Catorce

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El camino de vuelta casa es bastante animado. Fran y yo no paramos de reír. Hoy me siento diferente. Una vez en casa nos preparamos para trabajar. Café caliente y música de fondo. Trabajar con él es muy fácil, por eso lo adoro tanto y me encanta que esté en mi equipo de trabajo. Las ideas fluyen sin darnos cuenta, entre risas y bromas el trabajo está acabado. Juntos dejamos todo preparado para la reunión de mañana. Como hemos terminado antes de lo que esperábamos lo invito a cenar en casa.

Después de una simpática pelea, decidimos pedir comida china. La cena transcurre en el mismo ambiente de buen rollo. Una vez que terminamos de cenar lo acompaño a la puerta para ayudarle con todas las carpetas. Esta vez es a él a quien le toca llevarlas mañana a la oficina.

Cuando me quedo sola es la música la que me acompaña. Me sirvo un poco más de vino, me dirijo a mi bolso, vuelvo a sacar tu tarjeta y me siento en el sofá. Mientras la miro otra vez. Cierro los ojos y te vuelvo a pensar. Tus hermosos ojos verdes y tu sonrisa perfecta. La electricidad que me recorre al sentir el roce de tu mano, el sonido de tu voz... Deseo escucharte de nuevo. Pienso en lo que hubiera pasado si hubiera aceptado ese café esta mañana. En nuestras conversaciones, en nuestras miradas, nuestras risas... Conocerte mejor, saber más de ti,...

Sumida en mis pensamientos no me doy cuenta de que tengo mi teléfono móvil en mis manos. Miro otra vez tu tarjeta. Decido guardar tu número de teléfono. Curioseo un poco más, abro mi Whatsapp y miro si formas parte de mis contactos. Ahí apareces.

Tu última conexión fue hace una hora. Quiero escribirte, pero no me atrevo. Quiero armarme de valor, así que cojo mi copa de vino y tomo un largo trago. Tras esto y sin pensar demasiado abro una conversación y empiezo a escribirte.

"Buenas noches! Me he pensado mejor lo del café. Acepto tu invitación. Quedamos en el Café Pequeña Italia? "

Le doy a enviar sin mirar. Sin saber siquiera muy bien lo que he escrito. Siento un poco de miedo mezclado con nervios. Cierro la conversación. No quiero saber si lo has leído. Suelto mi móvil a mi lado. Me siento un poco tonta por la estupidez que acabo de hacer. No estaba preparada para mandar nada, todo ha sido causado por un impulso, por mis ganas de saber más de ti.

Intento no pensarte, así que cambio mi música a algo más animado, me levanto del sofá y me dirijo a mi habitación. Abro el armario. Miro toda mi ropa e intento escoger lo que quiero llevar puesto al trabajo por la mañana. Con la mente centrada en las perchas me olvido un poco del mundo. Cuando lo tengo ya decidido, regreso de nuevo a la sala, cojo mi copa y camino hacia la ventana. Fuera todo parece normal. Semáforos, farolas y luces en los edificios. Acaricio con mis labios el borde de la copa. Sonrío al hacerlo. Sin darme apenas cuenta tú vuelves a ser el dueño de mis pensamientos. Es inevitable no pensarte. Volver a recordar esa jodida sonrisa perfecta y esos malditos ojos verdes, ahí, clavado delante de mí. Me pierdo en ti, en tu recuerdo, sonriendo como tonta mientras miro por la ventana. No sé cuánto tiempo he pasado perdida en mis pensamientos, en ti, hasta que un débil ruido me saca de ese estado. Es mi móvil el que ha sonado. Un sinfín de emociones me invade. Camino poco a poco hasta donde lo dejé. Decido sentarme antes de averiguar por qué ha sonado. La luz de las notificaciones parpadea. Desbloqueo el móvil. Un nuevo mensaje de WhatsApp. Abro la aplicación. Y ahí aparece tu nombre, tu foto y el círculo verde mostrándome el número de tus respuestas en la conversación. Cojo aire, profundo, despacio. Y por fin, abro...

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⏰ Última actualización: Oct 25, 2016 ⏰

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