Capítulo 2

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La señora Magui era una gran cocinera. O sería que yo estaba hambrienta luego de vaciar el estómago en el avión y comer con precausión exagerada por el camino. El caso es que comí demasiado y el cansancio me vencía.

-Te mostraré tu habitación. -me ofreció la señora Magui.

Me gustaba el acento que tenía al hablar en inglés. Will decía que mi inglés era muy americano. Y sinceramente, me gustaba mucho esta mujer. No sé, será que no tenía ya ninguna abuela.

No me fijé en el camino, pero con lo cansada que estaba me parecía muy largo. Seguía a la señora Magui, cuando algo llamó mi atención. Un cuadro. La casa tenía cientos de ellos. Este no estaba bien iluminado. Entonces, ¿qué tenía? Era el retrato de un hombre. Parecía sucio, lleno de polvo. La casa era demasiado grande para que esta señora la limpiara sola, pensé.

-¿Te gusta?

-No lo sé. No se ve bien. ¿Es alguien famoso?

-No.Fue uno de los dueños de la casa.

-Ah. -me volví  hacia ella. -Esta es una casa muy grande para limpiar.

Ella se detuvo en la puerta que tenía más próxima y me sonrió, como lo haría una abuelita.

-Mis hijas y otras muchachas del pueblo vienen dos veces por semana a darme una mano. Ahora que ustedes han venido tendré que llamarlas a tiempo completo. El único que trabaja a diario en la casa como yo es el jardinero, que también de vez en cuando trae a su nieto.

Abrió la puerta y entramos a una habitación ¡in-men-sa! 

Tenía varias alfombras, un papel tapiz crema con un diseño horrible, una cama ¡con dosel y cortinas! Era alta, mucho, y parecía mullida y calentita

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Tenía varias alfombras, un papel tapiz crema con un diseño horrible, una cama ¡con dosel y cortinas! Era alta, mucho, y parecía mullida y calentita. Como la de las pelis viejas. La habitación tenía una chimenea. Me sorprendió verla apagada, porque se sentía calefaccionado. Luego descubriría un radiador. La señora Magui fue hasta otra puerta.

-El baño. -dijo abriéndola. -Supuse que querrías privacidad.

Sé que mis ojos se agrandaron y no se cayeron de sus cuencas porque tenía los anteojos puestos. El baño tenía el tamaño de mi habitación en mi casa de Buenos Aires. Lo que más me gustó fue la bañera. Nunca tuve una. Me podía imaginar en ella sumergida en espuma, como en las películas. (Tal vez sea un poco cinéfila)

-Tus padres estarán el final del pasillo. Buenas noches.

-Buenas noches, señora.

Dicho esto, salió, dejándome sola. Saqué mi pijama extra abrigado rosado con la carita de Hello Kitty (sí, ya lo sé, pero tenía diecisiete años, ¡y me gustaba la gatita!) y fuí al baño a cambiarme. Lo hice, me lavé los dientes y me dispuse a colocarme la crema contra el acné. No tenía mucho, pero mamá insistía en que me cuidara.

Entonces, escuché el sonido del agua en la bañera, como si alguien se estuviera bañando. Aclaro que, sin anteojos, mi visión es nublada,como si viera a través de un vidrio empañado. Así que, al volverme, creí ver a alguien. Me enjuagué el rostro con rapidez y me puse mis lentes con las manos húmedas. La bañera estaba vacía. De agua y de persona.

León (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora