Una estación de trenes iluminada y extensa, soy el único en este lugar; parado en medio de la plataforma puedo ver como se levanta el vapor sobre las vías mientras son bañadas con el sol del mediodía, he estado en este lugar incontables ocasiones, estoy seguro.
Una chica aparece en frente de mí, está de espaldas a unos metros, veo una cabellera plateada que cubre su cuerpo más abajo de su cintura.
Me acerco a ella y le murmuro cerca de su oído.
—Hola, ¿tomarás el siguiente tren?
Ella da media vuelta, su rostro es pálido, ojos grandes y una enorme boca con dientes puntiagudos me llenan de miedo, pero al detallarla un poco tengo la sensación de que la conozco de algún lado, mi reloj marca la una cuarenta y de pronto todo está claro.
—Eres tú —Le susurro.
Mi memoria se aclara; el edificio, el arma en el cuarto, el puente, el río, la bañera, el árbol, y tantas otras cosas. Como si un rayo partiera en dos mi cabeza, cientos de recuerdos invaden mi mente en un solo segundo. Me he suicidado cientos de veces de formas tan diferentes... pero eso es imposible.
—Puedo ver que recordaste todo —Pronuncia ella, mientras añade una sonrisa macabra que vuelve gris el ambiente.
—Sí, me he suicidado en muchas ocasiones — Respondo.
—No tantas como habría querido.
—¿Este lugar es real?, ¿cómo es posible que haya muerto tantas veces?.
—Este lugar existe...y estás muerto —Agrega ella en un tono helado.
—¿Quién eres tú?.
—No soy un quién, soy un qué.
—¿Cuál es tu nombre?
—Humano hay algo que no sabes sobre mí.
—¿Qué cosa no sé sobre ti?
—Así como las piedras de un río no necesitan un nombre para diferenciarse las unas de las otras, nosotras las guardianas, reflejos de la muerte, no necesitamos un nombre, porque somos iguales y existimos bajo una razón común.
—Una razón, ¿qué quiere decir eso?
—Es el porqué de nuestra existencia.
—¿Y para qué existen? —Pregunto mientras aumenta mi curiosidad.
—Somos guardianas, nos aseguramos que se cumpla el castigo impuesto al humano que decidió cortar el hilo de su vida, aquellos que se atreven a hacerlo son condenados a vivir el momento de su suicidio de diversas formas.
—¿Estoy condenado a suicidarme?
—Estás condenado a suicidarte de formas diferentes cada vez, por toda la eternidad, aquellos humanos que no han valorado su vida no irán al cielo ni al infierno, vienen acá, al Limbo, un lugar en el que son atormentados con los recuerdos de otros humanos que cortaron el hilo de sus vidas, justo como tu.
—Una eternidad es mucho tiempo. ¿Qué pasa si no quiero seguir muriendo?— Pregunto con un tono arrogante.
Y una sonrisa plena se dibuja en el rostro de ella, como si el escuchar esas palabras le produjera el más grande de los placeres; me toma con sus manos por los hombros, clava una mirada de júbilo en mí, me empuja y aprisiona con fuerza contra los rieles del tren.
—Entonces la guardiana hace su trabajo, y se asegura que se cumpla el castigo del humano —Susurró en mi oído mientras la sonrisa en su rostro se hacía mas grande, y agregó —. Una guardiana siempre cumple su trabajo.
El tren se acerca, solo puedo pensar que no tiene sentido resistirme, me besa con fuerza pero me hace sentir paz igual que siempre; un dulce beso en un doloroso momento, como muchos que me ha dado, al separarse sus labios de los míos la paz se va, pero el vacío que siento permanece y siempre estará presente.
Un gran dolor se esparce por mi cabeza, mi boca se llena de sangre, los huesos de mi cuerpo se estremecen y esos únicos dos segundos de tortura terminan una vez más.
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Castigo en el limbo
General Fiction¿ Aquellos que mueren bajo su propia mano van al cielo o al infierno ?, descubre en dónde realmente terminan.