Memorias olvidadas.

726 70 12
                                    


Hermione no recordaba nada, ni lo que habían acordado antes de distanciarse, ni el último momento antes de desvanecerse, llorando sobre su hombro, rogándole, pareciendo más indefensa que él

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Hermione no recordaba nada, ni lo que habían acordado antes de distanciarse, ni el último momento antes de desvanecerse, llorando sobre su hombro, rogándole, pareciendo más indefensa que él.

Solo sabía que se había despertado rodeada de un charco de sangre fresca y seca, reciente, supuso que alguien había muerto y que algún mortifago la atacó, pero su confusión fue mayor al escuchar al propio Harry asegurarle que ella estaba con Snape.

-Hermione, tú me dijiste que te encargarías de él, que fuera a luchar.- Comentó por tercera vez, frunciendo el ceño mientras intentaba hacerla entrar en razón, lo que no sabia, es que le habían lanzado un Obliviate.

-No lo recuerdo, Harry.- Contestó con la voz un poco apagada, sentía un vacío, como si le hubieran arrancado algo desde muy adentro, una gran desilusión que le había surgido de golpe.

Parecía ridículo, pero era como si un dementor se hubiera tomado la libertad de absorber gran parte de su felicidad.

-¿Estás seguro de que no recibí ningún golpe?

Potter negó.

-Estas intacta, además, si hubieras recibido algún golpe, probablemente Snape ya estaría muerto, acabarían con él si supieran que todavía estaba vivo.

-¿No murió?- Frunció el ceño, después de lo que le había contado Harry, que la serpiente lo había mordido, que estaba muy grave, y que yacía moribundo, ya se había hecho la idea de un mundo sin el profesor, aunque francamente, no era algo que le alegraba.

El ojiverde sonrío más animado y negó mucho más rápido.

-Tú lo salvaste, la poción funcionó.

La castaña tenía su teoría: Voldemort no soltaba a su serpiente, era una doble ventaja, pues Harry Potter debía estar doblemente atento, si no lo atacaba el Lord, lo atacaría Nagini. El espectro perfectamente podía tenderle una trampa, distraerlo con su buen desempeño con los hechizos mientras el reptil se acercaba sigilosamente hasta él y lo atacaba, lo quisiera o no, eso le sacaría muchísima ventaja y eran dos contra uno, así que creo una poción con anticuerpos, también con el antídoto, consistía en agregar pocas gotas de veneno dentro de un recipiente durante dos semanas, la misma se iba disolviendo entre otros ingredientes, algunos eran curativos. Robó lagrimas de fénix del despacho de Snape cuando él se encontraba ausente.

Cuando estuvo todo listo lo probó en ella misma, pues no estaba dispuesta a usar un animal para sus experimentos, cuando vio que no era nada tóxico, le dio un poco a Harry para que bebiera, y otro poco se lo guardó, por si hacía falta.

Hermione tenía recuerdos vagos de haber investigado, pero también tenía un gran espacio vacío entre ellos, tuvo que leer su cuaderno de notas para ponerse al día con su gran invento curativo.

¡Ay, si Snape lo supiera! 

Pensó, antes de arrugar el entrecejo por segunda vez y encontrarse sorprendida por aquel juego sucio de su mente. ¿Qué le importaba a él? ¿Qué le importaba a ella lo que él supiera o no?

Los meses pasaron y no logró recordar nada, asumió que esa parte de sus memorias ya no iban a volver, el ministerio absolvió a Severus Snape de culpas aunque seguían investigando su pasado, lo tendrían vigilado por algún tiempo, el problema no era ese, el problema era ¿Quién querría estar cuidar del gruñón cuando despertara? Granger, claro.

Para sorpresa de todos, ella se había sentido responsable de él, pues fue quien le salvó la vida, no podía dejarlo solo ahora que prácticamente tendría que empezar de cero, sabía que le iba a costar, sabía que iban a tener encontronazos y que él era más insufrible que ella, pero su instinto decía que si, que debía estar a su lado cuando despertara.

En la espera de que eso sucediera, la chica se dedicó a mejorar pociones y hacer una observación de cada una, archivó los descubrimientos y motivo al hospital para que los probara, todos fueron un éxito, y los que no, no mataron a nadie; En su tiempo libre, iba a la habitación del ex mortifago, creía que tal vez se sentía muy solo en la oscuridad de sus sueños.

Le arreglaba las sabanas, lavaba su cabello, su cara, lo afeitaba, y además, la mayoría de las veces era ella la que cambiaba su vendaje, porque su herida era tan profunda y roja que todos se espantaban, tenían miedo de herirlo más o de hacer mal la curación.

Pero ella lo hacía con extremo cuidado, mientras le conversaba de la vida, buscando distraerlo en su subconsciente, limpiaba con suavidad los restos de sangre que a veces se escapaban, colocaba las gotas de la poción creada por ella, la misma que lo salvo, y colocaba también lagrimas de fénix por separado.

A menudo bromeaba, le decía que tenía el sueño muy pesado, que seguramente era por todos los años que no durmió en paz, y que cuando despertara ya no le iban a quedar ganas siquiera de parpadear.

Terminaba de colocar la venda y suspiraba, era siempre la misma rutina, seguramente Severus, si escuchara, estaba esperando todos los días, a la misma hora, su suspiro enternecido.

Finalizaba ese ritual leyendo algo que creyera que le iba a gustar, dos por tres alzaba la vista y le parecía notar que Severus fruncía el ceño... Solo era el fantasma de sus gestos.

Tocaba su frente, porque muchas veces hacía fiebre y eso era lo que más le traía el corazón en la boca.

-Usted no se cansa de darme sustos, profesor.- Murmuraba poniéndole pañuelos húmedos en la frente.

Pero él no respondía, estaba en un sueño eterno, hasta el momento.

El veneno lo había adormecido por completo y no sabía cuanto tardaría en limpiar todo por dentro, podía tardar meses... O quizá años, nunca había tenido una experiencia igual. ¿Cómo saberlo?

Siguió leyéndole, mientras controlaba su temperatura, mirándolo por el rabillo del ojo, también se encargaba de cambiar sus sabanas, acomodarle las almohadas, humedecerle los labios con agua, pues estaban resecos, muchas veces se encontró jugando con su pelo recién lavado y cuando se daba cuenta se disculpaba mentalmente con ojos horrorizados como si él la estuviera regañando.

-Seguramente ya debo tener 50 puntos menos...- Rió de su propia broma, pero su risa se apagó cuando lo vio ahí, inmóvil, sin un gesto, sin una ceja levantada, sin ninguna sonrisa irónica. A veces creía que estaba perdiendo las esperanzas. 

Cita tardía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora