t r e i n t a

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Un chico con resaltantes pecas entra a una concurrida cafetería londinense, buscando a una mesera en especifico. No se le dificulta encontrarla ya que la única que posee ojos cafés en aquel lugar es ella.

 —Hola pequeña —la saluda tomando un oscuro mechón de pelo en su mano, antes de recostarse en la barra.

—Que tú midas metro ochenta no significa que soy una enana —protesta la castaña cruzándose de brazos.

—Ajá. Recuérdame cuánto mides. Tengo mala memoria —se burla el oji-verde con característica burlona sonrisa de lado.

London frunce los labios y mira hacia otro lado antes de responder—: Un metro cincuenta y cinco —murmura.

—¿Eh? No te escucho.

—Me escuchaste bien. No voy a repetirlo —espeta provocando que el oji-verde levante las manos en redención. Aún así ambos se ríen de su pequeño drama.

Han pasado unas cuántas semanas desde que la castaña descubrió que el pecoso es su anónimo. Y ha decir verdad, no han llegado a nada. Solo son amigos, pero no es que London lo haya mandado a la Friendzone sino que... así se han dado las cosas.

Un estruendo hace que ambos dejen de reírse. Voltean a su derecha y encuentran a Lizzie en una posición como las que ponen las abuelas para regañar y con una bandeja enfrente, con la cual suponen que creó el ruido.

—¿Por qué diablos siguen siendo amigos? —interroga la rubia con aparente indignación— No hale a Pecas a tu departamento por nada.

London y Frédéric se miran de reojo unos a otros, incómodos por la situación en la que los ha puesto Lizzie. No es la primera vez que lo hace, pero en las otras veces ella era más... sutil.
   
—¿Pueden darse aunque sea un...?

No terminó debido a que London ya estampó sus labios en los de Frédéric y debe admitir que, cómo en aquella noche en la que lo besó borracho, sus labios se sienten bien. Transmiten una especie de energía desconocida a su cuerpo, no las típicas mariposas en el estómago solamente, también había algo más que no podía ser descrito.

Por otra parte, Frédéric se sentía extremadamente liviano y a la vez pesado; su corazón latía desbocado, casi sentía que se la salía del pecho y que la sangre que este bombea acabaría escurriéndose por sus mejillas. Ya había besado a London antes pero en ese entonces sus cinco sentidos no funcionaban del todo.

Y ahora nota que sus pensamientos sobre los labios de London, estaban subestimados.

Pero aunque la londinense y el estadounidense hayan sentido de todo, el beso no fue más que una simple estampada de labios fugaz.

—Listo. Un beso. ¿Feliz? —London encaró a la rubia con un tono aparentemente molesto pero lo que en realidad buscaba la chica era ocultar la sangre que estaba subiendo por su cuerpo para finalmente acumularse en sus mejillas.

Lizzie sonríe de forma traviesa para finalmente decir—: Algo así. ¿y ustedes?

A esto London solo rodó los ojos y siguió trabajando. No iba a admitir que Frédéric es tiene buenos labios, bueno ya lo había hecho, pero no frente a Lizzie. Que irónico ¿no? Le dice al chico que besa bien pero no a su amiga. Pero así es la castaña London, y al pecoso Frédéric le gusta así. Por lo que decidió tomar valor y hacer algo al respecto.

—¿Qué deseas ordenar? —le pregunta la londinense al estadounidense, la cual siempre lo atiende. — Adivino —alza su dedo indice a la altura de su sien y enfoca su mirada hacia el techo para hacer el gesto de recordar—, un plato de pancakes con arándanos y extra syrup de chocolate y un café moca blanco con leche semi–descremada... ¡Ah! y con chocolate negro por encima —finaliza con una sonrisa de autosuficiencia, orgullosa de recordar todo lo que el pecoso ordena los miércoles—. Todavía no logro entender como no te ha subido el azúcar y no engordas ni medio kilo —añade para voltearse e ir a entregarle la orden a Gus, el cocinero.

—Quiero algo más —espeta Frédéric obligando a la chica a detenerse y girar noventa grados sobre sus pies—. Tú y yo, el sábado, en el Big Ben, a las 19:00 y no aceptaré un No como respuesta —London lo mira un segundo antes de que, poco a poco, una sonrisa se asomara por sus labios. —Ahora sí, puedes empezar con mi orden —le guiña el ojo a la castaña antes de que volteé y aunque nada salió de sus labios, Frédéric sabe que con esa mirada, ella dijo un Sí rotundo. 
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Hey!, tiempo sin verlos ¿Cómo están?

Yo estoy feliz de que la cena de Nochebuena que hice saliera bien.

Por cierto, feliz navidad atrasado. Y les tengo un regalito para año nuevo, ya verán después.

Hugs n' Kisses,
Lissy.
        


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