Cicatrices

461 51 14
                                    

Nota: Para los que no saben quién es Hizashi, él es el maestro rubio con una extraña y muy alargada cresta, mejor conocido como Present Mic.

Los personajes no me pertenecen.

.-.-0.-&-.0-.-.  

VI

Resoplo pesadamente otra vez, lo hizo mecánicamente; habían cosas que simplemente le tranquilizaban, entre ellas el llenar sus pulmones con oxígeno hasta sentirse reventar, soltando hasta el último aliento de un golpe.

Hizashi tenía mucho frio, quizo cerrar la ventana abierta. Era Junio después de todo, y las tormentas eran el pan de cada día. Pensó que si lo hacía –quizás- las cortinas dejarían de ser zarandeadas con tanta violencia, que las gotas de lluvia ya no inundarían su habitación; pensó y de la misma manera se deshizo de dicha posibilidad, porque fue Aizawa quien la abrió muy alterado; histérico, caótico y hecho una furia que arrasaba a todo en su paso. Fue en tan solo unos segundos que unos golpes incesantes y erráticos en la puerta de su apartamento lo habían despertado. Cuando camino a abrir, ya sabiendo de quien se trataba, no se extrañó de ser ignorado y verle pasar derecho hasta su habitación y abrir de golpe la ventana, dejando que el agua entrase.

Le observo unos minutos, notando con la escasa luz del foco que su piel opaca y de por si pálida, estaba llena de hematomas, que sus afilados ojos estaban más vacíos de lo habitual y su descuidado cabello estaba – inexplicablemente- organizada. Le tomo algo de tiempo caer encuentra sobre su vestimenta, una delgada capa de ropa que consistía en un traje formal y una simple camisa blanca mal abotonada.

Trago en seco.

Apoyado en el marco de la puerta, contempló el como Shouta, en un ataque de furia ciega, tomaba la pequeña lámpara de su escritorio y la estrellaba contra la pared haciéndola pedazos; dejando un profunda grieta que más tarde tendría que arreglar. Suspirando, se acercó en silencio sentándose a su lado.

No dijo nada, tampoco pregunto nada.

Espero, paciente, a que la respiración irregular de su amigo se tranquilizara. Con cautela y cuidado tomo entre sus manos el rostro ajeno y acaricio sus pómulos, sintiendo al instante lo áspero de sus vellos. Aizawa se lanzó a él en un beso salvaje que no le dejo respirar mientras sus dientes y leguas batallaban, tironeo de su playera mientras mordía sus labios. Se separaron y Yamada se deshizo de la prenda contemplando el torso desnudo y maltratado del contrario, del como sus costillas se marcaban por su acelerada respiración. Con delicadeza, sus dígitos se posaron sobre una herida abierta, sangrante y mal cuidada. Él no era idiota. Solo le tomo unos segundos darse cuenta que aquellas heridas no fueron causadas por algún trabajo, Shouta podría ser agresivo e impertinente, pero eso no le quitaba que es su campo de trabajo era tan silencioso y ágil que tocarle requeriría más de una docena de hombres; no exageraba, ya le había visto en acción. Los tres solían trabajar juntos, así que se conocían lo suficiente como para saber de las capacidades del contrario. Esos fueron buenos días...

-¿Por qué? – Pegunta, mientras sus manos acarician todo lo que alcanzan.

- Porque es real- dice mientras besa fugazmente su mejilla-, tangible.

No necesita nada más. Muerde sus labios de tal forma que ahoga sus deseos de gritar, destruyendo así las paredes y con ello lo poco que le queda de orgullo. Pues es en momentos como ese en el cual se da cuenta de cuan conformativo es, aceptando las pequeñas migajas que le ofrece Aizawa, negándose a aceptar que nunca será correspondido.

Su rubia y larga cabellera es acariciada, escucha susurros y sonidos lastimeros, mentiras que no son dirigidas a él. No puede evitar la sensación de asfixia al ver, tocar y consolar a un héroe roto; no puede y no quiere dejar de sentir aquello, es la esperanza a la cual se aferra con tal de tener una oportunidad. Una que sabe, no existe.

Perdiendo ante ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora