D O S

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Pisó el acelerador a fondo y esquivó con gran facilidad y agilidad el auto que estaba delante de nosotros. Me sentí aliviada, aunque sabía que aún no nos habíamos librado de ellos, era gratificante saber que Mark era capaz de superarlos ya sea en destreza o velocidad, pero saber que estaba a su nivel (si no más alto) era un respiro para mi corazón.

Volteé y pude ver a los dos coches negros siguiéndonos los pasos muy de cerca y cada vez la distancia que nos separaba se hacía más corta. Eran competencia dura, pero se vería quién cantaba al último; yo tenía la esperanza de que todo saliera bien. Mark se adentró entre calles periféricas en algún momento de aquella persecución, sorteó el camino como si este fuera un recuerdo vívido en su memoria, hasta el momento en que frenó abruptamente cuando nos adentramos en un callejón, cerca de un gran galpón que nos privaba la vista. El ruido del rugido de un motor sonaba cada vez más cercano, para cuando vimos los coches raspar con gran velocidad las llantas en las calles, soltando un sonido chispeante que dañó mis oídos.

—Mierda Mark, casi me matas de un susto —Gianna le espetó con una mano en el corazón, yo no estaba muy diferente a ella.

Su esposo le sonrió con ternura para luego arrancar otra vez. Sigilosamente y sin raspar las ruedas tan ruidosamente, condujo hacia el lado opuesto por el cual fueron los dos autos negros. Aceleró lo suficiente para salir rápidamente de ese lugar intentando pasar desapercibidos. Creí que lo teníamos; olía el éxito en el aire y yo no podía dejar de brincar de felicidad. Lo teníamos, estaba a la vuelta de la esquina; la distancia entre el parque y nosotros era escasa y ya podía sentir el aroma salado del agua del río y escuchaba las olas del mismo romper con sutileza en la orilla. Estaba ahí, frente nuestro...

—¡Mark, cuidado! —chilló mi hermana.

El auto coleteó por el susto que Mark se dio y temí que derrapara contra el cordón. Lo que vino después fue mucho peor que eso. No me dio tiempo a mirar que ocurría, simplemente escuché un estruendoso golpe en mi oído izquierdo para que al mismo tiempo Mark perdiera el control y nos desviáramos; mi cabeza se golpeó fuertemente con la ventana derecha al ser golpeados impetuosamente por uno de los autos. El coche debió haberse abollado mucho más de la deformación claramente visible desde el interior. El libro se resbaló de mis manos y acabó en el tapete, hecho que terminó por paralizarme el corazón.

Dios. mio.

Ambos coches nos tenían entre ellos e iban a nuestro par, presionándonos y chocándonos constantemente. Nos habían tendido una emboscada por la que me hubiera emocionado si la veía en una película, pero vivirla en carne propia era más de lo que mi pequeño ser viviente podía soportar. Sentía mucha ira al saber que unos chupasangres irrelevantes serían los que acabarían con mi vida; de los cuales, podía admitir: estaban buenísimos.

Estábamos rodeados y sin escapatoria, pero a Mark se le ocurrió dar una última advertencia:

—Sujétense bien.

Su mueca instaló una duda en mí que se disipó en el mismo instante.

«¿Por qué tendríamos que...»

Mi rostro se estampó contra el asiento de Gianna y el libro volvió a caer al tapete, sentí demasiada presión en mi cuerpo que creí que ese era el fin.

Gianna soltó un grito y le reprochó su acto de heroísmo. Cuando frenó de golpe, nuestros rivales iban a mucha velocidad como para que si quiera pensaran en frenar de ese modo, estos pasaron de largo y Mark aprovechó para esconderse otra vez en calles más estrechas para despistarlos.

Respiré profundamente. No supe que había sido eso; sí sabía que aún seguía con vida.

—Jinny, escúchame bien: no podré despistarlos por mucho tiempo. El parque está unas calles más adelante, tienes que ir tú sola y devolver el libro a su lugar —decretó con firmeza y sin dirigirme ni una mirada. Mi cuerpo se tensó.

Jason ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora