Cuatro: Preparativos.

39 1 0
                                    

4.

Durante toda mi vida la gente había dicho de mi que era una persona curiosa. En palabras de mi abuela, me gustaba hacer preguntas; en las de Doug, era una entrometida. Por primera vez a lo largo de mis diecisiete años había encontrado una razón clara de ser curiosa y querer saciar toda aquella sed de información que había en mi interior, pero no tenía manera de averiguar nada. Marco había sido muy claro con respecto a todo ese asunto del "hay muchas cosas que no puedo decirte" y, a pesar de que había insistido hasta el cansancio, no había logrado sacar nada. Me sentía frustrada y constantemente intranquila. Tampoco sabía si podía confiar en ellos dos y eso hacía que todo fuera mucho peor, estaba perdida.

Mantenerme despierta en la noche no era una tarea difícil, ya que cada vez que lograba conciliar el sueño cualquier pequeño ruido en mi ventana me hacía despertar, leía libros o simplemente me quedaba observando el techo hasta que el sol salía y entonces Sarah entraba anunciando que era hora de levantarse. No había mucho que hacer en la casa y Doug continuaba saliendo cada día, no había formado una relación amistosa con mi prima y no creía que en algún momento podría hacerlo, Holly sólo se dedicaba a hacer mi existencia invisible alrededor de ella y yo me encargaba de hacer lo mismo.

El tercer día sin dormir había dejado todas sus huellas en mi rostro y todo el mundo se había dado cuenta.

—Dios, Belle —había dicho mi tía mientras intentaba hacer desaparecer mi desayuno de la manera más silenciosa para que nadie volteara a verme—. Estas hecha un lío, ¿qué ha pasado?

—Sólo una mala noche —respondí con pocos ánimos.

—Necesitas salir de la casa con urgencia —sugirió, aunque dudaba que eso fuera a funcionar en algo—. Holly, querida, ¿qué te parece si llevas a tu prima hoy con las chicas? Podrían ir de compras.

Holly dejó de untar sus tostadas con mermelada de fresa para mirar a su madre de manera mordaz, claro que eso no había intimidado a mi tía.

—No es necesario, tía, estoy bien —farfullé, en un intento por evitar una tarde asquerosa.

—Tonterías, has estado aquí encerrada desde que llegaron al pueblo, necesitas divertirte —puso un poco más de leche a su té—. Holly.

Mi prima dio un suspiro, llevó sus hombros hacía arriba y me miró por primera vez en todos esos días.

—Da igual, tengo una fiesta hoy, puedes venir con nosotras, iremos a buscar ropa en unas horas.

Sonreí por simple cortesía y me dispuse a continuar con mi desayuno sin decir algo más, no tenía ganas de ir a ninguna fiesta pero así tendría la noche ocupada y, lo que era mucho mejor, estaría fuera de esa habitación que empezaba a causarme escalofríos, ya no se sentía como algo seguro y mientras menos tiempo pasara en ella, sería mejor. De igual manera pasé por allí para conseguir algo de ropa e intentar mejorar un poco mi aspecto; tenía grandes y profundas ojeras debajo de cada ojo y mi piel estaba pálida, así que tuve que dedicar tiempo a cubrirlo todo con maquillaje. Cuando me miré por segunda vez en el espejo, no todo estaba tan mal.

Salí por la puerta de atrás, aún tenía tiempo antes de tener que salir con Holly, y si tenía suerte, quizás ella olvidaría que tenía que acompañarla. Nunca me había sentido cómoda teniendo que relacionarme con personas nuevas, eran una de esas cosas que intentaba evitar. Mi abuela Lucía, decía que tenía el autoestima muy baja, a lo que Douglas respondía que era porque tenía que mandar a todos al demonio si me hacían sentir así, mi abuelo Lucas me daba un beso en la frente y decía que era una chica preciosa, y pronto volvía a su lugar en la ventana, observando todo desde ahí. Era un hombre bastante retraído, a penas opinaba a cerca de lo que sea y casi siempre estaba sumido en sus propios pensamientos, aún así lo admiraba como a nadie.
Yo no creía tener el autoestima baja, simplemente me bastaba con la gente que tenía alrededor; mi hermano y dos o tres amigos en total.

Beso de Lobo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora