Simpleza

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XIX

En ocasiones, cuando Bakugou posa su mirada atreves del amplio ventanal de la cafetería, sus ojos se pierden en la inmensidad del cielo, en las nubes que son arrastradas por las corrientes de aire. A veces lo hace en las ondas que crean las gotas al chocar con un charco, las cuenta y disfruta como el reflejo de los edificios es distorsionado.

El café humeante lo deja rápidamente en su mesa. Él lo agarra entre sus manos como si el calor del baso no traspasase hasta sus manos, toma un sorbo y el vaho de su suspiro se entremezcla con el humeante líquido. Ella se habría sentado frente a su silla si no supiera que aquello conlleva tanto sufrimiento; de saber que sería brutalmente ignorada. Apretando sus labios da media vuelta y regresa a su trabajo.

Pasan alrededor de treinta minutos y Bakugou sigue en el mismo lugar con la mitad del café ya frio. Y piensa que es una idiota, que él es un ingrato y que el siguiente cliente es un pobre diablo víctima de su falta de voluntad.

- Si no te vas ahora se te hará tarde, Bakugou. – Le dice con el corazón desbocado mientras finge limpiar la mesa.

- Ah. – Responde él; el trapo entre sus manos es cruelmente estrujado.

- Vete, la casa invita.

- No te he llamado en ningún momento, Yumeko ; así que piérdete – La sorpresa la invade, su mano deja de apretujar el trapo y su mirada pasa de la mesa a los escarlatas aun fijos en el cielo.

- No creí que te acordaras de mi nombre- Dice sincera. – Solo me llamabas maldita friki.

- Tsk, no soy idiota – Responde mientras sus ojos se desvían y la miran-. Bien puedas largarte a trabajar.

Pero no responde a su orden o a los insultos, ahora se encuentra hundida en el mar ensangrentado que son sus ojos, siempre fieros, siempre hermosos...Es la primera vez que se siente realmente observada por él. Las piernas le tiemblan y se sienta al frente suyo porque de no hacerlo su cuerpo terminaría en el mugriento suelo.

Piensa que es una estúpida y que realmente necesita de algo a lo que aferrase, pero es demasiado tarde cuando se encuentra a si misma preguntándole el porqué de sus acciones y se sorprende encontrándose con la voz firme y sin rastro de tartamudeo.

- ¿Sigues enganchada con eso?

- No es eso.

- Entonces no tienes por qué meterte donde no te incumbe.

- ¿Por qué? – Vuelve a preguntar.

Bakugou voltea el rostro y suelta una sarta de insultos que poco y nada le importa. Suspira mientras utiliza su mano derecha como apoyo en lo que le responde: - Porque puedo y se siente bien.

- ¿Solo sexo?

- Solo sexo.

Porque el amor no está en sus planes, seguramente. -Y Bakugou es demasiado testarudo para aceptar algo que no quiere, demasiado noble para lastimarla, demasiado claro para dejar espacio a dudas, y no puede evitar estar en completo desacuerdo.

- Entonces odia todo lo que puedas.

.

.

"¿Sabes odiar, Bakugou?"

Y él; en la espesura de sus recuerdos, no pude evitar ver su reflejo: Ojos achicados y ceño fruncido mientras rompe el cristal. Pero la duda le carcome, pues en lugar de imaginar al inútil de Deku solo está su figura distorsionada en los fragmentos tirados en el suelo. Es ahí cuando la respuesta llega clara y sin ninguna satisfacción.

Perdiendo ante ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora