso.
—¡Tsukishima Kei! —exclamó su madre detrás de él, algo molesta.
El rubio se volteó entre asustado por grito y nervioso, su madre muy pocas veces se ponía así de molesta.
La mujer suspiró secando sus manos en el delantal y se encamino hasta al refrigerador en donde sacó una cesta con fresas y unas que otras cosas comestibles.
—Te estaba diciendo que le llevaras esto a la familia Yamaguchi, como agradecimiento por los pasteles que mandó la última vez —Tsukishima enarco una ceja.
—¿Tengo que ir yo? —su mamá rodeó los ojos dejando la cesta en la mesa y se daba media vuelta sacandose su delantal.
—Saldré a comprar algunas cosas para la cena de está noche, cuando vuelva —lo apuntó entrecerrando sus ojos mientras agarraba su cartera—: quiero que hayas ido a dejarla ¿Entendido?
—Sí mamá.
—No me hables a mi con ese tono Kei —le dijo abriendo la puerta—, ten cuidado, cualquier cosa mi número está en la nevera —dijo antes de finalmente salir.
El rubio suspiró pasando la mano por su cara— Ya no soy tan pequeño, sé cuidarme solo —murmuró algo malhumurado.
Se fue a cambiar ropa, ahora se encontraba en el dilema de ir o no ir, de avisarle por mensaje antes o no. Gruñó agarrando la cesta molesto, haciendo que calleran unas que otras fresas, y salió en casa con el pensamiento de que cuando llegara allá se las arreglaría, mala idea, completamente mala idea. Al llegar a la casa de Yamaguchi, quién abrió la puerta fue la madre, todo bien ahí, el problema empecesó después; la madre de Yamaguchi, lo obligó a pasar. En la sala estaba Yamaguchi con Akio. Cuando los vio sintió un dolor en el pecho, como si le hubieran disparado o golpeado demasiado fuerte.
Apenas llegó a la sala el ambiente se puso demasiado, pero demasiado, tenso.
—Tu debes ser Tsukki ¿No? —preguntó Akio cruzandose de piernas y acercandose notablemente al rubio con una sonrisa en la cara. Kei la miró y sonrió forzadamente.
—Tsukishima para ti ¿sí? —Yamaguchi suspiró y Akio entendió por completo el mensaje, para luego ponerse de pie y decir que tenía que irse temprano, despidiendose de un beso en la mejilla del pecoso.
Los dos quedaron en completo silencio, estuvieron para ser exactos más de una hora así, hasta que llegó la madre de Yamaguchi y Kei aprovecho momento para decir que tenía que irse para ayudar a su madre a hacer la cena.
—Te iré a dejar —dijo Yamaguchi poniendose rápidamente de pie justo cuando el rubio esta saliendo de la sala. El rubio se quedó de pie, quieto completamente, cerró sus ojos intentando calmarse ¿Por qué le hacia esto? suspiró y susurró un leve "está bien" para luego seguir su camino hacia la salida.
Cuando salió se dio cuenta de cuanta nieve caía y se le fue inevitable sentir una terrible nostalgia.
El camino hacia su casa fue algo distinto a como estuvieron en la casa de Tadashi; el chico le sacó temas de conversación y por un momento se sintió como si todo hubiera vuelto a ser como antes, pero por un solo momento.
Tsukishima rozó su mano con la del chico a proposito, Yamaguchi metió su mano en los bolsillos de su chaqueta y escondía el leve rubor que le provoco aquello en su bufanda. Kei se maldijo.
Faltaban dos cuadras para cuando a el pecoso le dijo que lo dejaría allí.
¿Por qué te ofreces a dejarme a mi casa y ni siquiera me dejas en ella?, pensó Tsukishima al escuchar a Yamaguchi.
¿Por qué?
El chico se dio media vuelta para ir en camino a su casa, el rubio sintió un nudo en su garganta, quería gritar y soltar todas aquellas cosas que se había estado guardando todo este tiempo. Sus ojos se pusieron llorosos y se dio media vuelta con intensiones de poder llegar finalmente a su casa, pero no camino. Se giró viendo la espalda del peliverde alejarse, no quería que se alejara, no quería.
Dio un paso hacia el chico sintiendo sus piernas temblar.
—¡Yamaguchi! —gritó sintiendo como si aquello le desgarraba la garganta.
El pecoso detuvo su camino y se giró asustado viendo como el rubio caminaba lentamente hacia el entre la nieve a pasos torpes con una mano en su pecho.
—¡Ámame! —gritó con todas sus fuerzas dejandose caer en el suelo—, ¡Quiero que me ames tanto como yo te amo a ti!
Lo hizo, ya no había vuelta atrás.
Finalmente lo hizo.




‥∵:*:☆*゜★。::*☆

en cualquier momento tiembla señores
he actuALIZADOOO
ya dejo el drama
mentira no puedo
el drama corre por mis venas

8.8K JFSUAIOFHAWOUSJFHASOIFSHOPHOISAFUS
los amo, así, very mucho.
espero que les haya gustado el capítulo huehue<3
intentaré actualizar seguido pero no prometo na'
gracias a las que siguen el fic UvU<3
las loveo
se me cuidan
besitos y abrazitos
-A.


[útlima actualización 24/09/2017]

ámame » tsukkiyamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora