Capítulo 8

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Para cuando llegamos al consultorio del doctor Willson, ya me encontraba mejor. Pero mamá insistió en que fuéramos al hospital de Edimburgo. Los médicos estaban intrigados con lo que le sucedía a mi cerebro. Me cansaron con tantas pruebas. Lo peor es que allí no experimentaba ningún síntoma. Ni nauseas, ni mareos, ni frío. Aunque mi temperatura corporal había bajado dos grados, yo no sentía el frío.

Estuvimos poco más de tres semanas, viendo toda clase de especialista. Incluso hicimos un viaje relámpago a Londres.

 No vi el Palacio de Buckingham, pero la ciudad era

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 No vi el Palacio de Buckingham, pero la ciudad era... fascinante. Estábamos a mediados de febrero y el frío invierno parecía menguar. No así los días nublados.

Finalmente, regresamos a la casa grande. No podía creer lo mucho que anhelaba volver. Tal vez porque quería averiguar qué había sucedido, si volvería a ver al capitán...Pero, no. Era otra la visita que nos recibiría.

Esther estaba en la escalinata, con una comitiva de uniformados y hombres trajeados, que me dio mala espina. No sé por qué, cada vez que veo un uniforme policial (no importa en qué país esté) no puedo evitar sentirme en problemas.

-Quedate en el auto, Laura. -me ordenó  mamá. Por supuesto que obedecí sin chistar. Mi último encuentro con Esther aún estaba fresco en mi memoria.

 Mi último encuentro con Esther aún estaba fresco en mi memoria

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El golpe de nudillos en la ventana del auto me sorprendió. Y más al ver de  quién se trataba. Abrí la puerta y dejé entrar a mi fantasma favorito.

-¿Cómo está usted, señorita Laura? -preguntó formalmente el capitán.

-Bien, gracias por preguntar, señor Watt. -le respondí con educación mirándolo a la cara, para descubrir el extraordinario color violeta de sus ojos. -¡Qué hermosos! -dije con verdadera admiración sin dejar de mirarlo. Él se echó para atrás como si le hubiera propinado un cachetón. -Lo siento. Jamás conocí a alguien con los ojos color violeta. Una vez vi a un muchacho en el colectivo con un ojo de color azul y el otro marrón... -estaba diciendo tonterías. Miré  por la ventana. Will tenía una mano sobre el brazo de mamá. -Parece que no va bien el asunto. Hagamos esto rápido. ¿Qué fecha es hoy?

-Quince de Noviembre.

-Estuve mucho tiempo ausente, ¿eh?

-¿Quién le dio esa medalla que lleva la cuello?

-La señora Magui Mac Owen.

-Estará emparentada con Serry. -murmuró como para sí mismo.

El capitán desarmó el pañuelo que llevaba anudado al cuello y sacó la misma cadena con la misma medalla.

-La mandó a hacer mi madre al poco de nacer  yo. -comenzó a explicar. -Algo que debe entender es que yo soy el hijo de la segunda esposa de Gervase Watt. Y como único varón, su único heredero. Mi madre era la única que me llamaba León y desde que ella falleció, hace trece años, nadie más me ha llamado así. 

En el silencio que le siguió a la confesión, creí  encontrar una luz en el sendero.

-¿Quién heredaría si algo le sucediera?

-Mi hermanastra Marianne.

-¿Está casada?

-Así es.

-Disculpe si lo que le pregunto le molesta. ¿Es posible que alguno de los dos atentara contra usted para heredarle?

-¡Por supuesto que no! -aseguró con prisa sin detenerse a meditar mi pregunta.

Sabía que se ofendería, pero algo de lo que me  dijo la señora Magui me molestaba. No llegó a tener pulmonía, pero  no se recuperaba.¿Sería posible que lo estuvieran envenenando? Miré por la ventana el desarrollo de la discusión afuera. Ahora sujetaban a  Esther, que le gritaba a   Will. ¿Qué sería capaz de hacer ella por dinero? Ahí estaba, con agentes de la ley, para conseguir una tajada de la casa.

Como si me hubiera leído la mente, el capitán habló.

-¿Ella sería capaz de atentar contra su propio hermano?

-No lo sé. -estaba tan acostumbrada al frío, que no me dí cuenta cuando él se había acercado a mí. Lo tenía sentado a mi lado, hombro con hombro.  -La gente hace locuras por dinero. Ahora y antes. Y lo seguirá  haciendo, me temo.

-¿Qué edad tiene, Laura?

-Diecisiete. ¿Y usted?

-Veintitrés.

-Sí, lo supuse. -me recosté en el asiento. Estaba cansada y no sabía por qué, ya que llegaba de viajar todo el día en auto. -Realmente  admiro el color de sus ojos.

-¿Qué le ha dicho el médico? -preguntó con cierta preocupación.

-¡Médicos! ¡Por favor! No solo no nos han dado una respuesta, mamá está histérica. Me resguarda de todo, como puede comprobar.

-Me gusta la forma en la que se expresa.

-¿En serio? Papá dice que es muy "americano".

-No, no el acento. La forma en que dice lo que piensa, tan natural... Parece que nada le incomodara.

-Porque no tocamos temas incómodos.

 -¿Las enfermedades y la muerte no es una incomodidad para usted? ¿Es normal en su época hablar del dolor y la  pérdida?

-No, no es eso. Las enfermedades y la muerte... -miré al frente intentando aclarar mis ideas. -Siempre fueron nuestras compañeras. Papá, mi progenitor, enfermó y murió  en cinco meses cuando yo tenia cinco años. A los siete perdimos a los abuelos, los papás de mi mamá, en un accidente de tren. Entonces, tal vez entienda la ansiedad de mi mamá ante mi enfermedad. -cerré los ojos. Había analizado todo esto en mi tiempo libre en el hospital.

-¿Está cansada?

-Los medicamentos me dan sueño. Además el viaje fue aburridísimo, sin decir larguísimo.

-Admiro este carruaje. Es realmente cómodo estar sentado en  él .

-¿Sí? Dímelo después de ocho horas sentado en él...

El sueño me venció. Allí no tenía hambre, ni frío, ni angustia. Solo sueño. Mi primer sueño premonitorio del que tengo consciencia. Un sueño placentero. Lo recuerdo vívido, como si lo hubiera soñado anoche mismo. Un sol de primavera. Una fiesta campestre. En el parque trasero. las hermanas Mac Owen con su madre, clones sonriendo como ellas lo hacían, sonrosadas y alegres. Mi  tía Nelly con su cabello ralo revuelto por la suave brisa y su perro Pelusa tragando... como perro. Mamá y papá bailando junto a un cuarteto de cuerdas... mirándose enamorados. Esa mirada cálida que le das a otro por el solo hecho de existir en tu vida. Lo sé porque yo siento lo mismo. Bailo enamorada. Unos fuertes brazos me rodean la cintura y los míos, un cuello alto. Levanto la vista para encontrarme con unos profundos... ojos... violetas...

¿Qué les parece? ¿Irá Laura encaminada a descubrir el misterio? ¿Y el sueño? ¿Se hará realidad?

León (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora