Como todos los días, le empezó a hablar.
– Deben estar hablando de vos –le dijo.
– ¿Vos decís?
– Si boluda, recién estaban todos acá y de repente ya no hay nadie.
– Eso no tiene nada que ver...
– Claro, y el silencio repentino tampoco.
– Deben haber ido al baño o a comprar, pero vos siempre exagerás las cosas.
– ¿Yo exagero las cosas? ¿Vos has visto cómo se miran? ¿Cómo se consultan en voz baja?
– Es algo normal, somos muchos y no a todos nos incumbe todo... ¿O no?
– Naaa, no seas inocente.
– No me llamés así.
– Quizás tus sospechas son ciertas: no estás a la altura y se dieron cuenta.
– Qué se yo. ¿Sabés qué? No me rompás más las pelotas. Todos los putos días con la misma historia. Y si están hablando de mí, es problema de ellos...y callate que ahí vienen.
– Bueno, bueno. Tampoco te pongas así.
Entonces, se quedó callada.
– ¿No venís? –se escuchó una voz masculina desde la puerta.
– ¿Eh? –respondió María, dándose vuelta en un segundo.
– ¿Qué hacés acá sola, Mari? Hace dos horas que te esperamos afuera.
– Ya salía, me colgué pensando una cosa.
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¿Con quién hablas?
Conto¿Te has preguntado cuántas personas pueden vivir dentro de una?