Un beso, un regalo y una confesión inesperada

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Me desperté abruptamente entre la oscuridad. ¿Por cuánto tiempo había estado durmiendo? Me restregué los ojos con suavidad, mentiría di dijese que podría abstenerme de otras pocas horas más de sueño tranquilo. Pero mi estómago me estaba ordenando que ingiriera un poco de comida antes de volver a mi apacible y deseosa cama. Me levanté de la cama y, con paso lento y arrastrado, salí de la habitación. Como no Karl estaba en el salón. Su concentración una dirigida al pequeño portátil que se encontraba encontraba entre sus piernas mientras sus dedos pulsaban con fuerza el teclado a una velocidad impresionante. Lo que me descolocó fue verle llevar gafas. Unas gradas de pasta negra grandes, tipo hipster. ¿Cómo coño se podía hacer que Karl estuviera mas sexy? Con jodidas gafas.

-¿Desde cuándo llevas gafas?

-Mmmm, estas despierta - murmuró distraídamente sin apartar los ojos del ordenador-. Desde siempre, solamente que en secundaria llevaba lentillas.

Medité sobre eso en mi camino hacia la nevera. Lastima. La abrí y saqué una cerveza y comida precalentada que compré en algún momento de los días anteriores. Abrí la botella y metí el recipiente en el microondas mientras le daba un trago a la refrescante bebida. 

- Lástima, te quedan bastante bien- susurré para mi misma-.

Cuando el microondas me avisó de que la comida ya estaba echa cogí el recipiente y un tenedor junto a la cerveza hasta el salón, sentándome al lado de Karl. En silencio, y él completamente concentrado, comencé a comer pausadamente. Me quedé mirando su perfil distraídamente. Maldito sea ese hombre, confundiéndome y haciéndome recordar sentimientos que pensaba que ya estaban bien enterrados. 

Me enamoré de Karl de golpe, o por lo menos eso pienso yo. A lo mejor subconscientemente estaba enamorada de él, pero la realización fue un tortazo en la cara. ¿Porqué un tortazo? Yo era una cría que confía desde que llevaba pañales, el estaba en el último curso de secundaria. A punto de empezar bachillerato y,  como no, siempre se encontraba rodeado de chicas atractivas millones de veces mejor que yo. Una niña de trece años que todavía se encontraba incómoda con los cambios que estaban ocurriendo en su cuerpo y que le acompañaba en los concursos de eructos siempre que se podía. Siempre percibí que me veía como una hermana pequeña, con la suficiente confianza para hacer trastadas y a ayudarme con las asignaturas que no llevaba bien. Pero nada más allá de eso, no muestras cariñosas o sonrisas dulces. Mucho menos cuando mi hermano estaba también. Con mi hermano de por medio mantenía aún más las distancias. Y mi hermano se pasaba media vida correteando con nosotros. 

Me quedé absorta en los recuerdos de cuando los tres pasábamos prácticamente todas las tardes juntas, permitiendo que la nostalgia me llenase suavemente.

-¿ Finn?

Parpadeé varias veces, me había quedado embobada mirando a Karl fijamente con el tenedor lleno de comida a mitad de camino de mi boca. Jodidamente perfecto.

- ¿Si? - pregunté antes de aclararme la garganta.

- ¿Todo bien? - tenía la ceja alzada, mirándome por encima de sus gafas. Maldito seas, no me hagas esto puto Karl.

Sonreí y asentí antes de introducir el tenedor e mi boca y relamerme los labios. Tenía que concentrarme en la comida. DE. UNA. JODIDA. VEZ. Bajé los ojos y seguí comiendo acompañando a esta con algunos tragos de la cerveza. En algún momento del proceso de "yo comiendo evitando mirar a Karl más de lo normal", este se levantó a coger una cerveza para él mismo y deambulo un poco más antes de sentarse a mi lado y dejar un pequeño paquete sobre la mesa. Miré el bonito papel curiosa antes de mirar al chico que estaba al lado mío.

- Feliz cumpleaños adelantado.

Completamente perdida dejé la comida y sujeté el paquete, observándolo determinadamente, antes de abrirlo con cuidado. En su interior se encontraba un colgante de plata con una triqueta colgando en este, uno de mis símbolos favoritos de la mitología celta. Un símbolo lleno de significado.

No te adentres en el bosque #EscribeloYa #ThrillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora