Capítulo 12

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Durante las siguientes dos noches, me presenté en su habitación. Simplemente abría los ojos y allí estaba, parada a los pies de su cama. Siempre encontraba a Sherry intentando bajarle la fiebre. Me acercaba a ella y le tocaba el hombro para que supiera que yo estaba allí.

-¿Señorita Laura? Cúrelo, señorita. Por favor, cúrelo...

Yo pasaba las manos hasta que no aguantaba más y vomitaba en la fuente de porcelana. Y luego desaparecía sin poder evitarlo. Era como un círculo vicioso. Marianne lo envenenaba, yo le quitaba el veneno y perdía toda mi energía en ello, para volver a empezar la noche siguiente.

Hasta la tercer noche...

Aparecí en la habitación en el momento en que Marianne increpaba a Sherry.

-... terminantemente prohibido entrar en esta habitación.

-Pero... yo puedo cuidarlo... mientras regresa...

-¡El médico se encargará de eso!

-Aún tiene fiebre... no me importa...

-¡Que te largues!

Cuando la empujó, el conocimiento me llegó de no sé dónde. ¡Sherry estaba embarazada de León! ¡El León nuevo!

Enojada como estaba ante  semejante injusticia, me planté delante de la hermanastra antes de que esta arremetiera contra Sherry, que seguía en el suelo.

-¡Basta! -le grité, empujándola.

Mi voz resonó en la habitación como un eco. Marianne me miró a los ojos. ¡Me estaba mirando! No sé qué vió, pero fue suficiente para que se pusieta blanca como un papel. Buscó la puerta y huyó.

-¿Laura?

Me voltee hacia Sherry y me acerqué, pero ella retrocedió.

-Sherry, no hay tiempo. Debes irte de acá inmediatamente. 

-¿Irme?

-Tu bebé está en peligro.  

Ella se llevó las manos a su vientre.

-¿Bebé? -¿qué?¿Había eco?

-¡No hay tiempo para explicaciones! Toma todo lo que puedas y vete lejos. Vuelve cuando no haya ningún Watt que reclame la casa. 

-No... entiendo...

Me acerqué un poco más, despacio. Ella me lo permitió. La tomé de los hombros y la miré a los ojos.

-Sherry, estoy aquí para advertirte. Si me ves y me escuchas, es porque es importante. -ella asintió. -¿Tienes un lugar seguro a dónde ir? 

Volvió a asentir. Me quité la cadena que aún  llevaba colgada al cuello y se la puse a ella.

-Para que pruebes que tu hijo es legítimo. 

La sujeté de los hombros y la levanté para empujarla hacia la puerta. Pero antes de salir, se volvió a mí.

-¿Cuidarás de él?

-¿No lo he estado haciendo? 

No podía decirle que a pesar de mis cuidados, mi poder era limitado, y muy probablemente lo mataran cuando yo no pudiera cuidarlo. O sea, cuando mi energía sea drenada.

Ella salió, luego de dedicarle una última mirada al hombre que era su pareja. Yo me quedé.

Sabía cuál era el desenlace de esta trágica historia de amor. Él morirá. Al menos había salvado a su hijo. Así que, me esforcé en hacerme escuchar.

León (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora