Capítulo 34.

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—Lo juro, no pasó nada de lo que usted cree que pasó.

—Tus compañeros de habitación afirman haberte visto hablar y golpearte la cabeza una y otra vez, además entraste en pánico cuando lo auxiliares fueron por ti y casi los atacas.

—Eso no lo justifica.

—JinYoung, si no cooperas será muy difícil que salgas pronto de aquí.

El médico me miraba de una manera desafiante, justo de la misma manera que siempre me miraba cada que los auxiliares me traen a la fuerza hacia su despacho. Ese mirada autoritaria que me daba a entender que no podía decir o hacer algo para contradecirle. A final de cuentas él era el experto y yo un enfermo más.

—Tendré que encargarle a las enfermeras que aumenten tu dosis diaria.

—¿Otra vez?

—JinYoung, es la cuarta vez que haces algo así en lo que va del mes.

No quise contestar. Sabiendo que el hombre frente a mí tenía toda la razón, defender mi erróneo punto de vista sería tiempo perdido.
Justo cuando las necesito, la voces deciden quedarse en silencio.
A través del cristal que dejaba entrar un par de rayos de sol, podía observar como el movimiento de la flores del cerezo cada vez era más brusco. Extrañaba sentir el aire golpeando mi ahora aún más pálido rostro. La mayoría de los internados luego de algunos meses comienzan a perder color gracias a la falta de sol. Escuché por ahí que cada cierto tiempo hacen un actividad al aire libre, sigo esperando ese cierto tiempo.

—Espero verte más tarde en la terapia grupal.

∵∵∵∵∵

El comedor estaba más lleno de lo normal. Los auxiliares comenzaron a traernos de manera obligatoria desde que algunos de nosotros tomamos la opción de saltarnos la hora de comer.
Pollo, sopa fría y gelatina.

—¡Young! ¡Por aquí!

Un largo brazo y una voz ronca llamaron mi atención. Ese sujeto del cual aún no sabía su nombre y que siempre, por un una razón que también desconocía, me invitaba a sentarme en la mesa que compartía con su circulo de amigos, un circulo que consistía en quien se encontrase caminando solitario por el comedor.

—¿Cómo te va, Young? —preguntó con alegría el tipo de nombre desconocido, lo único que sabía de él era que creía ser un investigador que estaba aquí por voluntad propia, ¿qué buscaba? No lo sé, algo importante —. Come rápido el pollo o quedará igual de frío que esa sopa.

—No vale la pena comer algo así —agregó una mujer de cabellos claros y el rostro avejentado para su edad gracias al maquillaje en exceso que ahora le prohibían utilizar —. La vida era mejor fuera de este lugar.

—Si hubieses pensado eso antes no estarías aquí para empezar.

—¡Voy mejorando! La depresión cada vez es menos.

—Esos dices ahora y después te encuentro llorando en el pasillo por lo despreciable que es tu vida.

Tenía que admitirlo, escucharlos discutir por un trastorno mental en un lugar donde tener trastornos mentales era lo más normal del mundo, resultaba ser lo más interesante que he presenciado durante toda la semana.
El pollo no sabía tan mal y la sopa fría era agradable de lo que imaginé.

—Young, no has contestado.

—Yo…

—¡Hey, Paek!

El investigador volvió a estirar sus brazo, agitándolo de una lado a otro con emoción. Su sonrisa se amplió de tal manera que parecía querer abarcar todo tu rostro.
Un joven del que nunca me había percatado pasó a formar parte de nuestro momento de almuerzo. Sus cabellos estaban un poco más largos de lo normal, completamente oscuros al contrario de sus ojos color miel y una sonrisa que más que felicidad, expresaba travesura.

E s q u i z o f r e n i a ; JinChanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora