La guardiana

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Puedo ver cada centímetro de su alegre rostro, su felicidad solo existe en los momentos previos a que se cumpla mi castigo, esos ojos no se pierden ni una milésima de lo que pasa conmigo, su mirada me revela que siente un éxtasis, la mía solo puede expresar una extraña mezcla de emoción y terror. Saber lo que sucederá convierte en aburrida la escena, he vivido esto casi quince veces desde que tengo memoria, es como repetir excesivamente una película, lo convierte en algo monótono y sin interés.


La misma arma, mesa, paredes, cama, cuarto, cada cosa está en el lugar de siempre, ¿para qué esperar?, tomo el arma y disparo a la guardiana en su frente, no me gusta ver la misma película tantas veces, chorros de sangre cubren el mantel blanco, un rayo de dolor golpea mi frente, una sustancia de tono carmesí cae por mi rostro y antes de cerrar mis ojos, puedo verme sentado en el lugar de la guardiana sosteniendo el arma, de alguna manera cambié de lugar y me he disparado, ella toma mi boca mientras todo termina.

Grandes cantidades de heno me rodean, es abrumante el olor que despide este lugar. El techo alto me observa expectante mientras sostengo una antorcha encendida, la única salida es una enorme puerta, pero ella me mira desde ese lugar, su mirada aprisiona mis impulsos, sonríe un instante y al otro su actitud es tan fría como esta noche; me acerco con pasos cortos, sin perderla de vista ni liberar la antorcha, ella me detalla como quien observa a un perro mientras este se acerca a olisquearlo por primera vez, me poso a su diestra mientras exclamo.

—Voy a salir, deseo ver que hay tras todo esto, no trates de impedírmelo.

Calmadamente continúo mi camino mientras ella me ignora.

—No encontrarás nada que te satisfaga.

Lentamente abro la puerta, un crujido me hace saber lo antigua que es, está conectada con un extenso camino de piedra que llega tan lejos que a mi vista pareciera conectarse con el cielo. Comienzo a recorrerlo a buen paso mientras un extraño fenómeno sucede, al llegar a la primera casa su puerta se abre, pero nadie sale, recorro los pocos metros que la separan de la siguiente para ver como la siguiente puerta también se abre sin que nadie aparezca, esto se repite en cada casa que dejo atrás. El camino comienza a ser cada vez mas inclinado, me cuesta un poco continuar pero lo hago motivado por mis enormes deseos de ver que puede haber al final. Tras unos largos minutos llego a un lugar plano, desde el cual puede divisarse perfectamente mi recorrido, este lugar es la plaza del pueblo o eso me hace creer, una fuente con forma de gato está ubicada en el centro, algunas casas de varios pisos rodean el sitio, todas parecen tener una arquitectura antigua que es muy común en los pueblos alejados de las ciudades. En aquella cima un fuerte viento golpea todo el lugar y de pronto escucho cientos de voces que se mezclan con los soplos de la naturaleza, giro para ver el camino y atrás de mi puedo observar como sale al menos una persona de cada puerta que se abrió anteriormente, se reúnen y comienzan a disminuir la distancia que nos separa, esto me aterra bastante, comienzan a correr, a lo que respondo corriendo tan rápido como puedo, dejamos atrás la plaza, el recorrido sigue siendo en subida, lo que me dificulta perderlos. La distancia se acorta, puedo sentirlos rodeándome, al frente diviso un granero, es el mismo del cual salí, ¿cómo es posible?, estaba corriendo en dirección contraria, entro y atranco la puerta con fuerza, la guardiana me observa con alegría, me trepo en algunos montones altos de heno para observar a través de una pequeña ventana que se encuentra muy alta, puedo ver como los aldeanos han cambiado sus rostros, ahora todos tienen la misma cara, mi cara, todos ellos son idénticos a mi, rodean el granero con antorchas en la mano, seguramente planeando quemarme dentro, ¿por qué somos iguales?. La guardiana flota a mi lado y parece tener la respuesta, me estira su brazo ofreciéndome tomar la antorcha.

—¿Por qué?...

 —Tu mismo vas a hacerlo de una u otra forma —Me dice de forma calmada.

Tomo la antorcha que me ofrece junto con sus labios, a la vez que disfruto de su presencia con un tierno beso, lanzo el fuego en medio del granero, poco a poco todo arde, las llamas suben lo suficiente como para alcanzarme, lo único que veo es como una luz brillante me rodea por completo, un ardor desesperante posee todo mi cuerpo durante unos segundos que parecen horas, hasta que lentamente comienza a disminuir y solo veo luces brillantes, de un momento a otro las luces se apagan, a veces la única salida es la que tú mismo haces.

Castigo en el limboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora