Seis: Decisiones.

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6.

El domingo por la mañana un estruendo hizo que me levantara de golpe de la cama, lo malo fue que, con todo lo que había bebido la noche anterior, la cabeza me estaba por explotar. Con los ojos cerrados a medias y todo mi interior revuelto, quise identificar qué había sido lo que me había despertado de esa forma tan brusca.

Douglas me sonrió de pie junto a mi cama y quise matarlo en ese mismo instante.

-¿Qué haces? Intento dormir -dije, visiblemente de mal humor.

Mi hermano se inclinó a recoger una pila de libros que había dejado caer para poder despertarme, entonces había sido eso. A diferencia de lo que yo seguramente era, Douglas estaba bien arreglado y su rostro mostraba una gran sonrisa.

-Necesito hablar contigo.

-¿No puedes esperar otras diez horas? -pregunté mientras colocaba una almohada sobre mis ojos. Mi cabeza iba a estallar en un millón de pedacitos si continuaba escuchando voces.

-Es importante, Belle -respondió él y lo miré a través de un pequeño espacio entre la almohada y mi rostro.

Él tenía los brazos cruzados delante de su pecho y parecía no querer moverse hasta que hablara conmigo. Por lo que, refunfuñando y con un gran esfuerzo, hice despegar mi cuerpo de la cama. Eran las diez de la mañana, y aunque no recordaba cuál era la hora en la que había llegado a casa, sentía que no habían pasado más de diez minutos desde que había cerrado los ojos. Caminé al baño y evité mirar mi reflejo en el espejo, porque probablemente me caería del susto al verme, la resaca no era mi mejor amiga.

-Bien, habla -ordené al tiempo que mojaba mi rostro con un poco de agua y preparaba mi cepillo de dientes para quitarme el sabor a vodka de la boca.

Doug se recargo sobre el marco de la puerta del baño: -No volveremos a casa -mencionó tranquilamente.

A pesar de haber metido el cepillo a mi boca hacia menos de diez segundos tuve que inclinarme hacia adelante para escupir la pasta de dientes de una sola vez. Miré a mi hermano, intentando descifrar si se trataba de una broma, una que no me gustaba nada. Doug levantó una ceja, posiblemente esperando a que dijera algo.

-¿Es una broma, cierto?

Él suspiró.

-Lo he pensado durante mucho tiempo, y creo que este es nuestro lugar -. Explicó moviendo sus manos, sabía que sólo hacia eso cuando estaba nervioso, y tenía motivos para estarlo, porque me encargaría de matarlo en menos de dos segundos-. Belle me siento bien aquí, no como en Sidney, esta última semana me he sentido realmente en casa.

-Douglas yo te entendí, lo hice cuando te surgió la idea de venir aquí, te seguí porque eres mi hermano y quería que cumplieras con éste estúpido sueño -seguí-. Pero este no es nuestro hogar, dejó de serlo en cuanto mamá y papá se fueron, tenemos una vida en otro lado y no me obligarás a hacer algo que no quiero.

Se quedó en silencio por lo que pareció una eternidad, sus ojos cafés profundamente tristes. No entendía qué era lo que sucedía, por qué le importaba tanto ese lugar y qué podía hacer para convencerlo de que debíamos volver.

-Sólo... Belle por favor, piensalo -insistió-. Puedes terminar la escuela tranquilamente aquí, puedo buscar un empleo para que la abuela y tía Sarah no tengan que mantenernos, podemos iniciar nuestra vida aquí, este lugar es maravilloso Belle, por favor entiende.

Solté un suspiro pesado y lleve las manos a mi cabeza queriendo arrancar cada mechón por cada nervio. No tenía claro por qué pensaba que ese lugar era maravilloso, no había visto nada así en lo que iba de nuestra estadía y estaba convencida de que en realidad era todo lo contrario. De pronto la cabeza me dolía el doble. Pasé a su lado y cruzando la habitación para tumbarme en la cama. Pronto sentí el colchón hundirse nuevamente y la mano de Douglas tomó la mía, lo miré fijo a los ojos.

Beso de Lobo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora